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Paternal de la Sierra

Paternal de la Sierra
Foto: Cedida
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Paternal de la Sierra era un pequeño pueblo rodeado de montañas donde sus habitantes vivían felices y sin preocupaciones. Sin embargo, el alcalde era muy controlador, y creía que sabía lo que era mejor para todos, es por eso que tomaba todas las decisiones por los habitantes del pueblo.

El alcalde controlaba todos los aspectos de la vida del pueblo, desde la elección de los líderes comunitarios hasta las decisiones sobre el uso del agua y los recursos naturales. Incluso controlaba la forma en que los habitantes del pueblo se vestían y hablaban, todo para garantizar la armonía y la uniformidad.

A medida que pasaba el tiempo algunos habitantes comenzaron a resentir el control excesivo del alcalde, no obstante, ninguno se expresaba de ninguna forma porque tenían la creencia de que no se podía controlar el resultado de su situación, aunque si se hiciera todo lo posible para cambiarla. 

Un día una ciudadana de Paternal de la Sierra llamada Esperanza decidió plantar una semilla de un árbol frutal en su jardín, algo que el alcalde había prohibido porque consideraba que podía dañar la armonía del pueblo. Ella sabía que lo que estaba haciendo no estaba permitido, pero estaba dispuesta a arriesgarse y a formular su propio criterio sobre lo que era mejor para su jardín y su familia.

El alcalde no deseaba que la población estuviera dispuesta a seguir las opiniones y sugerencias de otros. Para afianzar su control aprovechaba la vulnerabilidad de  los habitantes y utilizaba el miedo como principal herramienta. Para ello un equipo de personas difundían noticias falsas y exageradas creando una atmósfera de paranoia y ansiedad, que hacían ver a los ciudadanos que buscar nuevas formas de expresarse implica actuar en consecuencia.

En medio de este sombría panorama surgieron más habitantes del pueblo que se resentían del control excesivo del alcalde. Empezaban a darse cuenta de los mensajes de optimismo que corrían por las calles del pueblo provocando que el miedo se disipara lentamente. Y poco a poco seguían el ejemplo de Esperanza, plantando sus propios árboles frutales y desafiando las normas establecidas. 

Es entonces cuando el pueblo comenzó a convertirse en un lugar lleno de color y diversidad, donde los habitantes eran libres de tomar sus propias decisiones y de expresarse sin temor al control excesivo del alcalde. 

Finalmente, el alcalde enfrentado con cada vez más habitantes unidos y decididos comprendió que debía proporcionar un entorno seguro y alentador que permitiera a los ciudadanos tomar decisiones. Se disculpó con el pueblo y prometió trabajar para encontrar un equilibrio adecuado entre el control y la libertad en el futuro. Desde ese día en adelante, Paternal de la Sierra floreció en toda su diversidad y belleza, y los habitantes se sintieron libres de desarrollarse plenamente en su propio camino.

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