Un siglo después de su publicación ‘El miajón de los castúos’ sigue siendo un libro-referencia para todos aquellos que buscamos en el ‘jondón’ de nuestro vocabulario extremeño las expresiones que mejor conjugan con los sentimientos que pretendemos transmitir y compartir.
Al igual que ya lo hiciera Gabriel y Galán en su poema ‘El Cristu benditu’, Luis Chamizo nos presenta con ‘El chiriveje’ (50 versos combinando octosílabos con endecasílabos, siempre con su rima asonante en los pares) a las nuevas generaciones de muchachos castúos extremeños, insistiendo en la conveniencia de mantener las señas de identidad en las que se sustentan, por las que serán reconocidos en cualquier sitio.
Pimpollo, rey de tu madre,
miagirrinina de la gloria mesma
que cayó de los cielos desprendía
del botón reluciente d’una estrella:
no me jagas pucherinos
cuando yo te jaga fiestas;
ponme los ojillos tunos,
relámbiate con la lengua,
jame’l angó, muchachete,
que voy a dalte la teta.
Míala, túmbate a la larga,
chachino, chuperretea
jasta qu’el cholro del pezón rebose
los bujerinos de tus tragaeras.
Asín, con genio, mu juerte,
manque t’aplastes las narices mientras
y endispués, de muchacho, te se note
que las tiés porrillúas y retuertas,
qu’a esos que tienen la narís picúa,
sus madres ajuyéronle las tetas.
Lucero, pan y condío,
espiguina de carne de mis eras,
suerbe p’adrento remetiendo juncia,
larga chupones atizando yesca
pa que aluego, cuando mozo,
naide te moje la oreja.
Rempuja tú con genio, chiriveje,
chupa jondo y bochinchea,
chiquenino de tu casa,
muñequino jormao de miel y cera
que derritió’l aliento de tu padre,
que yo cuajé con sangre de mis venas,
que Dios jizo al igual que semos dambos
pa que tos devinaran tu nacencia:
remete’l jociquino bien p’adrento,
rempuja con töa tu juerza,
que asín el chipitón saldrá seguío
con dos gorpes tan sólo qu’arremetas.
Descudia tú, preciosino,
no te acagaces y aprieta,
manque te ringuen tus narices guapas
y te se pongan retuertas,
que por estas señales se conocen
los muchachos castúos de tu tierra,
los hijos de las madres que son madres
tan äina que Dios las jace jembras;
porque aquí, pa nusotros, tos sabemos,
com’una cosa mu cierta,
qu’a esos que tienen la narís picúa,
sus madres ajuyéronle las tetas.