Hace unos días preparábamos un acto ecuménico para la clausura en la delegación diocesana de Mérida-Badajoz; me ayudaba Pedro Monty, un músico excelente, un maestro original y creativo, un creyente inquieto.
El lema de la semana ha sido ‘Hemos visto salir su estrella y venimos a adorarlo’, se refiere a la luz de la vida. ¿Dónde encontrarla? Me hablaba de su hija Irene, que ese día cumplía 6 años y luego recibí el vídeo de un ejército de niños cantándole el ‘Cumpleaños feliz’.
Irene nació, tras un proceso muy largo de dudas y misterios dolorosos en el embarazo, con límites muy grandes de visión por cuestión cerebral. Desde entonces es todo un reto para los que le rodean, en especial para su padre y su madre, Reyes. Ellos testimonian cómo su vida y su fe se han transformado desde este hecho de vida tan importante para ellos. Yo le he oído decir a su madre que Irene le ha abierto los ojos y le ha enseñado a ver la vida: “Yo no veía y ahora veo”.
Ha sido su estrella de Belén, todo lo que eran sus dudas en la fe, sus quejas de la vida, hasta de los cercanos, pero sobre todo su visión de los débiles y de los limitados, ha sido iluminado y transformado por Irene y sus ojos.
Para su padre ha sido una confirmación de que la vida solo merece la pena si se da. Algo que él ya intuía antes, y que le hacía ser disperso y deshacerse en favor de otros, con creatividad y generosidad, ahora se ha hecho dogma de vida y de la fe. La organización de su casa, su vida, sus horarios, sus trabajos, etc., todo se ha remodelado con una nueva luz, en la que no falta la alegría y la esperanza.
Una nueva visión de los otros hijos, de la gente que vive en la misma situación, de las asociaciones unidas frente a la dificultad para que tengan vida en abundancia. Y cómo no, la imagen de Dios y el descubrimiento de los sentimientos de Cristo en este camino.
Irene les ha liberado de tantas cosas y horizontes tan nuevos que solo hacen dar gracias a Dios y amarla agradecidamente, como un tesoro, y les ha “unido de un modo nuevo”. Ahí han encontrado la luz de la estrella de Belén, la señal de Dios envuelta en pañales y acostada en una ceguera que da la vista a los que la rodean; como Jesús, la pobreza que enriquece, que une más allá de todas las diferencias.