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Pasado con memoria (III). José Luis Rodríguez Plasencia

Pasado con memoria (III). José L. Rodríguez Plasencia
Foto: Campesinos durmiendo, Picasso.
Léeme en 14 minutos

Esperemos que la memoria no nos falle.

Los Gabrieles
Modo con que coloquialmente nos referimos a los garbanzos del cocido, a los que igualmente se les conoce con la trasposición o metátesis de grabieles. También se les entiende, especialmente en el decir de los madrileños, de donde al parecer es originario el vocablo, como ‘gabis’. Sobre su posible origen se ha emitido más de una hipótesis, aunque la que cuenta con más adeptos es la que considera que se relaciona con su época de siembra, que suele coincidir con la festividad del arcángel San Gabriel.

Siesta
Como se sabe la siesta es el tiempo destinado para dormir o descansar después de la comida de mediodía, especialmente en verano, que es cuando más aprieta el calor. La palabra siesta deriva de la hora sexta romana, momento en el cual los romanos solían descansar y dormir: sextear.

En el mundo cristiano la implantación de la siesta se debió al monje benedictino San Benito de Nursia, monje considerado como el iniciador de la vida monástica en Occidente. Este monje del siglo VI instauró una serie de reglas o normas monacales entre las que se encontraba la que obligaba a los monjes a acostarse en total silencio durante la hora sexta (entre las dos y las tres de la tarde) para coger fuerzas y así cumplir fielmente con sus deberes el resto de la jornada.

En Andalucía suele conocerse como ‘cabezá’ al cabeceo sestero que dura algún tiempo y cabezaíta al de corta duración. Igualmente, este corto período de somnolencia se conoce, aunque no solo en tierras andaluzas, como ‘quedarse traspuesto’ y en menor medida como ‘estroncaíto’ o ‘entroncaíto’.

Santiamén
Es un sustantivo que señala un período de tiempo muy breve, utilizado principalmente como locución adverbial coloquial: “En un santiamén”.

Este sustantivo se remonta a cuando las misas se decían en latín, misas que el sacerdote finalizaba con la frase ‘In nomine Patris, et Filii et Spiritus Sancti, Amen’. Los feligreses, para pronunciar el final de esta frase lo más rápido posible, decían santiamén, de ahí que pueda señalarse que el sustantivo se originó en el aburrimiento que aquellos oficios religiosos despertaban en los asistentes a ellos.

Paco
Este sustantivo propio, nombre cariñoso de Francisco, se escribía Phranciscus en latín. Más tarde se abrevió en Phacus; de donde procede el actual Paco.

En Andalucía, principalmente, varió en Francisquito, y también en Francisquito y Frasco. Igualmente varió en Frasciscurro, que no tardó en abreviarse, dando lugar a Curro y su diminutivo Currito.

Quico parece ser una imitación de la pronunciación infantil de Phranciscus.

Canadá
Se cuenta que, en 1590, cuando los navegantes portugueses remontaron el río San Lorenzo acompañando a Gaspar Corterreal, pensaron que aquellas aguas correspondían a un brazo de mar que enlazaba el océano Atlántico con el Pacífico. Mas cuando llevaban varios días de navegación empezaron a no ver claro que fuese el brazo que supusieron en un principio, sino un río. Así que, desilusionados, se dieron la vuelta, exclamando:

– ¡Ca! ¡Nada!

Los nativos oyeron estas palabras y cuando más tarde aparecieron otros exploradores europeos por aquellas tierras, se las repitieron, de modo que estos tuvieron el convencimiento de que aquél era el nombre del territorio.

Tal es, según algunos, el origen del nombre de Canadá. El acento en la última vocal se debería a la costumbre francesa de hacer agudas todas las palabras.

¡Alirón! ¡Alirón!
José María Iribarren recoge lo siguiente sobre la historia de este popular estribillo que, durante varias décadas, “ha sido grito de guerra y de victoria en las contiendas futbolísticas”.

En el año 1913 y en el teatro Romea de Madrid, la cupletista Marietina estrenó la canción del Alirón, con música del maestro Gaspar de Aquino y letra de Álvaro Retana, que decía así:

En Madrid se ha puesto en moda
la canción del ¡Alirón!,
y no hay nadie en los Madriles
que no sepa esta canción.
Y las niñas ya no entregan
a un galán su corazón
si no sabe enamorarlas
entonando el ¡Alirón!
¡Alirón! ¡Alirón, pon,
pon, pon, pon!

El estribillo era coreado por el público, lo que hizo que el cuplé obtuviera gran éxito y fuese incorporado a su repertorio por La Goyita (Teresita Zazá), Preciosilla (Paquita Escribano), Adelita Lulú y otras artistas del género.

Teresita Zazá estrenó el ¡Alirón! en el Salón Vizcaya, de Bilbao, coincidiendo con los éxitos deportivos del Athletic bilbaíno. Debido a esto, el público, ante el asombro de Teresita, rectificó el estribillo, entonando espontáneamente el de:

¡Alirón! ¡Alirón!
¡El Athlétic es campeón!

Fue tal el triunfo de la tonadilla, continúa Iribarren, que sus autores la ampliaron añadiendo:

En España entera triunfa
la canción del ¡Alirón!,
y no hay chico deportista
que no sepa esta canción.
Y las niñas, orgullosas,
Hoy le dan su corazón
a cualquiera de los once
del Athlétic campeón.
¡Alirón! ¡Alirón!
¡El Athlétic, campeón!

Los autores de aquella nueva letra le añadieron una segunda parte, que decía:

Hoy el fútbol en España
es la máxima afición,
y la gente se emociona
con los ases del balón.
Y lo mismo en Indochina
que en Italia y el Japón,
todos cantan las proezas
del Athlétic campeón.
¡Alirón! ¡Alirón!
¡El Athlétic, campeón!

El Góndolo
Cuentan que en un pueblo de la serranía de Huelva (Aroche, por más señas), el alcalde, en sesión ordinaria, propuso al pleno municipal la construcción de un parque acuático.

– En el parque –especificó el alcalde– pondremos unos patos.

– Y unas patas –apoyó el teniente de alcalde.

– Y unos pavos reales –continuó el alcalde.

– Y unas pavas –insistió su segundo en el mando.

– Y también podríamos traer unas góndolas, dos o tres – insistió el primer edil.

– Y dos o tres góndolos, p’a que críen – apostilló el otro.

También hay quien dice el suceso tuvo lugar en Valladolid en tiempos de la II República, cuando un concejal de dicha ciudad propuso que se adquiriera una góndola para el estanque del Campo Grande y otro munícipe opinó que de traer una góndola era conveniente traer también un góndolo, para que criasen.

Laicos
Cuenta Vicente Vega en su ‘Diccionario ilustrado de anécdotas’ que los extremos a que llegó el laicismo en España durante la II República dieron lugar “a sucedidos verdaderamente curiosos”. Y a continuación reseña la siguiente noticia, que apareció en el diario madrileño Aurora con fecha 16 de noviembre de 1931:

“En Abejar (Soria) falleció un vecino. Enterado del caso, el párroco acudió inmediatamente a casa del difunto, pero el alcalde no le dejó entrar, pues, para ello había que ser laico. Al día siguiente se verificó el entierro, civil, desde luego, y al regresar del cementerio, el alcalde dijo a la viuda:

– Como aquí somos laicos, ante todo, el cura no ha ido, porque para eso estaba yo allí, para impedírselo.

– ¡Muy bien! – corearon todos –. ¡Lo primero es ser laico!

– Ahora –añadió el alcalde a continuación– recemos un padrenuestro por el alma del difunto.

Y todos se pusieron a rezar.”

Sin reposo
Durante la Edad Media se puso en práctica un suplicio llamado sin reposo. Consistía en una jaula donde el reo no podía estar ni de pie, ni sentado, ni acostado. En aquel tormento, el condenado vivía pocos días. Sin embargo, se cuenta de un hombre que vivió en una de esas jaulas 16 años y que, una vez en libertad, llegó a morir de muy viejo.

Azul: Niño / Rosa: Niña
El azul se identifica con los niños porque, según creencias muy antiguas, ese color era un poderoso amuleto contra los espíritus malignos que suelen rodear a los recién nacidos, al asociarse con el cielo y los ángeles buenos.

Por otra parte, a las niñas se las identifica con el color rosa porque según otra leyenda, al parecer más moderna, estas nacerían del interior de las flores de igual nombre.

Anuncios
El anuncio es un medio de comunicación entre personas, como puede serlo el periódico, la radio o la televisión; de ahí que la sección ‘Anuncios por palabras’ se convirtiera en una sección indispensable, y altamente rentable, vital, para cualquier medio de comunicación escrito, máxime años atrás, cuando estos eran el único medio de oferta para muchas personas.

Entre estos anuncios hay algunos que no dejan de ser curiosos, no ya por los posibles gazapos que en ellos puedan deslizarse, sino también por su contenido. Véanse, si no, los siguientes ejemplos, algunos de ellos no aparecidos precisamente en periódicos:

Vicente Vega, en su ‘Diccionario ilustrado de Rarezas, Inverosimilitudes y Curiosidades’, recoge los siguientes:

  • Este, aparecido en un periódico alemán: “Viuda de un ferroviario, corazón joven, contraería matrimonio, preferentemente ferroviario, por tener en buen estado los uniformes del primer esposo”.
  • Este, del diario Ayer (Diario de Jerez de la Frontera, Cádiz, 27/12/1953): “Farmacia Luque. De guardia, domingo y lunes velada artística como final”.
  • El siguiente en ABC (Madrid, 03/02/1954): “Zapatos de cocodrilo, lagarto y otros reptiles con sus abrigos de piel, para el aperitivo”.
  • Otro, aparecido en La Vanguardia Española (Barcelona, 05/11/1954): “La ‘gran borrachera’. El mayor éxito de Manuel Halcón al precio de 30 pts. […] Se sirve por teléfono contra reembolso”.
  • También en La Vanguardia (Barcelona, 30/11/1953), apareció este sorprendente y sugestivo anuncio: “Me pondría en combinación para vender desperdicios de leña durante todo el año. Telf…”.

Aparte de los recogidos por Vicente Vega, véanse estos otros:

En una tienda de Madrid apareció un anuncio de traspaso redactado en verso, al parecer obra de uno de los inquilinos de la casa, más o menos poeta. El cartel rezaba así:

Esta tienda se traspasa
con permiso del casero;
dará razón el portero
que vive en esta misma casa.

Cuenta Jardiel Poncela que en su primer viaje a Nueva York, en 1932, vio colgado en la fachada de una tienda de muebles el siguiente anuncio: “Muchachos: poned la novia, que nosotros pondremos todo lo demás”.

Colgado en una tienda de electrodomésticos se veías el siguiente aviso: “¡Señora! Reparamos rápidamente, y a buen precio, cualquier cosa que su marido haya arreglado”.

Y, por último, una señora inglesa, la señora Gordon, insertó en el Times un anuncio donde ofrecía un loro “demasiado hablador, muy escandaloso y con un vocabulario poco conveniente”. Las demandas superaron con creces las más optimistas perspectivas.

Va de alcaldes
Durante el pleno municipal de cierto pueblo, una concejala de la oposición increpa al alcalde:

– ¡Eres un imbécil!

– Eso mismo dijo mi mujer –responde el aludido–; y por eso no me votó.

Cuentan que cierto alcalde brasileño, que se presentó candidato a las elecciones administrativas, inició su campaña electoral diciendo:

– Mis adversarios me acusan de malversación de fondos municipales. Puedo demostrar que es una mentira vergonzosa. Y si no, ¡que se derrumbe la tribuna, y yo con ella!

Y en aquel preciso momento la tribuna de vino abajo.

El candidato suspendió su campaña electoral.

Cuentan que cierto cacique pueblerino, cuando había elecciones, se aposentaba a la puerta del colegio electoral e iba entregando a sus convecinos un sobre conteniendo ya la respectiva papeleta de voto. Y cuentan también que, si algún elector curioso intentaba abrir el sobre para saber el candidato que iba a votar, el susodicho cacique le propinaba un contundente papirotazo, mientras le decía:

– ¿Qué vas a hacer, Fulano? ¿No sabes que el voto es secreto?

Dicen que cierto alcalde aragonés recibió la orden de llenar un padrón de estadística que contenía varias casillas, referentes al número de vecinos, estado sanitario, clima, etc. Parece ser que, entre el alcalde, el secretario y los concejales fueron llenando satisfactoriamente las primeras casillas. Pero, al llegar a la del clima, se quedaron atascados, sin saber qué responder. Y parece ser que salieron del atolladero poniendo: “Clima no hay. Pero si es menester, lo encargaremos a Zaragoza”.

En relación con esto del clima cuentan también que la comisión vecinal de un pueblo madrileño acudió al Ministerio de la Gobernación solicitando que se les eximiese por un año del pago de las contribuciones, ya que el temporal les había dejado sin cosechas.

– Algo habrán salvado ustedes –les objetó el subsecretario que les atendía.

– No, señor –contestó el alcalde, que llevaba la voz cantante–. Todo se ha perdido.

– Pero si los trigos se han perdido –insistió el funcionario–, tendrán patatas…

– Allí no hay patatas.

– Bueno: quien dice patatas, dice las viñas.

– Allí no hay viñas.

– Bien; pero la huerta….

– Allí no hay huerta.

– Entonces, ¿qué clima tienen ustedes allí?

– Allí no hay clima, señor subsecretario.

Cuenta Iribarren en ‘El porqué de los dichos’, página 329, que en el año 1870 los republicanos españoles, contrariados por el hecho de que las Cortes Constituyentes hubieran votado la Monarquía como forma de gobierno promovieron numerosos disturbios, motines y algaradas.

Un día la sedición estalló con violencia en una populosa capital levantina, cuyo gobernador, hombre de escasa instrucción pero de gran energía, consiguió sofocarla rápidamente.

El gobernador telegrafió al ministro de la Gobernación, don Nicolás María Rivero, la buena noticia y le anunció que le escribía, dándole detalles de su gestión.

La carta, muy defectuosa de redacción y de ortografía, terminaba así: “Como digo al señor ministro, ‘hayer’ dominé la situación, que se presentó dificultosa; si ‘oy’ se repitiera, que no lo espero, el motín quedaría sofocado en el acto”.

Don Nicolás María Rivero contestó a su subordinado, felicitándole por su actuación y ofreciéndole una recompensa; pero al final le decía: “No quiero concluir sin darle un consejo que le será útil seguir: la hache es una letra moderna; no es de ‘ayer’, es de ‘hoy’”.

Riqueza del lenguaje castellano
Fruto de la musa popular anónima recorrió el territorio nacional durante el año 2001 el escrito siguiente:

Un ejemplo de la riqueza del lenguaje castellano es el número de acepciones de una simple palabra, como puede ser la muy conocida y frecuentemente utilizada, que hace referencia a los atributos masculinos: cojones.

Si va acompañado de un numeral, tiene significados distintos, según el número utilizado. Así uno significa caro o costoso (“valía un cojón”); dos significa valentía (“tiene dos cojones”); tres significa desprecio (“me importan tres cojones”); un número grande y par significa dificultad (“lograrlo me costó mil pares de cojones”).

El verbo cambia su significado. Tener valentía (“aquella persona tiene cojones”), aunque en admiración puede significar sorpresa (“¡tiene cojones!”); poner en pie un reto, especialmente si se pone en algunos lugares (“puso los cojones encima de la mesa”); o para amenazar (“le corto los cojones”).

El tiempo del verbo utilizado cambia el significado de la frase. Así el tiempo presente indica molestia o hastío (“me toca los cojones”); el reflexivo indica vagancia (“se tocaba los cojones”); pero el imperativo significa sorpresa (“¡Tócate los cojones!”).

Los prefijos y sufijos modulan su significado: ‘a’ expresa miedo (“acojonado”); ‘des’ significa cansancio (“descojonado”); ‘udo’ indica perfección (“cojonudo”); pero ‘azo’ se refiere a la indolencia o abulia (“cojonazos”).

Las preposiciones matizan la expresión. ‘De’ significa éxito (“me salió de cojones”); o cantidad (“hacía un frío de cojones”). ‘Por’ expresa voluntariedad (“lo haré por cojones”); ‘hasta’ expresa el límite del aguante (“estoy hasta los cojones”); ‘con’ indica el valor (“era un hombre con cojones)”; y ‘sin’ la cobardía (“era un hombre sin cojones”).

Es distinto el color, la forma, la simple tersura o el tamaño. El color violeta expresa el frío (“se me quedaron los cojones morados”); la forma expresa el cansancio (“tenía los cojones pelados de tanto repetirlo”). Es importante el tamaño y la posición (“tiene dos cojones grandes y bien plantados”); sin embargo, hay un tamaño máximo (“tiene los cojones como el caballo de Espartero”) que no puede superarse, porque entonces indica torpeza o vagancia (“le cuelgan”, “se los pisa”, “se sienta sobre ellos”, e incluso “necesita una carretilla para llevarlos”).

La interjección “¡cojones!” significa sorpresa, y cuando uno anda perplejo los solicita: “¡Manda cojones!”.

En ese lugar reside la voluntad y de allí surgen las órdenes: “me sale de los cojones”.

En resumen, será difícil encontrar una palabra en castellano o en otros idiomas con mayor número de acepciones.

Falsas creencias
Son muchos los conceptos y los sucesos que de una u otra forma, o por un motivo u otro que no viene a cuento analizar aquí, han llegado hasta el presente sembrando el error entre quienes, de una forma u otra, se interesaron por ellos. He aquí algunos ejemplos.

Es falso que el famoso soldado de Maratón que corrió desde el campo de batalla hasta Atenas para comunicar la victoria contra los persas hiciera el trayecto de 40 kilómetros en dos días. Fidipido, que así se llamaba el famoso soldado, fue enviado antes de la batalla a Esparta, y no a Atenas, al objeto de informar sobre la llegada de los persas y solicitar más ayuda a las ciudades griegas. Corrió 240 kilómetros en dos días. Al menos eso es lo que cuenta el historiador Heródoto.

Tampoco es cierto que las personas suban tres veces a la superficie antes de hundirse definitivamente y ahogarse. En trance semejante cualquier cuerpo humano asciende, porque este pesa poco más que el agua, máxime si es impulsado por los movimientos desesperados y angustiosos con brazos y piernas de quien se está ahogando. Y solo cuando el cuerpo ha aumentado de peso, por habérsele llenado el estómago y los pulmones de agua, se va al fondo, donde permanecerá si en la caída se da un golpe en la cabeza con cualquier objeto duro.

Igualmente es erróneo que Isabel I de Castilla, la Católica, jurase seguir con la misma camisa hasta no conquistar Granada. Quien sí parece que hizo tal juramento de no cambiarse de camisa fue Isabel Clara Eugenia, emperatriz de Austria, que pospuso tal cambio hasta el día en que tropas austriacas conquistaran la ciudad de Ostende. Y ello llevó tres años.

También es falso que el piloto del B-29 (el capitán Robert Lewis) que lanzó la primera bomba atómica sobre Hiroshima ingresase en un convento trapense, arrepentido de la atrocidad que había provocado. Una vez terminada la guerra, Lewis se reincorporó a una fábrica de confitería de Nueva Jersey que abastecía de chicles y bombones a los cines de la periferia de Nueva York, donde antes de ser movilizado ocupó el cargo de jefe de personal.

Hasta hace poco fue creencia generalizada que el médico español Miguel Servet murió en la hoguera el 27 de octubre de 1553 por haber divulgado sus descubrimientos sobre la circulación de la sangre. Falso. Servet fue víctima del fanatismo religioso de Calvino, el reformador suizo, que le hizo quemar vivo junto con su libro ‘Christianismi Restitutio’. Por cierto, el suplicio se prolongó más de lo acostumbrado porque la leña empleada en la hoguera estaba húmeda y no ardía bien.

Tampoco es cierto que la guillotina fuese inventada por el doctor Guillotin, ni que fuese uno de los muchos que probaron los efectos del invento. En realidad, no se sabe quién fue el inventor del aparatito en cuestión. Se sabe que en la Italia del siglo XVI hubo ya uno parecido, llamado ‘mannaia’, y que la primera guillotina francesa fue la de los señores Schamidt y Clairin, que el doctor Louis empleo para decapitar carneros. Este mismo doctor presentaría en 1792 a la Asamblea Nacional el aparato, que lo aceptó como medio rápido de ejecución. El doctor Guillotín, por su parte, se había limitado a pedir en 1789 en la Asamblea francesa el mismo género de suplicio para todos los reos. Y murió en su cama en 1814, lamentando que tan sangriento artilugio llevara su nombre.

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