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‘Aguadoras’, de Jorge Oramas. Grada 140. Arte. Inmaculada González

‘Aguadoras’, de Jorge Oramas. Grada 140. Arte
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Más allá del célebre artista canario César Manrique pocos conocen a Jorge Oramas, quizás debido a su breve existencia. La muerte se lo llevó a los 23 años, tan prematuramente que terminó a la edad en la que la mayoría de los artistas comienzan.

La vida de Oramas empezó bajo un tremendo augurio cuando sus padres mueren de la misma enfermedad que él años después, la tuberculosis. Con apenas 1 año Oramas sería acogido por su abuela materna.

Siendo un adolescente se inició en el oficio de barbero, dibujando en sus ratos libres de manera autodidacta, ingenua pero fuertemente intuitiva.

Más tarde hallará en la Escuela de Luján Pérez un espacio experimental donde lo importante será que los alumnos desarrollen su propia personalidad artística, indagando también sobre su entorno natural y sociocultural. Este espacio representó el caldo de cultivo perfecto para el nacimiento del indigenismo; una corriente artística en la que querían desmitificar la concepción romántica que pesaba sobre el mundo indígena, el campesinado y el paisaje insular.

En ‘Aguadoras’ se observa todo lo anterior. Llaman la atención en este lienzo las figuras femeninas que forman parte del paisaje como efigies perpetuadas por la luz. Las líneas del cuadro son nítidas y geométricas. Los colores puros, con muy poca mezcla, delimitan aún más la separación entre una forma y otra. Se observa una rigidez antinatural de los cuerpos humanos, tal vez una construcción esquemática que nos recuerda a Cezanne. Oramas supo retratar con mayor verosimilitud la intensidad de la luz isleña; luz que no emborrona los objetos, sino que afila sus contornos.

La desbordante luminosidad del universo oramiano podría no ser más que el miedo a las tinieblas, al paso del tiempo, a la muerte. El enigma de esa luz inmóvil no sería sino el drama de un pintor que quiere vivir en ese instante por toda la eternidad.

En el universo Oramas la suspensión del tiempo y la intuición del instante eternizado introducen una sombra en su mundo que, a pesar de sus circunstancias, siguió siendo luminoso. En su pintura, el sufrimiento es contenido. El silencio que reina en estos paisajes agrarios de su isla natal tiene algo de presagio. Sus imágenes están sujetas a un instante muy concreto: el segundo exacto en el que el sol de mediodía se desploma sobre todas las cosas.

Debido a su enfermedad pasó los últimos años de su vida en el Hospital de la Ciudad de las Palmas, en donde continuó pintando hasta su fallecimiento.

De no haber sido víctima de su suerte hubiese sido, en su lógica evolución, un prometedor artista de la plástica de nuestro país, pues estaba dotado de un gran raciocinio previo y bastante precoz para su edad.

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