Otro de los nombres utilizados por nuestros antepasados y que, como tantos otros, se perdió con el transcurrir del tiempo, es el de Eburo, que tiene también su versión femenina Ebura. Además, con esta misma raíz, aparecen otros nombres similares como Eburia, Ebureino, Eburino, Eburiano, Aebaro, Aeburo, Aeburina, y algunos más que no voy a enumerar. Son nombres indígenas con una amplia dispersión en la Península Ibérica que se extiende por territorio galaico, entre los astures, Lusitania, la Celtiberia y también por la Bética.
Pero no solo lo encontramos como un componente onomástico, también aparece asociado a topónimos, cuyo caso más significativo es el de la actual ciudad portuguesa de Évora, en la antigua Lusitania, y otras ‘Ebora’ distribuidas por amplios territorios de la Península Ibérica en época romana.
Bien como nombre de persona o formando parte de topónimos se detecta también fuera de nuestras fronteras, en otras provincias del imperio romano, como en Britania (‘Eburacum’), la Galia (‘Eburodunum’) e incluso en la propia ciudad de Roma (‘Aeburia Artemisa’).
‘Eburos’ es el término para designar el tejo o ciprés, pero también puede tener un significado de rojizo, oscuro, marrón. Esta conífera prolifera en ambientes montañosos y húmedos muy abundante en todas estas regiones. Concretamente, el tejo común o tejo negro es originario de Europa occidental, central y meridional. Su madera fue utilizada para la fabricación de muebles y, sobre todo, se empleó en la elaboración de una de las armas más utilizadas a lo largo de la historia, el arco. Era un árbol sagrado para muchos pueblos europeos y, por su longevidad, fue escogido por el cristianismo como símbolo de la eternidad del alma.
Este antiguo nombre tiene presencia en la epigrafía cacereña de época romana, con testimonios en inscripciones procedentes en su mayor parte del área de influencia de la antigua ciudad romana de ‘Turgalium’ (Trujillo), concretamente en las localidades de Puerto de Santa Cruz, Villamesías, Herguijuela y Cañamero.
De Cañamero es esta preciosa inscripción que se descubrió formando parte del pavimento de la plaza de la Villa Vieja y cuya fotografía acompañamos. En ella Abita conmemora a la pareja formada por Ebaro y Successa, seguramente sus padres. También aquí aparecen los nombres de los progenitores de los difuntos que amplían el panorama onomástico de Iberia.
Se confirma así, una vez más, la importancia de la Epigrafía como fuente primordial para conocer diferentes aspectos de la vida de los pueblos indígenas que habitaban la península Ibérica.
