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Desde la Torre Lucía. La larga y frustrante historia del ferrocarril placentino (y II)

Desde la Torre Lucía. La larga y frustrante historia del ferrocarril placentino (y II)
Foto: Cedida
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En el artículo anterior expuse los prolegómenos de la construcción de la línea férrea que pasando por Plasencia llegaría hasta Astorga, la línea de la Vía de la Plata.

Ahora acometo desde la atalaya de la Torre Lucía su inauguración y puesta en servicio, hasta el fatídico 1985, año en el que nuestra Estación de Ferrocarril dejó de tener viajeros, para convertirse en un ‘fondo de saco’ al amputarle la línea de la Vía de la Plata.

Cuarenta años han transcurrido desde esa ‘amputación’, privando, entre otras muchas cosas importantes, a todos los placentinos y comarcanos menores de 40 años el poder acceder en tren a las célebres verbenas veraniegas de Hervás, tan gratificantes y de agradables recuerdos; o a cursar la anhelada carrera universitaria en la culta Salamanca yendo y viniendo de casa a la universidad y viceversa.

Recuerdos siempre unidos al tren, a su traqueteo y su hollín. Ese trayecto por el ferrocarril de la Vía de la Plata formaba parte tanto del currículo universitario como del festivo. Ni qué decir tiene que lo perdido con ese cierre no se circunscribe a lo jocosamente tratado en los renglones anteriores; claro que un poco de humor entre líneas en este tema no viene mal.

Pero volvamos a finales del siglo XIX, concretamente al 26 de julio de 1893, cuando se inaugura el tramo Plasencia-Hervás, y por ende, la Estación de Ferrocarril de Plasencia-Ciudad. Pasarán tres años para que se termine todo el trayecto hasta Astorga y, con tal motivo, al poder recorrer los 347 kilómetros de la línea Plasencia-Astorga, se reinauguró la estación placentina el 21 de junio de 1896. Ese día, según la prensa local, “un larguísimo tren de 100 metros de largo, formado por varios coches de viajeros, un coche especial para autoridades y dos coches camas, partió de Plasencia a las 18h 20m”. La velocidad media de aquel trayecto fue 60 km/h.

De todos es conocido que, paradójicamente, el primer ferrocarril español se construyó allende los mares, en Cuba, en noviembre de 1837, uniendo La Habana con Güines, un trayecto de 90 kilómetros. Y en la Península se inauguró la línea Barcelona-Mataró, con un recorrido de 28 kilómetros, el 28 de octubre de 1848.

La llegada del ferrocarril a Extremadura tuvo lugar como consecuencia de la unión de Madrid con Lisboa y de la línea transversal, paralela a la frontera portuguesa, para unir el norte y el sur de España por el oeste.

La línea de Madrid a la frontera portuguesa por Valencia de Alcántara fue inaugurada el 8 de octubre de 1881 con la presencia de los reyes Luis I de Portugal y Alfonso XII de España. En Valencia de Alcántara ambos monarcas y sus séquitos subieron al tren real en dirección a Cáceres, en cuya estación se celebró la inauguración oficial. Un dato curioso relacionado con Plasencia: el obispo que bendijo y presidió el acto litúrgico delante de los reyes fue don Pedro Casas y Souto, obispo de Plasencia, asistido por el obispo de Coria.

Por esta fecha quien también tenía estación de ferrocarril era Malpartida de Plasencia, bajo el nombre de Plasencia-Empalme, por estar ubicada en el término municipal de la localidad chinata.

Plasencia-Ciudad tuvo que esperar hasta el 23 de marzo de 1884, fecha en la que fue aprobado el proyecto de la línea hasta Astorga. Tras varios fracasos de las compañías concesionarias con suspensiones de pagos, etc., por fin la Compañía de Explotación de los Ferrocarriles de Madrid a Cáceres y Portugal y del Oeste de España inició las obras.

La estación de Plasencia fue considerada de Segundo Grado, por volumen y conexiones, contando con dos plantas, sala de espera, sala de telégrafos, despacho de equipajes, almacén y vivienda para el Jefe de Estación y otros operarios.

La línea Ruta de la Plata se cerró en 1985, luego no llegó ni a cumplir el siglo de existencia, dado que el primer trayecto a Hervás fue en 1893, y el definitivo hasta Astorga en 1896.

Aquella línea ‘vertical’ que recorría el oeste peninsular de norte a sur y de sur a norte, aquel camino de hierro que traía esperanzas de progreso, no aguantó ni un siglo de historia comparada con los 22 siglos de existencia del ‘Iter ab Emerita Asturicam’, la Calzada Romana de la Plata.

Frecuente y esporádicamente han llegado a la Torre Lucía los ecos de manifestaciones y reivindicaciones que a lo largo de estos 40 años de ‘sequía ferroviaria’ se han convocado y llevado a cabo con escaso resultado. Pero los placentinos no desfallecemos en el empeño de poder contar con una comunicación ferroviaria, acorde con los tiempos que corren, que nos facilite la vida, el sustento y la movilidad para nosotros y nuestros descendientes.

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