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¿A qué nos referimos cuando hablamos de dolor crónico? Hemos querido indagar y estudiar más una cuestión que preocupa a muchas personas. Y hemos ido más allá, queriendo saber cómo podemos encontrar vías para conocer este problema y mejorar la calidad de vida de los pacientes.
Hablamos con Juan Manuel González Flores, fisioterapeuta que presta servicio en el centro de salud de Suerte de Saavedra, impulsor del programa ‘Afrontamiento activo del dolor crónico, incluido en la unidad del dolor del Área de Salud de Badajoz.
El dolor crónico se definía hasta hace un tiempo como “ese dolor que no es agudo, que no está relacionado con los tejidos, que dura más allá de tres o cinco meses, y que provoca cambios en la vida de quien lo sufre: emocionales, sensoriales, pérdida de funciones, mucho sufrimiento y mucha discapacidad. Por eso desde el afrontamiento activo tratamos de recuperar la funcionalidad del individuo”.
El dolor crónico es multifactorial: “Se están estudiando perfiles genéticos y epigenéticos, la influencia del contexto laboral, familiar. Todo influye, más el contexto que la estructura en sí. El dolor crónico va más allá del agudo. Influyen todas las esferas del individuo, y hay que tratarlas porque, si no, se fracasa una y otra vez. El afrontamiento activo va en esa dirección”.
En determinadas circunstancias el dolor crónico puede afectar a cualquier persona. Si el proceso que atraviesa tiene unas determinadas características, el dolor agudo se alarga en el tiempo, la persona va tomando costumbres catastrofistas, empieza a tener miedo al movimiento, ciertas variables a su alrededor pueden hacer que quede atrapado el sistema nervioso con ese dolor crónico”.
“Hasta ahora, para combatirlo se han empleado métodos pasivos: farmacología, técnicas invasivas, infiltraciones; desde la fisioterapia electroterapia, onda corta, terapia manual… todas ellas técnicas pasivas. Para el dolor agudo, el inflamatorio, funcionan muy bien, pero el dolor crónico tiene diferente fisiología, no responde bien a esos tratamientos, ni siquiera los farmacológicos potentes”.
“En la escala analgésica se empieza con antiinflamatorios, pasamos a analgésicos de segundo escalón, opioides suaves, medios y otros más potentes en el tercer escalón. Incluso así siguen los pacientes sin tener mejoría. Al final se crean estas unidades por el fracaso de estas terapias pasivas. Esto es afrontamiento activo. Se busca que el paciente sea independiente, funcional, capaz de gestionar el dolor. Que el abordaje activo le lleve a ‘disminuir’ su discapacidad y su sufrimiento”.

“El programa consta de dos partes: una primera, educación en neurociencias del dolor, el primero de los tres meses; y el resto, ejercicio terapéutico para promover la neuro plasticidad y la neurogénesis, para que haya nuevos caminos neuronales no asociados al dolor y que sean analgésicos, que sean una forma analgésica de moverse”.
“Estos pacientes vienen de recibir la ‘fotocopia’ y que les digan “haz estos ejercicios”, y es que no hacen ejercicios porque les duele, porque su sistema modulatorio está afectado. Cuando se mueve su cerebro ‘manda dolor’ y hay que desaprender y reaprender. Todo el programa en revisión continua para mejorar cosas”.
Juan Manuel nos cuenta desde cuándo se utiliza el afrontamiento activo: “En el Servicio de Salud de Castilla y León se aplica desde 2008. Empezaron con los grupos y cada vez tienen más evidencias de su éxito. En Extremadura empezamos en 2020 y llevamos aproximadamente 500 pacientes, entre individuales y grupos. Empezamos a reunirnos cuando aún estaba prohibido por la pandemia de Covid19; yo empecé a recopilar información y trabajábamos en la iglesia situada junto al centro de salud de Valdepasillas. El ejercicio lo hacíamos en un jardín y la parte de educación la hacíamos en un salón con ventanas a ambos lados, que era la única manera de reunirnos”.
“El sistema público de salud debe ser consciente de que todas las guías de práctica clínica indican que es el camino correcto. Toda la investigación actual indica que para tratar el dolor crónico se ha de hacer educación en el dolor, educación y ejercicio terapéuticos. Que el afrontamiento debe ser activo y multidisciplinar. Los servicios de salud deben dotar al ‘afrontamiento activo’ de espacios, recursos humanos y recursos materiales, que no son muchos teniendo en cuenta lo que se está invirtiendo en medios pasivos, en estimuladores craneales, medulares… que se utilizan para un solo paciente y tienen una evidencia muy cuestionable, puesto que los estudios sobre resultados tienen mucho sesgo y mucho conflicto de intereses… son muy cruentos y de efectividad limitada. Se está pasando por alto que esta inversión es muy efectiva. Ojalá se invierta y el cambio de paradigma en el tratamiento del dolor crónico siga. Se calcula que en cinco o seis años todas las comunidades tendrán sus unidades de afrontamiento activo del dolor crónico. Por el coste efectivo, por la falta de efectos secundarios… hemos formado a compañeros de otras regiones; ahora tenemos un congreso en Andalucía, también se ha creado la unidad en el servicio vasco de salud…”.
Luisa Vázquez es una paciente de dolor crónico. Antiguas dolencias revivieron a raíz del covid19: “Empecé a sentir síntomas de un dolor muy fuerte, que me limitaba para todo. Mi vida iba del sillón a la cama. Perdí la autonomía, me caía por mi propio peso en mi casa. Me trataba con fármacos, opioides, morfina, de una consulta a otra de especialistas, esperando diagnósticos de qué me pasaba. Esperando resultados de una prueba de imagen y cada vez a peor. Hasta que entré en el programa de afrontamiento activo esas eran las alternativas de tratamiento que me daba la sanidad pública. Me mandaron a rehabilitación, medicación cada vez más fuerte, diagnósticos varios, desde fibromialgia a colon irritable, un problema digestivo, etc. pero mi calidad de vida iba empeorando. En una revisión médica rutinaria me preguntó el médico de familia si conocía la ‘Escuela del dolor’, a la que yo bauticé como ‘Escuela de vida’. Con nada que perder comencé a acudir al programa en septiembre de 2022. Me enganché desde el primer momento. Me sorprendió gratamente y cambió la visión de mi dolor”.

“El programa requiere un trabajo de interiorización. Has de convencerte a ti misma. Hay una parte teórica, que te ayuda a aprender por qué tu dolor es persistente y limitante. Aprendimos sobre neurociencia del bienestar, sobre neurogénesis, sobre plasticidad cerebral, sobre sensibilización central, y a adquirir técnicas y herramientas para afrontar nuestro día a día. Solo con la parte teórica, estudiando, analizando e interiorizando, mi calidad de vida empezó a mejorar. La práctica de ‘Mindfulness’, serenar la mente y el cuerpo, aprender a respirar, a valorar, a serenar. Todo eso me hizo sentirme viva. La parte de ejercicio práctico, que no tiene desperdicio, además de pasarlo super bien con retos, juegos, ejercicios de psicomotricidad, de elasticidad, de equilibrio, te permite ver cómo tu funcionalidad va mejorando, cómo te puedes mover, cómo le pierdes el miedo, cómo mejora tu visión de la vida, cómo te llega la esperanza… todo eso y mucho más lo he aprendido en estos años de experiencia. Para mí ha marcado un estilo de vida”, añade.
“En mi dolor hay crisis y rachas, afortunadamente son cada vez más espaciadas y cortas. Yo ya he aprendido que mi dolor no está en un daño de tejidos. Yo tuve un accidente de tráfico y me curé. Mis cicatrices están ahí, pero por qué yo sentía dolor estaba en mi cerebro, en mi sistema de sensibilización. He aprendido a afrontarlo. No sueño con el dolor, sino con cosas más bonitas”.
“Mi consejo para un paciente que empiece ahora es que abra bien los siete sentidos. He aprendido que tenemos siete, y no cinco, y que trabaje. Cuando hablamos de ‘siete sentidos’ unimos a los ya conocidos la propiocepción y la interocepción”. Aclara Juan Manuel que “la propiocepción es cómo sabe el sistema nervioso en qué postura está el cuerpo, y la interocepción es la sensación que todos los órganos aportan al sistema nervioso”.
“Lo que tú no hagas por ti mismo no lo hace nadie. Hay que empezar por lo más difícil, y coger el toro por los cuernos. Que no desaproveche la oportunidad, que a mí me cambió la vida”, remarca Luisa, que también pide que las administraciones apoyen el programa: “yo no daba un paso, estuve dos años sin caminar, y hoy mi vida es totalmente activa gracias a este programa. Ojalá llegue a mucha gente que lo necesita”.
Pues que así sea.