La humanidad ha estado inmersa en no pocas pandemias a lo largo de la historia, cada cual más devastadora. Las más conocidas, por ser las más recientes, son la peste negra, la viruela, o la gripe española. Pero han existido otras muchas en tiempos más lejanos, como las llamadas plagas Atenienses y la plaga Antonina, documentadas en el año 430 a. C.
Según un estudio realizado por el doctor Rodrigo Leal Becker, los síntomas iniciales de estas plagas incluyeron dolor de cabeza, conjuntivitis, ‘rash’ cutáneo y fiebre. Las víctimas tosían sangre y sufrían de un fuerte dolor de estómago, seguido de nauseas, arcadas y vómitos. Los individuos afectados generalmente morían a los siete u ocho días. Aquellos que sobrevivían a esta etapa podían sufrir parálisis parcial, amnesia, o ceguera por el resto de su vida. Doctores y otros cuidadores frecuentemente se contagiaban la enfermedad y morían con aquellos a quienes habían tratado sanar.
¿Reconocemos esta triste situación como algo actual? Podría ser este el relato de un noticiero de ahora mismo, debido a la triste situación que estamos viviendo. Lo peor, según los científicos expertos, es que con total seguridad no estamos ante la última pandemia de la humanidad, pues estas son cíclicas y se originan en ciertos momentos y situaciones que las propician. Sin embargo, si hay algo positivo en todo esto es que saldremos reforzados, como ocurrió con la gripe española, que propició la creación del sistema público de salud, inexistente hasta el momento.