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Las albricias y el Aleluya. José Luis Rodríguez Plasencia

Las albricias y el Aleluya. José Luis Rodríguez Plasencia
Foto: Cedida

La Semana Santa se enmarca en el ciclo festivo de primavera, el resurgir de la vida tras el crudo invierno, que la liturgia católica ha establecido para conmemorar la pasión de Cristo, desde su entrada triunfal en Jerusalén los días previos a la Última Cena hasta el Domingo de Resurrección.

Un período en que se celebran en Extremadura diversas manifestaciones religiosas, entre las que caben destacar escenificaciones de la Pasión, como el canto de la Verónica o la Buena Mujer en Aceuchal, Barcarrota y en Villanueva del Fresno, donde una vecina cubierta con un velo negro entona el canto de la Buena Mujer ante la imagen de Jesús; la quema de Judas en Cabezuela del Valle, Garganta la Olla o Monesterio, donde los vecinos hacen un muñeco (Judas) al que juzgan y condenan a ser quemado en una hoguera, especie de Auto Sacramental que pone fin a la Semana Santa; la carrerita de Madrigalejo de la Vera o Villanueva de la Serena, la más conocida, tradición que se remonta al siglo XIX en la que el Domingo de Pascua se conmemora la resurrección, nombre que procede de la carrera que realizan los portadores del anda de la Virgen de la Aurora al encuentro de la imagen de Cristo Resucitado, para representar la alegría de los cristianos al conocer la noticia de la resurrección del Señor; los Empalaos de Valverde de la Vera, ritual religioso que se remonta al siglo XVI, con penitentes que de ese modo cumplen una promesa; o el ceremonial de las Albricias o los Cantos de las Alboradas, entre otras.

Soldados de Cristo, de Puebla de la Reina. Foto: Cedida
Soldados de Cristo, de Puebla de la Reina. Foto: Cedida

En Puebla de la Reina se entonan coplas que se integran en el conocido como Servicio de Albricias que realizan los Soldados de Cristo de la Cofradía Sacramental en la madrugada del Sábado Santo. Recorren las calles del pueblo al son de esquilas y cantos alusivos para congregar a los vecinos en la iglesia, iniciándose en ella en un Vía Crucis, y volviendo a la misma para entonar las albricias que ponen fin a las austeridades cuaresmales.

Estos soldados forman una institución documentada ya en el último tercio del siglo XIX, pero cuyos orígenes podrían ser anteriores. Son protagonistas durante todo el triduo pascual, acompañando al sacerdote desde la celebración de la eucaristía el Jueves Santo hasta que finalizan los actos el Domingo de Resurrección. Su misión es velar al Señor durante la noche, en pareja y por turnos, y portar los pasos en las diferentes procesiones, además de cantar. Desfilan de forma disciplinada, portan bastones y espadas y asumen un carácter de custodia. El traje de gala, se caracteriza por el color negro y la banda roja que cruza el pecho, con flores y cintas multicolores.

Las albricias son determinados cantos de carácter popular o exclamaciones con las que se indica que se siente una gran alegría por una buena noticia, en este caso por la resurrección de Cristo, sinónimos de las aleluyas pascuales que tienen lugar en algunos pueblos extremeños como en Puebla, cantadas por los Soldados de Cristo:

Las albricias os pedimos
a vos, Reina de los Cielos,
que resucitó el Cordero
entre la gente.

Vuestro Hijo omnipotente,
clara luz del nuevo día,
resucitó, madre mía,
fue muy cierto.

El que fue preso en el huerto
y clavado está en cruz,
vivo está con clara luz
más que antes.

Vuestro rostro deslumbrante
que a todo el mundo esclarece
qué madre hay que no enloquece
con tal Hijo.

Ella siempre verlo quiso
por haber sido su madre,
siendo vuestro hijo y padre
vuestro esposo.

Es tan lindo y hermoso,
Señora, pues lo veréis
que más albricias queréis
que os cantemos.

La gloria os deseamos,
también buenos temporales
dar remedio a nuestros males
que son tantos.

Que no cesen nuestros llantos,
ni en presente ni en pasado,
son por los muchos pecados
que tenemos.

Matraca, de Guijo de Coria. Foto: Cedida
Matraca, de Guijo de Coria. Foto: Cedida

Igualmente en La Serena o La Siberia. Por ejemplo, en Orellana la Vieja las albricias forman parte de las canciones que se entonan durante la Alborá o Alborada del Encuentro, que consiste en realizar a las 7 de la mañana una ronda por las calles del municipio cantando para despertar a los vecinos y para que así puedan asistir a los oficios divinos y a la procesión donde Jesús y María, su madre, se reencuentran después de la Resurrección. Con anterioridad se encuentra engalanada la plaza donde tendrá lugar el evento.

Durante la misa nocturna que transcurría del Sábado de Gloria al Domingo de Resurrección en la localidad badajocense de La Codosera tenía lugar la solemnidad conocida como la Celebración del Aleluya, femenino plural del árabe hispano ‘albúšra’, y este del árabe clásicobušrà’, canto que está ligado a la celebración de la Pascua tanto judía como cristiana para conmemorar la Resurrección de Jesucristo y que festejaba toda la población, pues era una tradición que venía de antiguo, cuando los cabreros y pastores bajaban del monte cargados con los cencerros que, previamente le habían quitado a sus ganados.

Durante la eucaristía los toques se realizaban con matracas, pero cuando el párroco cantaba el grito aleluyeico, indicando con ello que Jesús había resucitado, el Gloria, Aleluya, comenzaban a sonar las campanas de la torre y los vecinos que habían llevado campanillos a la iglesia, y que hasta ese momento tenían insonorizados cubriendo los badajos con tela, liberaban estos y los hacían sonar causando una enorme algarabía dentro del templo, a los que se unían aquellos feligreses que estaban en la plazoleta frente al templo.

A continuación tenía lugar la parte profana de la fiesta (Correr el Aleluya), pues los aleluyeros se dispersaban por las calles haciendo sonar sus campanillos durante toda la noche, motivo por el que se prohibió tan sonora algarada porque una vez poseídos por el abundante alcohol tomado, realizaban actos vandálicos e innumerables destrozos por la localidad, acciones que obligaron a las autoridades a perseguirlos y llevarlos a la cárcel hasta el amanecer si eran apresados, a la vez que sus campanillos se arrojaban a un pozo. Igualmente, un nuevo sacerdote que llegó a la localidad hizo extensiva la prohibición dentro de la iglesia, pues algunos de los vecinos iban ebrios.

Actualmente, aunque está suspendida a la Vigilia Pascual, los vecinos continúan haciendo sonar sus campanillos por las calles, motivo por el cual el actual alcalde codoserano se ha puesto en contacto con el Arzobispado de Mérida-Badajoz para tratar de recuperar la tradición, aunque con algunos cambios, como que sean los niños quienes entren en el templo mientras se canta el Aleluya y suenan las campanas de la iglesia.

Algo parecido ocurría hasta hace algunos años en Olivenza; el Sábado de Gloria era igualmente muy ruidoso. Los muchachos oliventinos, cuando las campanas de la iglesia proclamaban la resurrección de Jesús, provistos de cencerros, cascabeles y de latas de conservas, se concentraban en la puerta de la iglesia y recorrían las calles del pueblo con notable alboroto. No faltaban, tampoco, el carnero con un descomunal cencerro colgado al pescuezo, ni los borregos adornados con cintas de colores.

Otra localidad badajocense donde se celebra el Aleluya es Villar del Rey, donde después de la misa del Sábado Santo un grupo de jóvenes, provistos de campanillos, esquilas, cascabeles y otros instrumentos de percusión, irrumpen en la iglesia parroquial al canto del Gloria. Entran ordenadamente por una puerta haciendo sonar sus instrumentos y salen por la otra. Luego y durante toda la noche y la madrugada del Domingo recorren las calles del pueblo anunciando la Resurrección.

Igualmente, la costumbre del Aleluya persiste en otras dos localidades badajocenses: Zafra, Talavera la Real y Jerez de los Caballeros.

En la primera, los padres compran un pequeño cordero para sus hijos, como símbolo del Cordero Pascual, que los chiquillos, vestidos de pastorcillos, adornan con esquilas, cintas y lazos de colores. Cuando finalizaban las vacaciones pascuales y los chicos volvían al colegio, se sacrificaban los corderos para hacer una caldereta que se comía el domingo siguiente o de Quasimodo para celebrar la Resurrección. Antes acudían a La Pradera. Actualmente se celebra en la ermita de Belén.

El Domingo de Resurrección se celebra en Trujillo la fiesta del Chíviri, en la que numerosos trujillanos se visten con trajes tradicionales y cantan y bailan formando corros al ritmo de canciones populares, aunque antiguamente en la plaza se vendían los corderos pascuales, vestían a sus hijos de pastores y los paseaban junto a sus corderos por el centro de la ciudad.

En Talavera la Real los actos recibían el nombre de ‘toque de la Aleluya’ y ‘correr la Aleluya’. Este ‘correr’ duraba toda la noche, durante la cual antiguamente los pastores y campesinos recorrían las calles y plazas al objeto de anunciar la Resurrección de Cristo. Algunos grupos penetraban en el interior de las viviendas que tuvieran abierta la puerta principal y salían por la falsa. Luego, al amanecer, los mayores eran sustituidos por los jóvenes y pequeños que continuaban cencerreando hasta el mediodía y recorriendo el pueblo de tienda en tienda, donde se les eran lanzadas al voleo golosinas, castañas pilongas, higos, etc. Ello formaba tal maraña de niños intentando coger a rebatiña tales manjares que muchos de ellos terminaban con heridas por todo el cuerpo.

En Jerez de los Caballeros, en la Aleluya de Resurrección, una mujer corre hacia la Fuente de los Santos a la carrera. Representa a María Magdalena y va a dar la noticia de la Resurrección a los discípulos Pedro y Juan, que igualmente emprenden veloz carrera para comunicar la noticia a la Virgen y cuando aparece el Resucitado se organiza la procesión del encuentro.

En otros lugares, como Segura de León, se ha perdido por la influencia de un sacerdote, como sucedió en La Codosera, donde se está intentando recuperar la tradición. 

Otra particularidad de la Pascua de Resurrección en Extremadura son las ‘enramás’ y las fiestas de emparejamiento, de las que se ha escrito mucho en publicaciones de nuestra comunidad.

Para finalizar, cabe señalar que las albricias, aunque no tengan que ver en este caso con la Semana Santa, también eran el regalo que se daba o se pedía con motivo de un fausto suceso. Así, por ejemplo, cuando don Francisco Gómez de Sandoval y Rojas, duque de Lerma, dio la noticia a Felipe III estando este en Denia de la llegada de la flota de Indias, le pidió albricias y el rey, esplendido y gozoso con la noticia, no se anduvo con chiquitas y le dio 50.000 ducados.

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