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Detentes y llamadores. José Luis Rodríguez Plasencia

Detentes y llamadores. José Luis Rodríguez Plasencia
Llamadores. Fotos: José Luis Rodríguez Plasencia

Si uno se da un paseo por las calles de los barrios más antiguos de algunos pueblos es muy normal encontrarse en las puertas de las casas llamadores, también conocidos como picaportes o aldabas, para llamar a sus moradores cuando aún no existían los timbres y las puertas estaban cerradas.

Y no solo pueden encontrarse en pueblos, sino también en ciudades, por ejemplo en Mérida, donde los dueños de muchas casas, a pesar de tener timbres, han embellecido sus puertas de entrada a la vivienda con estos picaportes, cuyas formas han ido cambiando con el tiempo.

Los más antiguos se remontan a la Edad Media y tenían forma de martillo o falo, aunque también las había en forma de argolla o aro, suspendida bien de una anilla, bien de una cabeza de león o grifo1 o de mano metálica que asía una bola también metálica. Todos ellos golpeaban sobre la cabeza de un clavo bastante grueso.

Estas aldabas podían servir también de tiradores donde apoyarse mientras se giraba la llave. E incluso sirvieron de asilo sagrado, conocido también con la expresión ‘acogerse a lo sagrado’, una ley medieval por la cual cualquier perseguido por la Justicia podía acogerse a la protección de una iglesia o un monasterio tan solo con asirse a ella.

Aunque hay estudiosos que atribuyen el origen del vocablo aldaba a los árabes, del árabe hispano ‘aḍḍabba’, y este del clásico ‘ḍabbah’, literalmente ‘lagarta’, por su forma, en origen semejante a la de este reptil, con la diferencia de que en algunos pueblos islámicos las puertas tienen dos aldabas, situadas una a la derecha, usada por los hombres, de forma fálica, y otra a la izquierda, de forma redonda, para las mujeres, ambas con sonidos distintos para saber quién llamaba.

Detente en un dintel. Foto: José Luis Rodríguez Plasencia
Detente en un dintel. Foto: José Luis Rodríguez Plasencia

Y junto a estos llamadores, en algunas puertas, aunque con menor frecuencia, existían los llamados detentes, pequeños emblemas con la imagen del Sagrado Corazón, la Virgen María u otra imagen religiosa, que normalmente se acompañaba de una cita piadosa.

Ya desde la Prehistoria el ser humano sintió la necesidad de realizar prácticas destinadas a protegerse de cuantos agentes perturbadores, por ejemplo espíritus malignos, pudieran afectarles negativamente no solo a ellos como personas sino también a cuanto formase parte de su entorno, llamáranse hogar, animales domésticos, etc. De ahí que se hicieran con determinados amuletos protectores y que poco a poco se celebraran rituales en el mismo sentido propiciatorio. Y ya en la antigua Roma se levantaron pequeños altarcillos dentro de las casas dedicados a los dioses lares o penates, protectores del hogar.

Con el paso de los años ese miedo ilógico e irracional a lo desconocido también ha llegado a los tiempos actuales, donde no es nada extraño encontrar en las puertas de las casas o en sus muros o dinteles símbolos cristianos como cruces; inscripciones de carácter religioso, como ‘Ave María’ o ‘Ave María Purísima’; los símbolos ‘IHS’ o ‘JHS’, anagramas del nombre de Jesucristo; y los ya citados detentes, todos ellos símbolos mágico-protectores destinados a impedir la entrada del mal, como demonios, brujas, enfermedades, fenómenos atmosféricos destructores o cualquier otro elemento desconocido, en las partes de la casa que se considera que estaban más expuestas a la entradas de esos males, tales como puertas, ventas, chimeneas o incluso establos.

Detentes. Fotos: José Luis Rodríguez Plasencia
Detentes. Fotos: José Luis Rodríguez Plasencia

Aquellos antiguos detentes metálicos han ido sustituyéndose por otros de azulejo colocados en las fachadas o balcones de las viviendas con igual intención. Y como detentes sacramentales pueden considerarse también, a modo de amuletos, los colgantes, llameros o pulseras donde aparecen imágenes religiosas.

Igualmente hay quien relaciona estas cruces o símbolos cristianos con los falsos judíos, que marcaban con ellos las puertas de sus hogares para hacerse pasar por verdaderos creyentes entre sus convecinos, evitando así posibles represalias.

1 Criatura mitológica, cuya parte frontal era la de un águila gigante de afilado pico y poderosas garras y la posterior la de un león de musculosas patas y cola larga.

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