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Los niños robados

Los niños robados. Grada 178. Félix Pinero
Foto: Pixabay. Alexa_Fotos
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No hubiere nada peor para una madre que perder a un hijo para siempre, más aún si está vivo, pero no sabe dónde. Se lo han arrebatado. No puede ni ir a verle, aunque supiere dónde está. Peor aún si hablamos de miles de niños deportados a la fuerza a campos de reeducación y orfanatos. Ya es un problema de Estado, porque se trata de suprimir la identidad, la historia y la cultura de un país, su futuro mismo. Una nación de abuelos y madres con sus descendientes robados, sin comunicación entre ellos, preparándose para ser soldados de otra patria, sin posibilidad alguna de relevo generacional…

Si es difícil hoy ser padres, perder a un hijo robado lo fuere aún más. Los niños robados no tendrán padres, aun adoptivos; no conocerán el cariño de sus padres biológicos ni podrán llamarles cuando los necesiten. Más aún: tendrán otra patria que no es la suya. Serán soldados de ella a la fuerza.

Dónde están quienes antes fueron a los centros donde les hubieren llevado, antes campamentos infantiles, hoy convertidos en centros de adoctrinamiento e instrucción. Ni sus padres lo saben. Ni sus secuestradores lo dicen. No hay Convención de Ginebra para ellos ni los hechos derivados de una guerra son crímenes de guerra. En la guerra vale todo; pero no esto.

Las familias callan, oprimidas por los bombardeos y la escasez de alimentos, entre la angustia de seguir vivos y el miedo por los hijos perdidos, que nadie les devolverá. Los niños y sus madres son quienes más sufren la violencia de la guerra y de algunos padres desnaturalizados, que les abandonan, maltratan, no les escolarizan, les encierran, nos les tuvieren alimentados y limpios… Son los más vulnerables y frágiles. Pagan con secuestro su vida presente y futura y, con ellos, sus padres, unos en la guerra y otros en la paz.

No hay presente en la vida de muchos tras arrebatarles sus descendientes. Sus padres ya no serán quienes les dieren la vida; su país será otro, aun próximo. No conocerán una infancia protegida entre mimos y juegos. Su vida será ya otra vida, lejos de su aldea, de sus progenitores, de su colegio, familia y amigos.

Quienes raptan a los niños, quienes les arrebatan su hogar, son aquellos inhumanos que dicen a sus madres y esposas: “Te daré donde más te duele”, arrebatándoles y quitándoles la vida a sus propios hijos. Son los soldados que raptan a los niños llevándoselos lejos de sus madres.

Los niños no son el enemigo de nadie, sino el fruto sagrado del amor. Los niños son el futuro, que nada ni nadie puede arrebatarnos, ni aquí ni en países lejanos. “Los poderes públicos han de asegurar la protección integral de los hijos, que son iguales ante la Ley, con independencia de su filiación… Los niños gozan también de la protección prevista en los acuerdos internacionales que recogen sus derechos”. (Artículo 39 de la Constitución Española). Así debiere ser, pero no fuere…

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