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María Gemio. Una vida cumpliendo sueños y ayudando a los demás

María Gemio. Una vida cumpliendo sueños y ayudando a los demás
Foto: Javier Pulpo
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María Gemio es una mujer de vida excepcional cuya trayectoria combina pasión por la montaña, compromiso social y vocación solidaria. Nacida en Badajoz, fue la primera mujer en escalar en el Alto Ártico y la primera extremeña en coronar el Mont Blanc, lo que refleja su carácter aventurero y su espíritu pionero en un mundo predominantemente masculino.

Además, ha canalizado su interés por los demás a través de una intensa labor humanitaria mediante asociaciones como la Asociación de Ayuda Social, Ecológica y Cultural (Adasec), escuela de valores, y ‘Todos iguales, todos legales’, con una decidida implicación en ayudar a los inmigrantes en su proceso de integración, y también en proyectos de cooperación internacional, contribuyendo a mejorar las condiciones de muchas personas en situación de vulnerabilidad.

Con una historia llena de aventuras y desafíos, María Gemio representa un ejemplo de cómo la pasión, el esfuerzo y la solidaridad pueden transformarse en una vida llena de significado y contribución social.

María Gemio. Una vida cumpliendo sueños y ayudando a los demás
III Congreso Internacional Mujer y Montaña. Foto: Cedida

¿Qué recuerdos tiene de su infancia y del entorno familiar, y cuáles diría que marcaron su forma de ser?
Nací en Badajoz, en la calle Cristóbal Oudrid (la de la Piedra), y al rehacerlo con el tiempo es el edificio María; agradezco esto, y tantas otras cosas, a muchas personas. Tuve une buena infancia, en un chalet en la carretera de Sevilla, a orillas del río Rivillas, donde nos metíamos en verano y nos teníamos que quitar las sanguijuelas de las rodillas; recuerdo un molino, que todavía existe, y vivía rodeada de animales; nos subíamos a la higuera, al brocal del pozo… quizás todo eso me hizo no ser miedosa y disfrutar, años después, de dormir en campo, en medio del hielo o en el desierto. No había agua ni luz, pero era normal entonces, nos daba igual; eso te hace fuerte, no comodona. La infancia marca.

¿Qué importancia tuvieron la educación y sus primeros años de formación en su visión del mundo y en sus inquietudes?
Estudié en la Compañía de María, y mi educación estuvo muy mezclada; quizás por eso era curiosa y tenía fantasía, sueños… Igual se mataban ‘guarros’ para los comercios de mi abuelo ‘Novelty’, que mi madre tocaba el piano en nuestra Primera Comunión.

En el ambiente del colegio tuve mi primera visión de lo que quería ser, misionera; no monja, pero sí ir a misiones. Siendo ya mayor de edad hice lo que me pedían: cursos en Madrid, incluso prácticas de comadrona, pero al final no pudo ser por problemas de los convenios entre países; el mío iba a ser Venezuela. Ahora, cosas del destino, les ayudo desde aquí.

Recuerdo que las niñas queríamos ser azafatas, o bailarinas de ballet. Finalmente estudié Secretariado, lo máximo en la época, y algo de idiomas (francés, inglés), pero yo soñaba con hablar italiano… todos.

Fui mala estudiante, no terminaba lo que empezaba. No sabía nadar ni montar en bici. Lo que quería era salir de casa, viajar, conocer mundo; cuanto más lejos y raro, mejor. Algo imposible en aquella época siendo mujer. Aunque la verdad es que, de una u otra forma, terminé consiguiendo todo. Quizás a pequeña escala, pero de todo, junto a hombres, qué remedio, aunque nunca estuve muy pendiente de machismos ni feminismos.

María Gemio. Una vida cumpliendo sueños y ayudando a los demás
El ballet, otro de los sueños cumplidos. Foto: Cedida

¿Y sus expectativas cuando, siendo bien joven, vendía pisos?
Es verdad que vendía pisos mientras, tranquilamente, esperaba hacer realidad mis sueños. Salíamos en pandillas, hacíamos guateques… creo que tuve suerte porque por mí manera de ser nunca me interesó beber, fumar, el sexo, una excesiva coquetería o superficialidad… eso te ahorra un montón de problemas, del tipo de amistades que atraes, de desesperanza, hasta económicos. Yo no me daba cuenta, no es que lo pensara, pero sentía que había cosas más importantes.

¿Cuándo descubrió su pasión por la naturaleza, y por el montañismo en concreto?
Me gustaba mucho leer, aunque no tenía apenas libros; por ejemplo, dos de mis favoritos eran ‘La vuelta al mundo en un 2CV’ y ‘Autobiografía de un Yogui’, de Yogananda; ahí se ve que quería viaje pero de aventura, deporte pero en la naturaleza. Por eso, cuando un día Paco Lechado, en la puerta del instituto Zurbarán, anunciaba una proyección de diapositivas de montañismo, yo, que no sabía ni qué era eso, entré y me apunté a una excursión a la nieve, que tampoco conocíamos.

El Club Montañeros de Badajoz, recién fundado por Antonio García Candelas, organizaba excursiones en autobús, cuando no teníamos coche, y entonces comenzó esa aventura de escaladas y ascensiones. Conocí a Santiago Brun, mi más maravillosa aventura de amor, y la causa de por qué muchos me consideran una pionera, aunque soy pionera porque al ser mujer en un ambiente tradicionalmente masculino era la primera, no necesariamente la mejor.

Tuve un Seat 600 a medias con mi hermano Quini, el de ‘Los Sherpas’, aunque nunca me saqué el carnet de conducir; llevaba pantalones y biquini a escondidas de mi padre, pero ni la moda ni la sofisticación me iban mucho, por eso la montaña era lo máximo.

María Gemio. Una vida cumpliendo sueños y ayudando a los demás
Foto: Cedida

De hecho, fue la primera mujer, que se sepa, en alcanzar el Alto Ártico, en 1980, siendo la única participante femenina en una expedición de nueve personas.
Es verdad que Jesús Quintero, ‘El loco de la colina’, vino a Badajoz a hacerme una entrevista a mí y no al jefe de expedición, porque yo era la única mujer. También por esa expedición fui una de las cuatro invitadas especiales en el III Congreso Internacional Mujer y Montaña.

La expedición fue importante incluso a nivel mundial; anteriormente se habían hecho travesías para alcanzar el Polo Norte o conocer los glaciares, pero nosotros fuimos además a escalar, por eso fue tan reconocida; Santiago hacía las cosas bien. “Unos extremeños escalando en Svalbard, la expedición extremeña ‘Spitzberg 80’… ¡Qué cosa! Y además una era mujer, ¡Qué loca!”. Pero nosotros estábamos bien preparados, antes habíamos hecho otra a Laponia y a muchos otros sitios; en el grupo había tres escaladores buenísimos y seis normalitos; ellos hacían picos difíciles y nosotros otros menos peligrosos.

María Gemio. Una vida cumpliendo sueños y ayudando a los demás
Con dos ‘Cholitas escaladoras’. Foto: Cedida

También recordamos su ascenso al Mont Blanc, siendo la primera extremeña en conseguirlo. ¿Qué suponía enfrentarse a esos retos monumentales?
Cada experiencia tiene su valor; el Ártico, por la belleza de las montañas y glaciares y porque conocíamos sus epopeyas; y, en cuanto al Mont Blanc, pensar que es lo más alto de Europa te anima a llegar a la trabajosa cima. Sin embargo, yo también disfruté mucho escalando el Naranjo; no por la cara más difícil, pero ese rappel, ese destrepe por cuerdas, de noche… fue una gozada. También me encanta el desierto, subir dunas, ver un mar de corales con su colorido, la espeleología, o la fotografía.

Quien se asome ahora al Guadiana a su paso por Badajoz no lo creerá posible, pero en su día realizó su descenso completo hasta el mar, durante más de 300 kilómetros. ¿Cómo fue aquella experiencia?
Aquello fue, sobre todo, el triunfo sobre uno mismo, aguantando 15 días al sol, remando solo Santiago; y sin embargo fue una de las pocas veces en las que he sentido el peligro, casi ahogándome al volcar en un rápido; pero esas experiencias te fortalecen y luego nos reíamos. En ese sentido, siempre he tenido suerte: un poco de pie congelado, alguna quemadura, poca cosa; incluso de algunos problemas graves con ‘seres humanos’ conseguí salir indemne.

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Descenso del río Guadiana. Foto: Cedida

Tras tantos años dedicada al deporte puso el foco en la cooperación internacional y la ayuda a los inmigrantes. ¿Qué despertó su conciencia social?
Para ser feliz hay que saber renunciar, cambiar… Yo dejé de trabajar para poder viajar o para ir a la montaña, o de monitora a los campamentos de Chipiona. Luego no teníamos ni un duro, pero no importaba nada.

Después dejamos el montañismo y nuestro querido club, y dedicamos nuestro tiempo a aprender más sobre nuestro interior a través de la meditación y el yoga, y así sigo.

La propia montaña te hace más espiritual, te ayuda a ver lo transcendente, lo divino. Ese cambio a una vida, digamos más ‘elevada’, te lleva también a ser más ecologista, más altruista, y comenzó mi etapa de cooperación internacional. Yo siempre ayudaba a Santiago, que era quien desarrollaba los proyectos de comedores y centros sociales en lugares muy necesitados de Sudamérica con la Junta de Extremadura, y nuestra asociación Adasec; llevaba libros, máquinas de coser, tantas cosas… qué época de alegría.

También nos ayudaron mucho el mecenas de Badajoz Bartolomé Gil Santacruz y su esposa. Algo importante eran los apadrinamientos, había que subvencionar los gastos de los niños que usaban esos comedores, así que involucré a amigos, familia… todos apadrinábamos.

María Gemio. Una vida cumpliendo sueños y ayudando a los demás
Foto: Cedida

Se le ubica principalmente al frente de la asociación ‘Todos iguales, todos legales’. ¿Cómo surgió y cuál es su situación actual?
Ese ha sido otro capítulo importantísimo en mi vida, el trabajo con los inmigrantes. Era de la ‘Plataforma 0,7%’, del querido Rafael Barragán, y realizábamos muchas acciones sobre pobreza o deuda externa. A partir del año 2000 empezó a llegar una oleada de extranjeros a trabajar y tenían problemas, así que creamos la asociación, me metí de lleno y hasta hoy, 25 años después.

Hemos hecho de todo: dar cursos, enseñar español, llevarlos a la Policía para arreglar la documentación (a veces también hemos ido para sacarlos), buscarles trabajo (algo que seguimos haciendo y que es fundamental)… Y hemos colaborado especialmente con los campamentos de saharauis y también con países del Este de Europa.

Ha cambiado todo mucho, ya es casi automático el papeleo, el asilo… pero los primeros años tuvimos que aprender todo, inventar, improvisar. Ahora colaboramos con el Ayuntamiento de Badajoz y con el Banco de Alimentos. Para mí ha sido una fuente de felicidad.

María Gemio. Una vida cumpliendo sueños y ayudando a los demás
Foto: Cedida

¿Es posible encontrar un equilibrio entre la necesidad de compensar la baja natalidad con la inmigración y, al mismo tiempo, acoger e integrar adecuadamente a todas las personas que desean llegar?
Sin duda necesitamos a los emigrantes trabajadores para los trabajos que no queremos nosotros, para aumentar los ingresos de la Seguridad Social y, claro, si hay más niños también habrá unos futuros trabajadores. Esa es una realidad también en otros países.

Entre sus múltiples reconocimientos se encuentra el título de dama en la Real Asociación de Caballeros de Yuste, pero hay muchos más.
Haber recibido esa distinción en la Asociación de Caballeros de Yuste es un honor, es historia de España, y fue un acto muy emotivo.

También me nombran en libros de deportes, tengo algunas medallas, fui la primera mujer en la Federación de Montañismo; por la labor en Sudamérica con Adasec fuimos nombrados para colaborar con la ONU en caso de desastres, soy embajadora de Banca Ética Badajoz… pero valoro mucho, en el ámbito del voluntariado, la sensación de alegría interior y de satisfacción que te aporta.

María Gemio. Una vida cumpliendo sueños y ayudando a los demásSigue siendo muy necesario poner en valor a mujeres que puedan servir de ejemplo e inspiración a las nuevas generaciones. ¿Qué reflexión transmitiría a las chicas jóvenes?
Creo que para las chicas jóvenes la mejor reflexión es que sean auténticas y positivas; siendo así en sus pensamientos y en su conducta no tendrán que estar luchando contra el machismo, los males laborales o sus propias limitaciones, porque ellas son las que cortan desde el principio y no dejan surgir tantos problemas como tienen muchas.

¿Se siente un referente para otras mujeres?
Mi sensación es que los ámbitos en los que he desarrollado mi vida han provocado esa relación con otras mujeres. Una de ellas fue Madeleine, una científica francesa a la que conocí en la costa de Svalbard; no se atrevían a salir del recinto por miedo a los osos, pero cuando vio que había una chica en la expedición preguntó si podía acompañarnos a alguna travesía fácil, que conmigo se atrevía; y tanto le gustó que pocos años después organizó la primera expedición íntegramente de mujeres para llegar al Polo Norte, aunque no lo consiguieron porque ya se empezaban a notar los efectos del cambio climático, pero fue una gran gesta internacional.

Por otro lado, muchas mujeres inmigrantes me agradecen nuestro trabajo con ellas, y también ayudan a otras personas porque sienten que yo las he animado a hacerlo.

Incluso me llena más el caso de una niña dominicana, cuyas hermanas eran mis apadrinadas, y me hice amiga de su madre; esta chica hoy es piloto capitán de las Fuerzas Aéreas. Me dijo que al ver lo que yo hacía por ellos y por su país, siendo mujer y desde tan lejos, sentía que ella también quería estudiar, ser alguien, ayudar… hace no mucho nos hemos visto en Colombia y es maravillosa.

María Gemio. Una vida cumpliendo sueños y ayudando a los demás
Foto: Cedida

¿Cómo se definiría en este momento de su vida, después de tantos años de actividad y aprendizaje?
En una palabra, tranquila. No me puede pasar nada peor que perder un marido como Santiago, fallecido hace tres años, pero intento que mi vida sea parecida. Gracias a él y a la suerte que siempre he tenido llevo más de 40 años feliz y aprendiendo en Adasec; he cumplido mis sueños, vivir una vida diferente, ayudar a los demás y elevar mi nivel de conciencia, mi alma. Estos dos últimos siguen siendo mis objetivos, mi vida.

María Gemio. Una vida cumpliendo sueños y ayudando a los demás
‘Aura’, de Irmgard Radefeldt, gran maestra que une ciencia y espiritualidad. Foto: Cedida

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