Predica, predica, que de tus palabras los sueños comen.
Hablemos del coco
Duérmete niño,
que viene el coco
y se lleva a los niños
que duermen poco.
Es de asegurar que esta nana es suficientemente conocida tanto en Extremadura como en otras provincias de la Península y en Sudamérica, aunque con distintas variantes o versiones. Y no me extrañaría que yo hubiera sido uno de esos niños, pues en mi localidad de nacimiento (Cilleros) también era común entre las madres para dormir a sus peques perezosos.
¿Pero, qué es un coco? En su primera entrada, el Diccionario de la Real Academia dice que el coco es el fruto del tamaño y forma de un melón regular propio de la especie tropical cocotero, la palmera más cultivada a nivel mundial. Y en significaciones posteriores, coloquialmente cabeza humana, gesto o mueca y el sujeto principal algunas expresiones o locuciones verbales coloquiales:
- Parecer o ser un coco, como referencia a alguien que es muy feo
- Comerse el coco, para indicar que se está pensando de forma obsesiva y constante sobre un asunto al que no debía dársele mucha importancia
- Comer el coco, cuando de forma insistente se pretende influir en el pensamiento de alguien, induciéndole a hacer cosas que de otro modo no haría
- Caerse de un coco, para exteriorizar que alguien se ha llevado un chasco sobre algo
- Tener mucho coco, sinónimo de tener mucha inteligencia
- Estar mal del coco es lo mismo que estar mal de la cabeza, padecer de locura
- Patinarle a uno el coco, en España y algunos países de la América hispana se aplica a una persona que da signos de estar chiflada
- Hacer cocos es indicativo de que se halaga a alguien con fiestas o ademanes para persuadirle a hacer algo. Y si se aplica a los enamorados es hacer ciertas señas o expresiones para manifestarse su cariño
Y coco, cuco o cuculelé también eran palabras ficticias de origen ibérico (‘tenebrosa’, en el decir de algunos, o fantasma) con cuya presencia las madres amedrantaban o asustaban a sus hijos si ponían reparos a la hora de ir a dormir. Significado, el de fantasma asustador de niños, sobre el que va a versar esta segunda parte.
¿Pero, cómo era ese monstruo con que trataban de asustarnos nuestras madres a la hora de ir a la cama? Pues, aunando algunas de las versiones dadas en diversas localidades de la geografía peninsular, se trataría de un hombrón ancho de cuerpo y de aspecto de mono, pavoroso, peludo, encorvado, huesudo, de boca grande y pómulos prominentes. Aspecto que, como alguien escribió, “fue muy celebrado en las nanas maternas”, que a veces cambiaban el “se come a los niños” por el “se lleva a los niños” o nenes que no concilian el sueño.
¿Y por qué se dio a ese monstruo comedor de niños el nombre del fruto de la tropical palmera? El filólogo y etimólogo barcelonés Joan Corominas afirma en su obra ‘Breve diccionario etimológico de la lengua castellana’ que los hombres del almirante portugués Vasco de Gama llamaron así al fruto homónimo por comparación de la cáscara y sus tres agujeros con una cabeza con ojos y boca, como la del coco. A lo que habría que añadir el aspecto peludo del mismo.
Como se puede leer en la Wikipedia, “la costumbre otoñal e infantil de vaciar calabazas y tajar en su cáscara ojos, nariz y boca buscando una expresión severa, está lejos de ser una costumbre estadounidense importada. En Portugal (donde ‘côco’ es fantasma que lleva una calabaza vacía, a modo de cabeza) y Galicia esta es una tradición ancestral que tiene raíces en el culto o rito celta de las cabezas cortadas”. En la cultura gallega es el Samaín (adaptación de la palabra gaélica Samhain, “fin del verano”) una tradición que se mantuvo hasta hace unos 30 años. De donde se deduce que no viene de fuera, que no tiene nada que ver con la calabaza del Halloween pues, como alguien dijo, era una costumbre “que ya teníamos dentro”.
Hasta ahora, el testimonio más antiguo en lengua castellana que se conoce de la palabra coco se encuentra en el ‘Cancionero’ de Antón de Montoro, poeta satírico judeo-converso del siglo XV, donde se lee:
Tanto me dieron de poco
que de puro miedo temo,
como los niños de cuna
que les dicen ¡cata el coco!
Versos que nos confirman que el coco, como personaje, era ya conocido en 1445. Aunque coco, como nana, es del siglo XVII, recogida en la obra dramática el ‘Auto de los desposorios de la Virgen’, del licenciado Juan Caxesi o Caxés:
Ea, niña de mis ojos,
duerma y sosiegue,
que a la fe venga el coco
si no se duerme.
Otra de las canciones de cuna más antiguas conocidas referente al coco animal es portuguesa, recogida por el dramaturgo y poeta luso Gil Vicente, en el ‘Auto da Barca do Purgatório’, donde un niño identifica al diablo como el coco:
Mamá, y el coco está ahí
¿quieres estar con él?
Demonio: Pasa, pasa tú por aquí.
Niño: Y tú queréis dármelo a mí
Oh demonio que lo trajo a él.
Recordando otras nanas para intentar dormir a los perezosos niños, entre las más conocidas, además de la que encabeza este trabajo, tal vez esté:
Duérmete niño,
duérmete ya,
que viene el coco
y te comerá.
O la que tiene como variante el último verso, donde se dice que el coco te llevará. Otras versiones hay de esta nana además de la que encabeza este trabajo, que parece ser la más popular. Así, en Galicia, además de la referida, cantan:
Duérmete niño,
duérmete, amor,
duérmete niño
de mi corazón.
Duérmete niña
que tengo que hacer
lavar tus pañales,
planchar y coser.
Empero, en Argentina, Chile y Uruguay, prefieren la forma ‘cuco’ (en Brasil, ‘cuca’), variedad que ciertos etnólogos atribuyen a un “cruce entre el coco europeo y alguna deidad de origen africano (el diablo bantú ‘Kuku’) o maya (el dios ‘Kukulcan’) aunque el preferido sea coco; de ahí que en Puerto Rico y República Dominicana cambien el tercer verso y digan “que viene el cuco”.
En la provincia de Cuenca, el folclorista Pedro C. Cerrillo ha recogido algunas nanas menos conocidas sobre el coco, que recoge la Wikipedia, como la vehemente:
¡A dormir! ¡A callar!
Mira, que viene el coco
y te va a llevar.
Y la maliciosa:
Con decirle a mi niño
que viene el coco,
le va perdiendo el miedo
poquito a poco.
En otra variante, recogida en Madrid, el Coco es un robacunas:
Eee…
Si mi niño se durmiera
yo le haría una cunita
pero como no se duerme
viene el coco y me la quita.
Y, para concluir, pueden reseñarse aquellos ‘Versos ingenuos’ del venezolano Alejandro José Díaz Valero dirigido a los padres:
Cuando cantes canción de cuna
no te portes como un loco
asustando con el coco
a tu inocente criatura.
Bancarrota
Se trata de un sustantivo procedente del italiano ‘bancarotta’, quiebra comercial, y más comúnmente la completa o casi total que procede de falta grave, o la fraudulenta; ruina económica. Y, en sentido más comprensible, situación jurídica en la que una persona física, empresa o institución no puede hacer frente a los pagos que debe realizar porque estos son superiores a sus recursos económicos disponibles o activos.
Para encontrar el origen o el sentido del término hay que retrotraerse a la Italia el siglo XV, o XVI según otros, y especialmente a la República de Génova, donde era costumbre romper a martillazos los bancos o sillas de los prestamistas y cambistas que caían en insolvencia financiera.
En aquella época los comerciantes italianos se situaban en las plazas públicas más importantes o concurridas de cada ciudad para vender sus géneros, que colocaban o exponían en una especia de mostrador mientras ellos se sentaban en un banco frente a él.
¿Y qué ocurría si los negocios de los mercaderes en cuestión no prosperaban y caían en descrédito? Sencillamente, la Justicia determinaba que se rompiera su banco, especialmente en aquellos casos en los que se detectaba mala fe o falta de honradez, alertando así a la gente de que ese comerciante no era de fiar.
Como recoge el doctor en Derecho Comercial y Procesal Civil Kandall David Ruiz Jiménez, esta costumbre se fue extendiendo a otros países, manteniéndose la pena de romper el banco o derivando en otros castigos de lo más variopintos. En algunos casos los comerciantes que estafaban eran condenados a galeras (incluso en algunos estados franceses llegó a haber pena de muerte), mientras que en otros se quedaba en un correctivo sonrojante, “ya que los comerciantes podían ser perdonados a cambio de enseñar en público, en plena plaza, esa parte del cuerpo en el que ‘la espalda pierde su honroso nombre’; sí, el trasero, exactamente, sentándose en una piedra a la vista de todos”.
A modo de conclusión debe reseñarse que algún que otro investigador ha situado el origen de la costumbre de romper los bancos en la Barcelona del siglo XIV o XV. Señalan que en la Sala de Contrataciones de la Longa del Mar de esta ciudad catalana y en otras de la Corona de Aragón se instalaba para gestionar las mercancías del puerto la tabla o mesa de cambios de monedas y divisas (la ‘Taula de canvi’), que puede considerarse el precedente del primer banco público europeo. “Y cuando uno de los banqueros llevaba a cabo prácticas irregulares (escribe Óscar Picardo en la ‘Revista Disruptiva’) un vigilante rompía a martillazos el mostrador; esta humillación pública dio origen a la palabra ‘bancarrota’, que luego los italianos popularizaron”.
Normas de la casa
Que aparecían escritas en la pizarra de un bar:
Gritar solo de alegría
Besarse 1.000 veces al día
Reír a carcajadas
Abrazarse muy fuerte
Sonreír cada día
Llorar solo de emoción
Ser feliz y quererse un montón.
Y en otra:
Más vale un toma que dos te daré. Preferible.
No hay bar que para bien no venga.
Si para el amor no hay edad, para una cerveza o vino tampoco.
Con una cerveza no hay tristeza. Y con un buen vino, tampoco.
Supersticiones
Todos sabemos que las supersticiones son creencias extrañas a la fe religiosa y contrarias a la razón. Y que abarcan campos que van desde las que anuncian desgracias hasta las relacionadas con el embarazo y el parto, pasando por las referentes a la religiosidad, a los sortilegios amorosos y el noviazgo…
Y sobre la boda y el matrimonio se decía antaño (y puede que en algún lugar se siga pensando):
- Si el día de la boda llueve, la novia llorará mucho, y si hace sol, será dichosa
- Si en la misa se cae el yugo a los novios, es presagio de disgustos en el matrimonio
- Una pareja no está bien casada si no va después de la boda a tocar la campana de la ermita del pueblo
- El porvenir de la novia en el matrimonio es alegre o triste según como alumbre la vela de la novia durante la misa
- Si se celebran dos bodas el mismo día interviniendo en ellas dos hermanos o hermanas como cónyuge, morirá el más joven antes de cinco años
- Si la novia lleva perlas como adorno, llorará mucho, porque las perlas son lágrimas
- Para conseguir que en un matrimonio no haya paz, se hacen tres nudos en una cuerda, al tiempo que el sacerdote hace las preguntas del ritual de la boda. Los desposados pueden deshacer el maleficio si consiguen la cuerda, deshacen el nudo y lo queman
- La creencia de que el mes de mayo es de mal agüero para las bodas ha encarnado en el refrán castellano “boda en mayo, malas las llamo”
- Si se celebran dos bodas en la misma iglesia el mismo día, solamente es feliz el primer matrimonio
- Es de mal agüero echar un puñado de sal en el lecho de los recién casados, porque tendrán muchos disgustos
- Cuando los cónyuges están en las velaciones, aquel cuya vela se apaga primero morirá también el primero
- De los esposos, muere el primero aquel que tenga las orejas más pequeñas
- Si en el momento de poner a la mujer el anillo nupcial no llega al fondo del dedo, es que querrá mandar en su marido
- Soñar con una boda de personas desconocidas es presagio de entierro; de personas conocidas, augura felicidad pasajera; si la novia es soltera, honores; si es viuda, perjuicios; si es de la familia, peligro próximo; y si la boda es la propia del que sueña, indica beneficios
- Es augurio de matrimonio feliz y plácido que los novios entren con el pie derecho en el umbral de su casa. Y de matrimonio desgraciado, hacerlo con el pie izquierdo
- Si la novia ha llevado de soltera el hábito de Santa Rita, se pronostica un matrimonio desdichado
Refranes mexicanos en verso
Se supone que hace referencia al que no sabe vivir:
El que a los veinte no es valiente,
a los treinta no es casado
y a los cuarenta no es rico,
es gallo que clavó el pico.
No necesita explicación:
El que ama a mujer ajena
siempre anda descolorido,
no por el amor que siente
sino por miedo al marido.
Para lamentar las penas del amor:
Mira mi cara sin vida,
mira mi sangre sin venas,
mira mis ojos sin brillo
y aprende a querer, ¡morena!
No debemos ocuparnos en juzgar lo que nos incumbe.
Que tenga la boca grande,
que tenga la boca chica,
si no has de ser su marido
¿por qué le tomas me didas?
Un piropo de enamorado:
Quisiera ser periquito
para andar siempre en el aire,
y allí decirte secretos
sin que los oyera nadie.
Copla que canta el enamorado:
Si al cielo subir pudiera
las estrellas te bajara,
la luna a tus pies pusiera
con el sol te coronara.
Recogidos por Maty de Sámano, seudónimo de M. Julia Ibáñez de Sámano, en su obra ‘Mil y un refranes’, que me fue remitido por una amiga mexicana hace ya algún tiempo.