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‘Confesiones del apócrifo Cervantes’, de Jaime Covarsí. Dionisio López

'Confesiones del apócrifo Cervantes', de Jaime Covarsí. Dionisio López
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Contaba don Pío Baroja en sus memorias que durante sus años en Madrid quedaba muchas tardes para pasear con el también escritor don José Martínez Ruíz ‘Azorín’. La rutina era siempre la misma, se saludaban en la puerta del parque del Retiro, paseaban durante una hora en absoluto silencio y se despedían cortésmente citándose para el próximo paseo.

Bueno, ni yo soy Baroja, ya me gustaría, ni Jaime Covarsí es Azorín; sin embargo durante los meses que ocuparon el curso académico 2015/2016 compartimos algo con ellos. Muchas mañanas, mientras viajábamos juntos hacia nuestro común trabajo, allá en el instituto de la landeriana Alburquerque, atravesábamos Malpartida de Cáceres, Aliseda, la sierra de San Pedro… en un cómodo silencio.

Imagino yo que esos ratos le servían a Jaime para ir cerrando alguna trama, apuntalar un personaje, perfilar un verso o, sencillamente, ir ensimismado en sus quehaceres de escritor. Porque de otra manera no se explica la volcánica producción que acumuló en pocos meses. Aquel septiembre presentaba su primera novela, ‘El bastón de avellano’; poco después cerraba, que yo tuviera noticia, un libro de relatos, un poemario, una novela juvenil y un par de novelas más. Todas en fila, esperando su turno para ir saliendo al mundo. En abril de 2016 apareció ‘Confesiones del apócrifo Cervantes’.

Don Miguel de Cervantes, ese hombre de vida personal un tanto pintoresca y sin embargo, de una genialidad literaria sin límite, publicó, ya en la madurez de su vida, ‘El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha’. Enseguida fue un éxito que proporcionó algo de satisfacción al viejo y manco soldado de Alcalá de Henares. Sin embargo, todas las alegrías que le dio su alocada criatura se tornaron en un terrible enfado, según tenemos entendido, pues nueve años después apareció la continuación del ‘Quijote’ pero sin que ésta hubiera sido ni escrita ni autorizada por Cervantes. De hecho el autor se escondió tras un pseudónimo, Alfonso Fernández de Avellaneda, que hizo que su identidad, por lo menos hasta la publicación de la obra que hoy nos ocupa, siga siendo un misterio.

Los amantes de Cervantes tenemos un problema con Avellaneda, ya que gracias a su atrevimiento Cervantes obtuvo la motivación suficiente para en pocos meses despachar la segunda parte del ‘Quijote’. Y si la primera fue escrita por un genio, la segunda parece redactada con una maestría aún mayor. Es decir, gracias a ese, un tanto mezquino y aprovechado Avellaneda, tenemos quizás la mejor obra literaria de la Humanidad. La paradoja es evidente y la cuestión está clara ¿Quién se esconde tras la publicación del falso ‘Quijote’? Esta es sin duda una de las preguntas más intrigantes de nuestra literatura y esa es la cuestión que estructura buena parte de la novela que hoy analizamos. Jaime trata de respondernos, eso sí, en forma de ficción, quién podría ser ese autor apócrifo.

Pero no nos encontramos ante un ensayo literario que solo interesa a los profesores de literatura, ni si quiera ante una novela histórica, ni mucho menos. Covarsí, con gran habilidad y maestría, consigue abordar ese asunto que tanto le apasiona personalmente, dentro de una historia situada en la perfectamente reconocible Sevilla de hoy en día, y donde circulan en paralelo la investigación de un supuesto asesinato y los rescoldos de un viejo amor.

La novela está contada por su protagonista, un joven aunque un tanto desencantado y perdido profesor de literatura en la Universidad de Sevilla, que recibe el encargo de escribir una obrita ficticia para acercar a la sociedad la figura de Cervantes. Este encargo le hace retroceder diez años para contarnos la extraña muerte de su profesor, hecho que provoca que el protagonista, un hombre sencillo, se vea inesperadamente en mitad de la investigación de un homicidio, algo que recuerda bastante a los argumentos de las películas de Alfred Hitchcock. A su vez, aparecen unos extraños documentos que podrían aclarar por fin el gran misterio de la autoría del falso ‘Quijote’, pero que también supondrían para el protagonista el volver a ganarse el respeto de sus compañeros en la universidad.

Y, finalmente, reaparece Julia, un viejo amor, que nos servirá para reflexionar sobre si es posible cerrar ciertas puertas definitivamente.

Es decir, aquí encontramos, algo de novela policíaca, algo de amorosa, algo de histórica, pero también misterio y amistad… y todo en perfecta armonía. Creo que ese es el gran mérito de las obras de Jaime: atrapar al lector con una historia sencilla y humana; y, a la vez, ir introduciendo toda su pasión por la cultura en general y, sobre todo, por la literatura.

La última parte del libro es un gran regalo. Cuando ya están cerrados todos los cabos (el literario, el policíaco y el amoroso), nos encontramos con esa obrita sobre Cervantes que le encargaron al narrador al principio. No voy a adelantarles nada, pero con gran originalidad no acercamos al día día de don Miguel: las conversaciones cotidianas con su mujer, sus comidas, sus reflexiones… una auténtica gozada.

Quisiera resaltar un último aspecto. Dije antes que Jaime tiene escrito un libro de poesía y, también en esta novela se deja llevar en algunos momentos creando escenas de gran lirismo, como el que abre el capítulo sexto con una hermosa descripción de la lluvia sobre Sevilla y que nos aclimata perfectamente para adentrarnos en este capítulo que es, sin duda, el más importante en la trama amorosa.

Para finalizar solo les diré, para que ustedes extraigan sus conclusiones, que el narrador de la historia se llama Jaime, igual que su autor, y se apellida Sanchís, que rima en asonante con Covarsí. Jaime también ha vivido en Sevilla y ha impartido clases de literatura en aquella Universidad hablando, precisamente, sobre el ‘Quijote’.

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