‘Mi padre cuenta monedas’, de Angélica Morales
“Hay infancias de usar y tirar, de enterrar bajo la lengua sedienta de una alfombra”
Pocos libros tan desnudos y desgarrados como ‘Mi padre cuenta monedas’, tan crudos, directos y sinceros, donde la catarsis toma forma de erupción volcánica y el alma abre sus compuertas al dolor viejo y estancado.
Un libro desgarrador y con una sinceridad valiente y brutal.
Se fue y sin embargo permanece.
Mamá lo tiene escondido en un cajón secreto del armario.
A mi padre.
Al muerto.
Al que ayer descansaba en un cementerio cerca del mar,
en un nicho donde el sol nunca estaba para mandar su saludo,
donde las flores
(decir flores es decir algún elemento que
pudiera señalar que ese hombre existió
y que cada vez en cuando alguien se acuerda de
él y lo visita /
trae una flor que arranca probablemente del
jardín de la entrada
o bien compra un ramillete de rosas de tela y
espumillón en la tienda de los chinos
y las deposita ahí /
en la lápida de mi padre.
La número 356.
La que tiene una fotografía en blanco y negro
en la que parece sonreír pero no)
abren su boca de escarcha en busca del agua que nunca está.
Decía que mi padre se fue, aunque continúa.
El precio de la muerte era demasiado alto para que mamá lo
pudiera seguir pagando.
Así que decidió sacarlo del cementerio, incinerar su cuerpo y
devolverlo a casa.
La casa de mamá es estrecha, con un pasillo largo y una
terraza sucia.
La casa de mamá huele a tabaco y pies, a niño que corta jamón
en una fábrica de las afueras,
a papá rascando las paredes del armario con sus uñas de ceniza.
Pero antes de que la muerte de papá llegase a casa pasaron
muchas cosas que voy a contarles.
Pónganse cómodos, fumen si lo necesitan.
Piensen en sus papás, en los nichos que pagan a plazos,
en esa compañía de servicios funerarios que les llama un lunes
cualquiera al móvil
y les ofrece un féretro biodegradable y una cruz.
Angélica Morales, ‘Mi padre cuenta monedas’. Gipuzkoa, Ed. El Gayo de Oro, 2022
‘Padre’. de Juan Vicente Piqueras
“Mi madre nos amaba con sus manos y mi padre nos traducía el cielo”
Muy diferente es ‘Padre’, de Juan Vicente Piqueras, poeta que descubrí gracias a su magnífico poemario ‘La latitud de los caballos’ (1999). Con un tono mucho más amable, se nos van presentando estampas y retratos que plantean un juego temporal combinando con equilibrio momentos de la infancia del yo poético con escenas de la vejez del padre, de su enfermedad y, finalmente, de su recuerdo tras la muerte.
Versos llenos de ternura y cariño, de admiración y nostalgia, que sirven, también, para retratar un tiempo perdido, una generación de hombres y mujeres acostumbrados a vivir en el campo y reticentes a la tecnología. Un libro de amor y de duelo.
Mi padre que parece un pajarito.
Mi padre que no quiere alimentarse.
Mi padre no camina y casi ni se mueve.
Mi padre que se pasa el día soñando.
Mi padre que prefiere el sueño a la vigilia.
Mi padre que ya solo vive en su mundo
y su mundo no existe.
Mi padre que no bebe, no come.
Mi padre que parece un pajarito.
Alguien le está dando alpiste.
Alguien le abrirá la jaula.
Juan Vicente Piqueras, ‘Padre’. Sevilla, Renacimiento, 2016.