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Analfavisión. Matías Sánchez Caballero

Analfavisión. Matías Sánchez Caballero
Foto: Unsplash. CDC
Léeme en 4 minutos

En las redes sociales se hizo viral la imagen de un hombre joven leyendo el contenido de un teléfono. Tenía unas gafas de sol oscuras y un bastón blanco entre sus piernas. El mismo bastón que usan las personas ciegas. Al pie de la imagen el siguiente comentario: “Con dos cojones… que para algo somos españoles…”.

Y no es la única imagen que se puede encontrar en internet de una persona que lleva bastón blanco usando un teléfono inteligente.

Situémonos en la posición de la persona que hizo la fotografía. En una de las paradas de metro entra un hombre con gafas oscuras que para desplazarse usa bastón blanco, y con el que localiza un asiento libre. Toma asiento, coloca entre sus piernas el bastón y extrae un teléfono para leer el contenido con toda normalidad.

Podríamos pensar que se asombraría al ver a una persona que utiliza un bastón blanco y además usa los ojos para leer. Es fácil que exclame “¡No puede llevar bastón de ciegos y estar con el móvil!”. Hace una foto de lo que está viendo y añade el texto de lo que piensa con ironía y acritud: “Con dos cojones… que para algo somos españoles…”, y lo envía a sus contactos. Y estos a su vez lo reenvian a los suyos. Y sucede lo que debe suceder, una mentira se hace viral y sale perjudicada una persona y con ella las personas con baja visión.

La historia de la persona que entra en el transporte público con el bastón que utilizan los ciegos para desplazarse y usa el móvil con toda naturalidad es la de una persona con retinosis pigmentaria. Su campo visual está tan reducido que necesita un bastón para desplazarse si no quiere correr graves riesgos o chocarse con todo tipo de obstáculos o personas. No obstante, tiene una buena agudeza visual que le permite leer cualquier tipo de letra. Cuando llegue a su destino dejará de leer en el teléfono y lo guardará, se pondrá de pie y usará de nuevo el bastón blanco para desplazarse.

Puede que los términos ofensivos utilizados al pie de la fotografía no sean intencionados, sino solo la consecuencia de una falta de comprensión, por prejuicios o por no estar informado. Lo que es evidente es que hay personas que tienen un desconocimiento de los símbolos propios de la visión en sus múltiples formas y grados.

Me gustaría recordar que la alfabetización es la capacidad de saber leer y escribir signos y poder comunicarse. Los signos pueden estár codificados a través de textos como los derivados del alfabeto. O ser gráficos, como los del antiguo Egipto o Japón. También pueden ser las notas de solfeo en un pentagrama. Incluso se aplica el concepto de alfabeto al lenguaje morse o al sistema de lecto-escritura braille.

Hoy en día, con el lenguaje audiovisual y el multimedia, el concepto de alfabetización va más allá de la mera lectura y escritura textual. Una persona alfabetizada en las nuevas tecnologías es capaz de interactuar con un sistema de opciones mediante un ratón, un teclado o una pantalla táctil; sabe navegar a través de documentos con hipertextos (enlaces a otras partes del documento) sin perderse; conoce cómo grabar y editar imágenes; tiene la destreza necesaria para buscar en internet la información que necesita…

Sin embargo, en el ámbito de la visión, se detecta una falta de precisión generalizada en el empleo de los términos referidos a personas con déficit visual. Así pues, la ‘alfabetización visual’ viene determinada por la adquisición del conocimiento de la función visual en sus múltiples formas y grados de desenvoltura. En el caso de desconocimiento estaríamos hablando de ‘analfabetismo visual’ o ‘analfavisión’.

Una persona con baja visión no ve con la calidad que permite manejarse diariamente con facilidad. Esto en el día a día se traduce en que no puede leer correctamente los carteles que se le presentan en la calle, en los lugares públicos o en los medios de transporte; tiene dificultad en distinguir colores; con cierta regularidad se tropieza con bordillos o muebles; lee con dificultad libros, periódicos, ordenadores, teléfonos móviles; no ve bien para cocinar o realizar labores en casa; no reconoce a las personas conocidas…

Es decir, en la baja visión hay un resto de visión, suficiente para reconocer objetos u orientarse con la vista, pero existen dificultades para leer y distinguir tamaños e imágenes a distancias normales, lo que produce una limitación de las capacidades a la hora de realizar actividades cotidianas, y ello aunque se utilicen gafas o lentillas.

No todo es blanco o negro. Entre estos dos colores hay un extenso rango de grises: gris claro, gris ceniza, gris marengo… Pues bien, a la función visual le ocurre lo mismo, no todo es ver o ceguera. En el intervalo están situadas las personas que tienen una leve disminución en la agudeza y las que solamente aprecian gruesos rasgos en la imagen.

Muy esquemáticamente podríamos decir que los síntomas de la baja visión se presentan en forma de visión borrosa generalizada, pérdida de la visión central o pérdida de la visión periférica.

Así pues, no nos debe extrañar que algún día nos encontremos con alguien usando bastón blanco en el supermercado mirando los precios de los productos y exclame “¡Pero bueno, qué precios!”.

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