‘La Molineta’ es un gran bolo de granito ubicado en la ladera de uno de los montes que, junto con el que ocupa el solar de la vieja Turgalium, flanquea el camino natural sobre el que se construyó la vía romana que iba desde la capital de la antigua provincia de Lusitania, Augusta Emerita (Mérida) hasta Caesaraugusta (Zaragoza).
La peña se yergue como una especie de balconada que preside las impresionantes vistas que desde esta atalaya muestra la ciudad.
Con forma redondeada, mide unos cuatro metros de altura, y en su lado oriental se aprecia una especie de escalera formada a base de pequeñas oquedades que dan acceso a la cima, donde se llevarían a cabo los ritos y ceremonias propios de este tipo de altares de sacrificios.
Hacia el sur se puede observar una suave rampa que va bordeando la roca, que presenta una serie de rebajes que servirían como apoyo a una estructura de madera que llevaba al inicio de la escalera para un mejor acceso.
En la primitiva visión cosmológica de los lugareños ‘la roca’ era el símbolo visible de la divinidad que habitaba en el lugar, protectora del territorio y de la comunidad. Tenía un carácter onfálico, centro del territorio circundante y a la vez punto de unión de cielo, la tierra y el mundo infernal, al que pertenecía la divinidad a la que se ofrecían los sacrificios.
A pocos metros de nuestra peña, en un plano superior en el paisaje, se levanta otro gran bolo de granito de caprichosas formas, que parece imitar una esfinge. Se aprecia perfectamente un rostro desdibujado, pero que aún conserva sus rasgos más distintivos. La boca es una fisura de forma sinuosa en la parte inferior que remata el óvalo de la barbilla. La nariz forma una protuberancia con una incisión a modo de fosas nasales, de las que solo conserva la izquierda; y los ojos consisten en dos grandes concavidades a modo de cuencas, la izquierda más definida, con un círculo central a modo de iris y un resalte imitando el arco supraciliar.
El entorno del batolito de Trujillo estuvo intensamente poblado durante la etapa calcolítica, aunque parece claro que las creencias en la utilización de estas peñas como lugares sacros se remontan a épocas muy antiguas, llegadas con los indoeuropeos allá por el III milenio a.C. Si, como parece, hubo un santuario en la roca de ‘La Molineta’ desde fechas tan tempranas, es más que probable que se realizaran ceremonias de culto durante todo el I milenio a.C. y que sobrevivieran incluso a la época romana.
La posición estratégica de ‘La Molineta’ no pasó desapercibida para la invasión árabe. En lo más alto de la elevación se conservan los restos de una atalaya de esta época, citada reiteradamente por las fuentes como un bastión esencial de ocupación islámica desde donde se divisaba la ciudad de Taryala (Trujillo); y encima de los restos de la atalaya, aprovechando los materiales pétreos de la misma, se construyó en el siglo XVIII un molino para triturar el grano.
