Plasencia fue escenario de acontecimientos que afectaron a todo el Reino en mayo de 1475, y la Torre Lucía fue testigo muy cercano.
El rey Enrique IV de Castilla fallece el 12 de diciembre de 1474, e inmediatamente se abre con tremenda virulencia el conflicto de la sucesión al trono castellano. Unos se inclinan por la infanta Isabel, hermana del rey difunto, y otros se decantan por doña Juana por considerarla hija legítima de Enrique IV, mientras algunos la llaman ‘la Beltraneja’ atribuyéndola ser hija de don Beltrán de la Cueva, valido del Rey.
Los condes de Plasencia tomaron partido por doña Juana, que por mayo llegaba a Plasencia y se alojaba en la Casa de los Grimaldos, conocida como ‘Casa de las Argollas’, situada en la calle del Rey, de la que hoy todavía se conserva una torre. Allí se habían reunido los seguidores de doña Juana: los marqueses de Villena, el arzobispo de Toledo, la condesa de Medellín y otros nobles, para esperar al rey de Portugal, Alfonso V, que era tío de doña Juana y defendía su causa ante la infanta Isabel.
Alfonso V de Portugal hizo su entrada en Castilla en la primera quincena de mayo de 1475, pasando por Alburquerque, con 300 caballos y 10.000 peones, más 700 lanzas. Tenía 43 años, estaba enfermo y venía en litera, entrando con la retaguardia que custodiaba los 200 carros de la impedimenta. Con este ejército venía a imponer los derechos de doña Juana al trono de Castilla y a celebrar sus desposorios con ella, proclamándose también rey de Castilla. Se hospedó en el Alkázar o Fortaleza, de la que era defensa adelantada la Torre Lucía.
El jueves 25 de mayo, coincidiendo con la festividad del Corpus Cristi, sobre un cadalso elevado en medio de la Plaza Mayor de Plasencia, se hizo la proclamación de Alfonso y Juana como reyes de Castilla en la forma acostumbrada. Esta proclamación fue dirigida por los condes de Plasencia y sus aliados, sin que la Ciudad ni su Tierra pudieran impedirlo.
Cuatro días más tarde, el 29 de mayo, se desposaron sin celebrar matrimonio, en espera de la dispensa pontificia por parentesco próximo, aún no concedida. Al día siguiente doña Juana, que contaba con 13 años, iniciaba su corto reinado firmando un manifiesto para todas las ciudades del reino. El Manifiesto de Plasencia se firmó en la Casa de los Grimaldos, la ‘Casa de las Argollas’. A ese acto acudieron todos los nobles seguidores de doña Juana presentes en Plasencia, entre los que se encontraban don Juan de Zúñiga, maestre de Alcántara, y el obispo de Plasencia, don Rodrigo Dávila, que llevaba desde el 8 de abril al frente de la Diócesis.
A partir de este momento comenzó la guerra de sucesión en Castilla, que terminó con la victoria de la infanta Isabel y su esposo Fernando, los Reyes Católicos.
Entre los textos consultados para redactar este artículo está el tomo III de la Historia de España del marqués de Lozoya, uno de los primeros libros que coleccioné fascículo a fascículo, donde en las páginas 12 y 13 se reproduce una fotografía panorámica de Plasencia ocupando la parte superior de ambas, y con este comentario a pie de foto que no me resisto a reproducir, porque resume, en breves palabras, este acontecimiento histórico: “Vista de Plasencia. En el momento en que iba a iniciarse la guerra civil y sucesoria, está Ciudad fue la pequeña corte donde se unieron los partidarios de Juana de Castilla. En ella esperó a su futuro esposo Alfonso V de Portugal y allí se celebraron los esponsales. Al día siguiente de estos, la princesa dirigió a toda Castilla un manifiesto en que exponía sus derechos a la sucesión”.
Y, para terminar, un comentario: no deja de llamar la atención que un hecho histórico tan significativo no haya sido resaltado por los cronistas placentinos, no quedando tampoco en los archivos de la Ciudad ningún documento que se refiera al hecho. Hay estudiosos que se atreven a considerar que los Reyes Católicos, vencedores de la guerra sucesoria, hicieran una limpia de esos documentos para borrar de la Historia a doña Juana, apodada ‘La Beltraneja’.
Bibliografía consultada:
‘Historia de España’. Tomo III. Marqués de Lozoya
‘Historia de España’. Volumen XVII. Menéndez y Pidal
‘Siete Centurias’, de Alejandro Matías