Miguel Ángel Tobías González, nacido en Bilbao, lleva en su ADN la fuerza de la localidad cacereña de Alcántara, donde nació toda su familia, y ha convertido su carrera profesional en el mundo del cine, los documentales, las conferencias y la creación literaria en una plataforma para generar conciencia social y medioambiental, con una clara y profunda dimensión espiritual.
Comenzó su trayectoria profesional como nutricionista pasando consulta y dirigiendo varias clínicas, y saltó a la televisión en programas de salud de la mano de Isabel Preysler en Telecinco. Ha creado formatos icónicos como ‘Españoles en el mundo’, para TVE; también ha producido documentales entregados al impacto y la solidaridad, como ‘Sueños de Haití’, ‘Gurba, la condena’, ‘Rising Nepal’, ‘Me llamo Gennet’ o ‘El camino interior’, que nacieron de su compromiso por visibilizar duras realidades y ayudar a personas necesitadas. Acaba de volver de protagonizar y filmar una expedición polar en Groenlandia, ‘Life’s ice’, y meses antes atravesó el Océano Atlántico en un velero para otro de sus documentales.
Acumula tres experiencias al borde la muerte, aventuras extremas y un renacer espiritual del que nació su concepto ‘despertar de la consciencia’, que relata en su libro ‘Renacer en Los Andes’.
En el marco de los XVI Premios Grada acaba de recibir el Premio Fundación Primera Fila 2025, del que destacó en su intervención “la responsabilidad y el compromiso para merecerlo”, lo que además le posiciona como referente de la comunicación en la región.

Has nacido en Barakaldo, pero todos tus antepasados son de Extremadura. ¿Qué te ha aportado esa sangre extremeña que corre por tus venas?
¡Todo! Soy hijo, nieto, bisnieto, tataranieto… de extremeños. Somos gente dura, que ama la tierra, que hemos peleado duro para tener una posición en el mundo, que hemos descubierto y conquistado otros territorios. Creo de todo corazón que llevamos en nuestra sangre la nobleza, el trabajo duro y los deseos de progresar. Eso es lo que siento. Para mí es un honor ser parte de esta alma extremeña y a ello me entrego para honrarla.
¿Hasta qué punto el legado de tus padres y el resto de tu familia de Alcántara ha podido moldear tu vida y tu forma de contar historias?
Mis padres, muchos de mis tíos, incluso mis abuelos maternos, fueron emigrantes dentro de España. Y pelearon muy duro en Bilbao para construirse un futuro y sacar adelante a sus hijos y darnos las oportunidades que ellos no tuvieron. Fue Bilbao, pero estuvieron a punto de emigrar a Australia, así que es evidente que yo heredé esa ‘genética’ viajera y aventurera que me hizo dejar mi casa a los 19 años con la decisión firme de crecer, de prosperar y de recorrer el mundo.

Comenzaste tu trayectoria profesional en programas relacionados con la salud. ¿Qué hizo que te interesaras por el desafío de producir documentales tan intensos como ‘Sueños de Haití’ o ‘Gurba, la condena’, entre otros?
La salud, el deporte, la aventura, el ser humano… han sido temas que siempre han estado en mi cabeza, pero han convivido también con un deseo muy profundo de descubrir, de saber, de actuar ante las injusticias de la vida. A mí me tocó vivir los tristemente famosos ‘años de plomo’, cuando la banda terrorista ETA asesinaba seres humanos cada día; yo incluso presencié uno a los 13 años. Eso te marca para decidir que todos tenemos, cada uno desde su ámbito de vida, la responsabilidad de actuar en las situaciones donde la vulnerabilidad humana es protagonista. Y yo siento que es lo que he hecho siempre; primero pasando consulta (no hay mayor vulnerabilidad que estar enfermo) y después con el objetivo claro de seguir haciendo terapia a través del audiovisual con mis trabajos.
¿Cuándo comprendiste que el cine podía ser una poderosa herramienta para promover la inclusión?
Lo tuve claro desde el primer momento. Yo he participado como piloto en carreras de motos de agua durante años y he tenido el honor de que mi jefe de equipo fuese Antonio Rodríguez ‘Toñejo’, al que ya conocí compitiendo él mismo en carreras estando en una silla de ruedas. Yo no veo personas con discapacidad, y que se me entienda bien esto, veo personas con características diferentes y con capacidades diferentes, y, por supuesto, con necesidades que debemos exigir y apoyar como sociedad para que puedan tener una vida lo más parecida a la de cualquier otra persona.

Te has enfrentado a situaciones límite en tus documentales, e incluso has vivido tres experiencias al borde de la muerte. ¿Qué lección has sacado de ello?
Que la vida es un milagro y un privilegio que tenemos el derecho, pero también el deber, de celebrar cada día. Sé que todos asumimos esto a nivel teórico, pero luego no se cumple. Nos olvidamos hasta que muchas veces ya es demasiado tarde. Es muy triste para mí darme cuenta de que hay mucha gente que vive dormida; tienen una vida biológica, pero no una vida con sentido, con propósito, con profundidad… que es justamente a lo que hemos venido. Hay mucho dolor y mucho sufrimiento oculto y soterrado, que se disimula de puertas para afuera, pero que nos consume por dentro. A veces pienso que si todos pasáramos por una situación límite, de vida o muerte, seríamos capaces de vivir luego lo que nos quede con una visión muy diferente; mi objetivo es ayudar a ‘despertar’ sin que haya que pasar por esas situaciones límite.
¿Cómo se gestionan esos momentos en los que pensaste que no volverías a casa?
El mayor dolor siempre ha sido pensar en el sufrimiento que iba a infligir en mi familia al recibir la noticia. Y, a la vez, ese sentimiento me ha dado fuerzas para no rendirme e intentar salir vivo de esas situaciones. También es importante decir que siempre, en esos momentos, les he gritado mentalmente que les seguiría amando y cuidando desde ‘el otro lado del arcoíris’, como me gusta expresarlo; porque, sin duda, esto no se acaba aquí. El amor es el gran motor y la gran terapia que necesitamos todos en esta vida.
¿Te preparas mentalmente de una manera especial para enfrentarte a lo desconocido en entornos remotos y adversos?
Sí y no. He vivido muchas situaciones ‘delicadas’, por decirlo de una forma suave, pero cuando la aventura forma parte de tu vida es lo normal. Accidentes escalando, descendiendo ríos, pilotando aviones, carreras en desiertos o en el mar… Lo que hago es confiar en mí, en la vida, y entregarme en cuerpo y alma a esa experiencia, sabiendo que todo lo que suceda estará bien, y que además era lo único que podía suceder.
En un plano puramente mental diré, como ejemplo, que seis semanas antes de mi última expedición polar a Groenlandia, en la que íbamos a navegar por aguas heladas en bicicletas de mar, donde caer al agua era casi una sentencia de muerte, lo que hice fue entrenar sumergiéndome en agua muy fría y, simulando que no sabía nadar, ‘jugaba’ a sumergirme por completo e intentar salir a la superficie. Esto lo hacía todos los días durante un rato largo para entrenar el sufrimiento límite.

¿Por qué sueles elegir temas sociales en tu trabajo, y a qué se debe tu especial interés por dar visibilidad a discapacidades como la parálisis cerebral?
Sinceramente me duele el dolor humano y siento que ningún sufrimiento ni ninguna injusticia me son ajenos, así que voy haciendo lo que puedo, porque el tiempo y los recursos son finitos. La parálisis cerebral me toca mucho el alma, porque me doy cuenta de que muchas veces confundimos lo físico con lo intelectual, y siento que hay una necesidad en general, y con la parálisis cerebral en particular, de que como sociedad entendamos que detrás de cada condición particular hay una persona con iguales sentimientos, emociones, necesidades afectivas y sexuales, anhelos, sueños, derechos, dignidad… Las dificultades y las diferencias ya las vemos, ¡Profundicemos en lo otro!
Recientemente has recibido el Premio Fundación Primera Fila 2025. ¿Ha sido especial que se reconozca tu trabajo precisamente en Extremadura?
¡No ha sido especial, ha sido único! Y ha sido increíble haber podido compartir ese momento y regalarle esa emoción a mi madre Conchi, que a sus 91 años sigue siendo mi mayor motor en la vida, y que ha podido ver como extremeña un reconocimiento a su hijo en su tierra del alma. ¡Nunca voy a olvidarme!

En tu intervención hablaste de responsabilidad y compromiso. ¿A qué te referías en relación con el galardón recibido?
Cada vez que he recibido un galardón o he sido reconocido por algo soy muy consciente de que otras muchas personas son más merecedoras que yo, así que, además de agradecerlo, me hace sentir la responsabilidad de honrar dicho reconocimiento con mi trabajo con relación al motivo del galardón. Y, por supuesto, refuerza mi compromiso para seguir con tal misión; en este caso, seguir dando voz en mis proyectos a personas en situación de vulnerabilidad por cualquier causa.
Como nos has recordado, en Badajoz estuviste acompañado por tu madre, Conchi; ¿Qué papel ha jugado en tu vida, y también en tu carrera profesional?
Ya he dicho que es mi motor e inspiración, es mi luz, mi guía, además de ser mi mayor crítica, porque no deja de decirme todo aquello en lo que cree que debo cambiar o mejorar, tanto personal como profesionalmente. Es una persona con una inteligencia sobresaliente y con un gran corazón, lo que la convierte en una mujer llena de sabiduría y bondad. He tenido la suerte y la bendición de que haya querido acompañarme por más de 20 países formando parte del equipo de producción de algunos de mis documentales. La última vez ha sido hace unas semanas, cuando he filmado un documental para ayudar a las víctimas de la dana, y ella ha estado a mi lado.
Cuéntanos qué encontraremos en este trabajo sobre la dana.
Allí estuve literalmente con el agua al cuello, tratando de ayudar, y semanas después decidí que iba a rodar un nuevo documental social, solidario y benéfico para ayudar a las víctimas y a toda la sociedad, ya que la tesis del proyecto está basada en entender qué nos sucede a los seres humanos ante las grandes tragedias en nuestra vida y qué podemos hacer para salir adelante. El propio título del documental lo explica: ‘Dana. Cómo reconstruir una vida cuando se ha perdido todo’. Verá la luz en octubre o noviembre.

¿Podrías hablarnos de tus próximos proyectos?
Tengo tres proyectos pendientes de estrenarse en cine, plataformas y televisión: ‘Atlántico. Navegantes del alma’, ‘Life’s ice’ y el de la dana. Además, estoy dándole vueltas a filmar un documental sobre los trastornos de la conducta alimentaria (TCA), que es una pandemia silenciosa brutal, y otro sobre el mundo de los cuidados paliativos. Y también estoy muy volcado en una plataforma en español de contenido audiovisual consciente que se llama ‘Wake up’, en la que estamos trabajando para que contenidos que ayudan a los seres humanos en todas sus facetas lleguen a millones de personas en todo el mundo.
En tus conferencias hablas del nivel de consciencia como una mezcla de conciencia y espiritualidad. ¿Podrías explicarnos en qué consiste?
Es complejo para una respuesta breve, pero puedo explicar que, en este momento, en nuestro planeta, estamos conviviendo seres humanos con seis niveles diferentes de consciencia; y las personas pensamos y actuamos en función de esos niveles. Nuestro trabajo en este plano pasa por ir evolucionando y alcanzar el nivel de consciencia más elevado posible. Esto tiene que ver con ser o no capaces de vivir una vida con propósito y de entender más o menos el sentido de la vida, y de nuestra vida.

A partir de tu consideración de que somos “seres espirituales viviendo una experiencia humana”, ¿Estamos preparados, o predispuestos, para aprender a conectar con nuestro propio sentido trascendente?
Hay personas más preparadas o predispuestas que otras, pero lo que nos une a todos es la necesidad profunda, muchas veces inconsciente, de comprender ese sentido trascendente. Por petición de varios miles de espectadores de mi última serie documental estrenada, ‘El camino interior’, decidí poner en marcha el evento ‘Renacer’, para ayudarnos a todos a descubrir nuestro propósito vital, ser capaces de caminar en su dirección y comprender de forma profunda el sentido de la vida. Yo inicié ese camino a los 23 años, cuando tuve la oportunidad de participar en un curso de verano de la Facultad de Medicina de la Universidad Autónoma de Madrid. ‘Creatividad y Mística’ se titulaba, y pude comprender la inconmensurable inmensidad del conocimiento humano y la necesidad de aprender, investigar y experimentar sobre el ser humano y el sentido último de la vida; y eso me llevó a realizar trabajos y enseñanzas sobre ciencia aplicada, crecimiento interior y desarrollo espiritual con grandes maestros del conocimiento por todo el planeta.
Desde tu perspectiva de comunicador, ¿Qué consejo le darías a alguien que se esté planteando dedicarse a ello?
El mismo que le daría a quien quisiera dedicarse a cualquier otra cosa: si es lo que tú corazón te dicta, adelante sin ‘Plan B’ y sin rendirse. Si no es así, o si deja de serlo, cambiar de rumbo sin dudarlo. Hace ya años descubrí, y así lo he defendido incluso en congresos médicos nacionales e internacionales, que no hay nada que cause más dolor, más sufrimiento y más patologías que vivir una vida que no queremos vivir. ¡Tenemos el derecho, y el deber, de intentar cumplir el mayor número de sueños posibles!
