Quería ser actriz dramática, pero ha sido su paso por ‘El Intermedio’ y sus divertidas imitaciones de Isabel Díaz Ayuso lo que ha lanzado a la fama a esta polifacética cacereña, enamorada del teatro y ‘disfrutona’ en su vida personal.
Cristina Gallego, con una sólida carrera como actriz que incluye una curiosa experiencia profesional durante un año en Japón, tiene claro cómo definir la vocación por la interpretación: “escúchala, escúchate, sigue tu intuición y ve por ello, no hay nada más poderoso que la determinación”.
Tu primer acercamiento a las artes escénicas llegó a través de la danza. ¿Recuerdas cómo fue?
Sí, el ballet clásico fue mi primer contacto con una disciplina artística. Me gustaba mucho. Empecé muy pequeñita y le dediqué ocho años, hasta que me vi obligada a dejarlo por problemas físicos. Para entonces ya me había apuntado al grupo de teatro del colegio, y allí fue donde definitivamente me enamoré del escenario.
¿Cuándo decides marcharte a Madrid para seguir formándote?
Me fui a Madrid cuando cumplí 18 años. No tenía ninguna formación actoral, porque en Cáceres, por aquel entonces, no había ninguna escuela de teatro o similar donde pudieras formarte.
¿Y tenías claro cómo querías orientar tu carrera profesional?
Llegué a Madrid con muchos sueños y sin tener ni idea de lo que me iba a encontrar. No había plan. Solo tenía un objetivo, ser actriz. Fue muy kamikaze por mi parte, ¡y muy valiente!, pero de eso me he dado cuenta con los años.
¿Y con el paso del tiempo sientes que se han ido cumpliendo tus sueños?
Llevo 24 años en Madrid y no he dejado de subirme al escenario. Tengo la inmensa fortuna de vivir de mi trabajo y de disfrutar haciendo lo que más me gusta. He cumplido más sueños de los que tenía en la lista y me siento muy privilegiada y profundamente agradecida por ello. Y, además, sigo soñando.
Empezamos por algo llamativo. ¿Cómo surgió la oportunidad de trabajar en Japón?
Vi publicada la audición en un tablón y me presenté por pura curiosidad. Irte a currar un año a Japón para hacer un musical en japonés me parecía una propuesta muy llamativa y bizarra. Lo hice sin pensar, como se suele decir. Hice una prueba larguísima frente a un tribunal de japoneses que no hablaban español. Nunca pensé que aquello saldría adelante, pero me llamaron. Me habían seleccionado. No estaba en mis planes irme a vivir a Oriente. Tardé dos semanas en tomar la mejor decisión de mi vida. Y me fui a Japón.
¿Cuánto tiempo estuviste, y qué nos puedes contar de una cultura tan diferente?
Viví allí durante un año, en un pueblo muy pequeñito llamado Ugata, donde estaba el Parque en el que trabajábamos. Cuando tienes 20 años, descubrir una cultura tan diferente te modifica inevitablemente. Me enamoré profundamente de Japón, de su gente, del idioma, de su gastronomía y de muchos aspectos de su cultura que trato de seguir cultivando en mi vida, como el respeto a todo y a todos, la importancia del silencio, la armonía con la naturaleza, la calma, la paciencia que les caracteriza y la gratitud que les define como sociedad. Si en Occidente pusiéramos en práctica muchos aspectos de la cultura nipona estoy convencida de que seríamos mucho más felices.
¿Volverías a trabajar allí?
No me importaría volver a trabajar en Japón o pasar allí una temporada, es un lugar al que siempre querré regresar.
También te podemos escuchar a menudo cantando en tus redes sociales. ¿Te has planteado desarrollar algún proyecto musical propio?
Cantar me hace feliz y me ayuda a curar. Es mi modo de conectar con mi parte más melancólica a la que cuido de una manera especial. No soy músico y no está en mis planes dedicarme a ello a nivel profesional, disfruto tocando el ukelele y versionando mis canciones favoritas. Ese podría llegar a ser mi proyecto, ‘Versiones tristes al ukelele’, y estaría dirigido a los melancólicos felices como yo.
Te hemos visto en televisión, en el cine y en obras de teatro. ¿Dónde te sientes mejor?
Son medios totalmente diferentes y eso es lo bueno. La urgencia y la inmediatez de la tele no tienen nada que ver, por ejemplo, con el trabajo interno y el timing del teatro, o con la precisión y la perfección del cine. Todos son bastante exigentes, no hay uno más fácil que otro. He aprendido a valorar y a disfrutar lo que cada uno me ofrece.
Dicho esto, personalmente no podría vivir sin el teatro; es mi sostén, mi columna vertebral, lo que me alimenta el alma, el origen, el principio de todo. El viaje del teatro es difícilmente comparable con cualquier otra cosa.
Los que te han conocido por tus colaboraciones en ‘El Intermedio’ podrían pensar que lo tuyo es la comedia. ¿Es así?
Me he pasado años definiéndome como actriz dramática, imagínate. Disfruto muchísimo ambos géneros, me resulta imposible elegir. He trabajado los dos géneros por igual, pero a nivel mediático se me ha conocido más por la comedia, que considero bastante más difícil que el drama. Mis últimos proyectos teatrales han sido tragedia y drama; llevo llorando sin parar en el escenario desde 2018, no te digo más.
También has hecho doblaje y trabajos de locución.
Me gusta mucho el mundo del doblaje, pero tengo más experiencia y formación en locución: radio, spots publicitarios, cine, podcast de ficción…
También he realizado narración de audiolibros, que me entusiasma y es una faceta que me gustaría seguir desarrollando.
Mi experiencia en doblaje ha sido principalmente en series de animación, me divierte mucho. De momento, salvo a mí misma, no he tenido la experiencia de tener que doblar a otra actriz.
¿Qué calificativo utilizarías para definir la interpretación: inestable, imprevisible…?
Uf. Esta pregunta da para una tesis. Es… inestable, incierta, caprichosa, mágica, aterradora, dolorosa, gratificante, imprevisible, frustrante, desalentadora, ingrata, irrepetible y maravillosa. Así siempre y todo el rato, toda la vida.
¿Cómo se gestiona esa incertidumbre?
La inestabilidad emocional a la que estamos sometidos los actores es muy extrema y es constante en el tiempo. Es muy difícil gestionarla, sostenerla y no abandonar. Siempre digo que el simple hecho de poder camuflarnos, y ‘vivir’ en sociedad como si fuéramos personas normales, ya es mucho para nosotros.
No conocemos el concepto de estabilidad, de tranquilidad. Lograr cierto equilibrio emocional supone un profundo trabajo individual, mucha terapia, mucho esfuerzo, mucho trabajo interno y muchas ganas.
¿Nos puedes contar algo sobre próximos proyectos profesionales?
En mayo arranco el rodaje de un largometraje, una comedia con la que estoy muy ilusionada. Continúo con la gira de ‘J’attendrai’, una maravillosa función de teatro dirigida por Emilio del Valle en la que hacemos un necesario homenaje a los exiliados republicanos que vivieron el horror nazi y sus campos. Y en octubre está previsto el estreno de ‘Hasta que la muerte nos separe’, una pieza teatral dirigida también por Emilio del Valle y que, ya adelanto, tampoco es comedia. Me espera un año teatrero de muchas lágrimas.
En tu Instagram te defines como amante de los gatos, el ukelele y el vino. Cuéntanos cómo es Cristina Gallego al bajarse del escenario.
Creo que eso me define bastante bien. Tengo mucha energía y gran parte de ella la invierto en mi trabajo, y me encanta. Pero me gusta mucho ser dueña de mi tiempo y disfrutar de las cosas que me hacen feliz. Soy muy ‘disfrutona’, muy hedonista. ¡Muy gato!
Pasar tiempo conmigo es uno de mis hobbies favoritos. Me encanta comer, el silencio, la soledad, contarles a mis gatos cómo me ha ido el día cuando llego a casa, ponerme el tocadiscos; abrirme un vino cuando llega el viernes, elegir el vino, eso es muy importante y con qué voy a maridarlo; tocar el ukelele, cocinar para toda la semana, hacer ejercicio, comer palomitas con una cerveza los domingos… Y en medio de todo eso dedico tiempo a cultivar mi parte más nostálgica y melancólica, esa que no le enseño a nadie.
¿Cómo ves Extremadura desde la distancia?
Me fui tan jovencita que tardé años en ser consciente de la maravillosa ciudad que había dejado atrás. He conseguido reencontrarme con mi ciudad y con mi tierra después de muchos años. Siempre me he sentido muy extremeña a pesar de la distancia y el paso del tiempo ha acentuado más ese sentimiento. Amo mi tierra, su gente, su nobleza, su pasado, mis raíces… y siento un orgullo tremendo hacia todo lo que representa Extremadura. Somos extremos, somos duros y somos conquistadores.
¿Qué percepción tienes del mundo de la interpretación en la región?
Cuando yo me marché de Cáceres las opciones para desarrollar algún tipo de carrera artística eran nulas. Creo recordar que había dos compañías de teatro profesional. La evolución en este sentido ha sido absolutamente brutal y Extremadura se ha convertido en una región con un enorme abanico de posibilidades, tanto a nivel formativo como a nivel laboral.
En Cáceres se encuentra la ESAD, la Escuela Superior de Arte Dramático, en mi época aquello habría sido un sueño, además de numerosos centros y escuelas de formación en toda la Comunidad. A nivel audiovisual tampoco nos quedamos atrás y cada vez tenemos más presencia en el sector, por no hablar de la maravillosa cantera de intérpretes, músicos, actores… que ha dado y sigue dando la región. Y muchos de ellos no han tenido que dejar la tierra para seguir trabajando, afortunadamente. Le auguro un gran futuro a Extremadura, tenemos mucho que ofrecer.
¿Qué le dirías a alguien que comparta tu vocación y quiera dedicarse a la interpretación?
La vocación no se puede ignorar. No se puede y no se debe. Es una inspiración. Viene de dentro y hay que escucharla.
Solo me atrevería a decir: escúchala, escúchate, sigue tu intuición. Y ve a por ello; creo que no hay nada más poderoso que la determinación. Esto es mío así que espero que no lo haya escrito alguien antes…