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María Isabel Mijares y García-Pelayo. Pionera

María Isabel Mijares y García-Pelayo. Pionera
Foto: Patty Gruart
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Química, enóloga, experta en análisis sensorial, primera mujer en presidir un consejo regulador de una denominación de origen, Premio internacional de cata de vinos, asesora técnica principal en proyectos vitivinícolas de la ONU… podría seguir, el currículum es interminable.

Otro de los puntos a resaltar serían también el de embajadora permanentemente de los vinos de su tierra, lo cual la llevó entre otras muchas cosas a ser presidenta honorífica de la Asociación de mujeres amantes del vino de Extremadura (Mavex).

No hubo intervención suya en la que no hablara orgullosa del potencial vitivinícola de la Ribera del Guadiana y alrededores, a la vez que, con sutileza, claridad y respeto, daba a entender en qué se estaba errando para conseguir el despegue del sector en esta región, dejando en evidencia la falta de habilidad o de ganas de los responsables políticos, unos detrás de otros, y demás piezas del sector para el diseño y la ejecución de un camino a seguir.

María Isabel Mijares y García-Pelayo nos dejaba hace unas semanas un legado cultural gastronómico incalculable. Quizá su ejemplo más reseñable sea el de acercarnos los conocimientos tras estudiar con Émile Peynaud, quien estableció las bases de la enología moderna como ciencia, las bases de la vinificación y una estructuración de la técnica de cata y de la filosofía del saber beber. Trabajó con él, entre otras cosas, en la traducción de algunas de sus obras del francés. Y todo esto siendo mujer y perteneciendo a una generación en la que ellas lo tenían aún más difícil que hoy (sí, aún más), desde finales de los años 60.

Hace algunos años (incluso décadas) el mundo gastronómico se vio rodeado de un esnobismo que echaba para atrás, casi esperpéntico a veces. Por ello, además, el valor de su trabajo reside también en la introducción de un lenguaje, un vocabulario, un código para entender y comunicar el mundo del vino que aúna lo profesional con lo llano, huyendo de lo ridículo y abriendo la puerta a todos los interesados, sin dejar de lado los conocimientos técnicos a la vez que no te hacía sentir excluido. Cuando uno se encuentra la vereda ya abierta es más fácil de seguir, pero en su caso estamos hablando de una mujer pionera en su trabajo, lo cual aumenta la valoración.

Todo esto queda condensado en el que quizá sea su libro más representativo, compartiendo autoría con José Antonio Sáez Illobre, muy recomendable si la intención es iniciarse en el camino que va desde la materia prima puramente agronómica hasta lo más crudamente comercial, pasando por todos los eslabones intermedios de la cadena. Se trata de ‘El vino, de la cepa a la copa’, con prólogo de Peynaud.

Cuando la conocí impartía clases, hacía vino en Chile… y he tenido la suerte de poder darla a conocer a otras personas que se introducían en este mundo y que quedaron agradecidas por tenerla cerca y porque no ha parado hasta el final. En definitiva, ha ayudado a que muchos nos introduzcamos y amemos este mundo. Puede que esto sea lo que más le llenara oír, así que gracias, María Isabel. ¡Salud!

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