Cualquier ciudadano puede comprobar que en cualquiera de los centros de salud del Estado español se tiene una consideración especial con las personas en sillas de ruedas. Esto se puede corroborar en las consultas médicas situadas en plantas altas, que como mínimo cuentan con rampa y ascensor. El caso es que hoy en día es inimaginable que las personas en sillas de ruedas solo puedan acceder a través de una empinada escalera a sus consultas.
No obstante, la lógica usada en la moderna planificación de la accesibilidad en los servicios médicos que sitúan paneles de turnos visuales en las consultas de oftalmología es insuperable. ¡Qué ironía tan sutil! ¿Qué podría ser más apropiado que exigirle a una persona con déficit visual que dependa de su vista para saber cuándo es su turno?
Pongámonos en situación. Llegamos a la consulta de oftalmología con un severo déficit visual; como a todos, nos dan un número y nos indican que debemos estar atentos a los paneles de turno para saber cuándo es el momento de entrar en la consulta. Y allí nos encontramos, mirando con detenimiento; bueno, más bien intentando ver esos números brillantes y pequeños que cambian en los paneles. Es fácil pensar que es nuestro primer test de evaluación de la visión antes de entrar a la consulta. ¡Es fantástico! De esta forma seremos conscientes de lo mal que estamos si no podemos leer esos números. ¡Seguro que necesitamos esta cita!
¿Y cuáles son las soluciones que ofrecen? Pues la bondad de extraños o de nuestra audacia para preguntar continuamente si hemos sido llamados ya. Claro está, siempre hay alguien que nos puede llamar por nuestro nombre. ¡Qué idea tan revolucionaria para los pacientes con déficit visual con un sistema diseñado específicamente para aquellos que no pueden ver bien!
Es aquí cuando se hace realidad el refranero español: “Dios da paneles de turnos a los que ven mal”.