Siempre se ha dicho que el chocolate es un fantástico estimulante natural que potencia nuestra capacidad de concentración gracias a la teobromina, un compuesto del cacao.
También se ha caracterizado por ser el mejor sustituto del sexo pues, gracias a la feniletilamina que contiene, se le atribuye la capacidad de ser el ‘químico del amor’, ya que libera dopamina en los centros de placer del cerebro.
El chocolate se puede disfrutar de múltiples maneras: con formas y texturas variadas, o mezclado con frutas, sales y otros compuestos añadidos que realzan, a veces no con demasiado acierto, su sabor.
Está demostrado que no solo el sabor de un alimento es lo que más nos agrada de este, sino también su textura, su forma y todo aquello que produce distintas sensaciones en nuestro paladar.
Por eso se están desarrollando diversos estudios, como el recientemente presentado por investigadores de la Universidad de Ámsterdam, que demuestran que la sensación en la boca de una sustancia comestible se puede diseñar para ser mejorada, al igual que las propiedades de muchos otros materiales; es decir, se crean ‘metamateriales’ que no se encuentran en la naturaleza, en este caso el chocolate, pero que se construyen cuidadosamente en el laboratorio con impresoras 3D.
El físico Corentin Coulais observó cómo la forma de espiral que se le daba al chocolate rompía de una forma muy especial en la boca, dándole una dimensión completamente distinta. Según este estudio, cuantas más grietas y vueltas tenga la pieza de chocolate, más sabor notará el consumidor, y la sensación será mucho más intensa y gratificante.
Actualmente se están desarrollando proyectos de estos metamateriales comestibles; por ejemplo, tipos de pasta diseñadas geométricamente de forma que cuando se cuecen pasan de ser planas a tridimensionales, de manera que puede reducir nuestra huella ecológica, al disminuir las emisiones y los costes de transporte.