También conocida como ermita de Nuestra Señora de la Consolación, o de San Pedro, según constatamos por los estudios de Publio Hurtado,1 se encuentra próxima a la zona monumental, fuera de la muralla, en la cuesta que sube al Convento de Santa Clara. Tiene sus orígenes en el último tercio del siglo XV, por los elementos constructivos y ornamentales que aún se conservan (bezantes).
Se accede al interior mediante una puerta adintelada situada en el hastial de los pies, que aparece rematado por una espadaña realizada en ladrillo. Es una fábrica de mampostería con una nave en dos tramos y capilla mayor. La nave y la capilla mayor se cubren con bóveda de cañón con lunetos; aún se conservan los bezantes o bolas de la época de los Reyes Católicos. Mediante un arco apuntado se accede a una capillita adosada a la cabecera, en el muro del Evangelio, cubierta con bóveda de crucería sobre planta ochavada con decoración estrellada mediante pintura al fresco en la bóveda, ofreciéndonos una sensación estética de gran belleza al contemplarla desde abajo. Los arcos son de medio punto en el presbiterio y en la nave, apoyados sobre pilares adosados. Parte de sus muros interiores estuvieron decorados con pinturas murales que llegaron a ver los investigadores locales Publio Hurtado y Benito Boxoyo, y que datan del siglo XVI, algo que no es de extrañar si tenemos en cuenta que la bóveda de crucería de la capillita del muro del Evangelio está totalmente decorada.

En la capilla del muro del Evangelio se conservan un Niño Jesús y, sobre la vitrina que alberga al Niño, un Crucificado. La imagen del Niño Jesús pertenece al grupo de Niños Jesús de Pasión, obra realizada en madera policromada, del siglo XVIII, anónima, de escuela sevillana. Se apoya con sus pies desnudos sobre una peana de madera. Merece la pena destacar la belleza que emana de toda su figura; posee cabellera con rizos, nariz y boca pequeñas y rosadas, mejillas abultadas y barbilla pronunciada. Porta una cruz en la mano izquierda y bendice con la mano derecha, en actitud naturalista. Presenta encarnadura a pulimento pero matizada. Mira hacia la derecha y resulta de gran movimiento. La conservación es regular, pues la madera ha sufrido desperfectos. Tipo de Niño Jesús desnudo, aunque se le ha vestido con ropas que no corresponden a la obra original en sí.
Fue restaurada en el año 1957 (REST 1957), según reza en una inscripción en el presbiterio. La nave es del siglo XVIII. Se conservan restos de la antigua ermita, obra gótica del último tercio del siglo XV. Además de la restauración citada, ha sufrido otras varias, destacando las realizadas en 169l, en la que intervino el maestro de obras Francisco Sevillano y, posteriormente continuó las obras de la ermita su hijo Juan Sevillano;2 en 1711, 1748, 1918, 1923 y 1994.
Según constatamos por los Libros de la Cofradía, la que antiguamente era la capilla de la Virgen y que en la actualidad está ocupada como sacristía la levantó el maestro alarife Francisco Sevillano en 169l.
En el presbiterio se conserva una imagen de la Virgen de Las Candelas, de vestir, del siglo XVII, que ha pasado por una importante restauración, pues sufrió quemaduras en un incendio acaecido el 3 de febrero de 1994.

Según los estudios realizados por Corrales Gaitán, el 11 de febrero de 1947, encontrándose la ermita en ruina total, es vendida al Ayuntamiento, que inmediatamente proyecta construir en aquel mismo lugar unas escuelas. En 1953 fallecería el párroco de San Mateo, don Santiago Gaspar, sin poder llegar a ver el renacer de la ermita y la celebración de la tradicional fiesta de Las Candelas, el 2 de febrero, pues en el mes de enero de 1954, con el nombramiento como ecónomo de la Parroquia de San Mateo de don Emeterio Hierro Martín, tras múltiples gestiones con el Ayuntamiento, y bajo la dirección del Ministerio de la Gobernación, el 31 de agosto de 1955, siendo alcalde de Cáceres don Luis Ordóñez Claro, se firma la escritura por la cual pasaba de nuevo la ruinosa ermita y el terreno de los alrededores a propiedad de la Parroquia de San Mateo. Las obras se inician el 13 de agosto de 1957, y así don Manuel Llopis Ivorra, obispo de la Diócesis, bendecía la nueva ermita la tarde del 1 de febrero de 1958, volviendo a recuperar su culto.3
La Fiesta en honor a la Virgen de Las Candelas es una de las más populares de la ciudad. Se celebra los días 2 y 3 de febrero. Durante la mañana la Virgen de Las Candelas sale en procesión desde su ermita del mismo nombre. Las calles se engalanan para recibir a la Virgen durante su recorrido. Mientras, la festividad de San Blas se realiza en su ermita, el mismo día de Las Candelas y víspera del santo. Los alrededores de la ermita se llenan de jóvenes con el vestido de campuza y el hermoso pañuelo de ‘sandía’ o de ‘mil colores’. Durante la tarde de San Blas se escucha música típica extremeña. Cáceres se prepara para vivir esa semana dos de sus fiestas más tradicionales, Las Candelas y la romería de San Blas, donde no faltan las habituales roscas de anís y las mesas de ofrendas.

En la cuesta que sube hacia la ermita de Las Candelas y al Convento de Santa Clara, justo por detrás de ella, existió una ermita bajo la advocación de San Ildefonso, conservándose de la extinta ermita los muros maestros y la cúpula sobre pechinas. Tenía un solo altar y una imagen de San Ildefonso; allí realizaron celebraciones religiosas los propios franciscanos del cercano convento de San Francisco.
Es una ermita que tuvo sus orígenes en el siglo XVI y se cerró al culto en el siglo XIX. Simón Benito Boxoyo nos ofrece los siguientes datos: “Un poco más debajo de la antecedente (se refiere a la ermita de Nuestra Señora de la Consolación) está la de San Ildefonso, arzobispo de Toledo, su imagen de escultura, en un solo altar. Se fundó sin dotación por uno de la familia de Conejeros, de Cáceres. Al presente, corre al cuidado del venerable Orden tercero de San Francisco y en ella se celebra sus espirituales ejercicios y misa el último domingo de cada mes”.4
