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La pequeña Ana. Yolanda Álvarez Gómez

La pequeña Ana
Foto: Cedida
Léeme en 2 minutos

El pasado 1 de diciembre de 2019 participé con el grupo senderista ‘La Dehesa’ en la V Ruta Solidaria en Valverde de Mérida. Este pueblo se encuentra situado en la provincia de Badajoz a unos 10 kilómetros de la capital autonómica, Mérida. Limita con las Vegas Altas perteneciente a la comarca de Tierra de Mérida-Vegas Bajas.

Entre los monumentos más destacados de dicho pueblo podemos encontrar la iglesia de Santa Marina y la ermita de Santa Ana. Se dedica principalmente a la agricultura y a la ganadería, como muchos pueblos de esta región desconocida para la mayoría de personas de nuestro país.

Aunque tan solo viven unas 1.000 personas en él, puedo decir que es un pueblo muy solidario que se vuelca con las causas sociales. Llevan cinco años consecutivos celebrando rutas solidarias en favor de niños que por sus circunstancias lo necesitan.

Por este motivo tratamos de hacer un hueco e intentar apoyarlos en sus distintas causas. Son acogedores y cualquiera se sentiría de maravilla si fuera allí, creándose vínculos de amistad año tras año.

La lluvia acompañó a los senderistas. Foto: Cedida
La lluvia acompañó a los senderistas. Foto: Cedida

Este año la protagonista era una niña llamada Ana, la cual había tenido problemas en el momento del parto. Pero gracias a una nueva técnica de bajar la temperatura del recién nacido, las secuelas no han sido tan severas como ocurría no hace demasiado tiempo. Al bajar la temperatura corporal el cerebro no necesita tanto oxígeno para su correcto funcionamiento, disminuyendo significativamente las posibles lesiones cerebrales que se pudiesen presentar por una falta aguda de oxígeno al nacer (por diferentes causas).

Ella necesitaba dinero para continuar recuperándose completamente, sus padres son trabajadores y necesitan de nuestra ayuda. Este tema me toca muy de cerca, porque mi discapacidad física se debió a una anoxia al nacer.

Esta ruta era de 10 kilómetros en total, pero había una alternativa más corta para las personas que no pudiesen aguantar tanto. Como estuvo lloviendo durante todo el trayecto elegimos la ruta más corta, que serían unos 8 kilómetros. Cuando terminamos empezó a salir el sol y quedó una buena tarde.

Grupo de participantes en la marcha solidaria
Grupo de participantes en la marcha solidaria

El sentimiento de solidaridad nos ayudó a participar en esta actividad porque cuando se quiere se puede. Deberíamos de sacar lo mejor de nosotros mismos para ponerlo al servicio de los demás. Ese día brillaba el sol en nuestros corazones, eso nos impulsó a seguir con los planes previstos pese a la meteorología. Ojalá que el ejemplo que nos ofrece este lugar sea un modelo para ser copiado en cualquier sitio.

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