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Extremadura se hunde en despoblación. Juan de la Cruz Gutiérrez

Extremadura se hunde en despoblación. Juan de la Cruz Gutiérrez

El AVE de Extremadura, una burla y una ofensa histórica, que ya lleva 30 años de retraso, lo que se dice pronto, mientras la conexión ferroviaria existente con la región marcha con la ‘normalidad’ habitual de averías, retrasos, desesperaciones, quejas y malestar del viajero, generando frecuentes titulares negativos en los medios de comunicación, alguna que otra manifestación de las que el Gobierno pasa olímpicamente, y que anda anclado en las desesperanzas de los extremeños.

Los resultados de los parámetros demoscópicos socieconómicos, sueldos, paro, pensiones, desarrollo industrial, expectativas, mírese por donde se quiera mirar, continúan, de forma casi irreversible, entre los lugares más delicados, como siempre, en la España, de, al menos, dos velocidades. Basta con mirar cualquier estadística de índices comparativos en la España de hoy, seguir la línea de las gráficas y detenerse en la variabilidad de la Extremadura de ayer, de hoy, y, si me apuras, de mañana.

La agricultura y la ganadería, sostén de tantas familias y pueblos extremeños, cada día aparece más sitiada por la política gubernamental, por la desatención y la carencia de compromiso firme y decidido con la tierra parda.

Tras los tres aspectos referenciados, añadamos un cuarto. Entre otras particularidades dramáticas sobresale severamente la impresionante marcha migratoria de más de 600.000 habitantes, según fuentes oficiales, desde los años 60. Lo que representa un porcentaje estremecedor, mientras nuestros pueblos se resquebrajan entre lamentos, olvidos, ausencias, silencios, llantos.

Al tiempo, la España que algunos denominan ‘vaciada’, aunque el articulista prefiere denominarla como abandonada y maltratada, se erige en ese pelotón de cabeza que conforman los agravios a la región. La emigración continuada del paisanaje en la práctica totalidad de los pueblos y ciudades, que se desangran, con los más jóvenes largándose en búsqueda de unas vías que en Extremadura se extinguen cada día más dejando sus municipios con unos índices poblacionales desgarradores. En algunos, camino de su extinción. 600.000 emigrantes, una cifra que desde una perspectiva humana, moral, social, económica, agrícola, ganadero, rural, se eleva al grado de tragedia que aumenta incesantemente ¡Cuánto pesar!

El hecho evidente es que el hundimiento y el vacío humano de numerosos pueblos extremeños se hace tan latente que cuatro de cada diez municipios de la región, 158 en total, se encuentran en riesgo de extinción, según advertía en mayo pasado el Banco de España. No es pesimismo, no. Más, aún, con ese germen y previsiones que se plasman sobre la agricultura y la ganadería.

Por su parte el abandono y ausencia de proyectos estatales continúa perforando en las humildes y buenas gentes de esos pequeños núcleos poblacionales, amenazados entre la desesperanza y el desmoronamiento que cada día se germina con mayor virulencia en la geografía extremeña. El campo se pierde, se desgarra, se hunde en desatenciones. Bien lo saben una gran parte de esos héroes extremeños que resisten defendiendo su municipio contra viento y marea.

En 2050 en Extremadura tendrá un 16,12% menos de población
De tal forma las riadas migratorias son tan claras y lamentables, como el que la población regional se encuentra en niveles aún más bajos que los de 1910. Y con un horizonte, como acaba de recoger días atrás Eurostat, en el que se subraya que en 2050 Extremadura habrá perdido un 16,12% de sus habitantes (Cáceres pasaría de los 389.558 de 2021 a los 316.491, y Badajoz de 669.943 a 579.554). En dicho estudio se destaca que “el envejecimiento será especialmente intenso en Extremadura” en las tres próximas décadas.

La larga lista de municipios extremeños que continúan desangrándose, a consecuencia del abandono contra el mundo agrícola y ganadero en nuestros pueblos y ciudades, con el paisanaje en un rosario continuado de emigrantes camino de las áreas desarrollistas, conforma un fenómeno que se expande con graves consecuencias en unos senderos dejados de la mano de Dios y de la tropa política.

La Extremadura de los pequeños pueblos, se va muriendo de soledad y pena, sin familias completas, sin niños, sin médicos, sin maestros, sin tiendas, sin veterinarios, sin farmacias, sin entidades bancarias, sin herrerías, sin panaderías, sin pregoneros, sin pastores, las fincas y los huertos padeciendo la crueldad de la desatención y el vacío demográfico, los surcos agrietados por el olvido de las yuntas, las granjas cayendo entre sufrimientos de forma alevosa, sin aquellas matanzas festivas tan siquiera, bares resentidos con el grito silencioso del vaciado humano, cada día con menos dominós y barajas para un tute, con cada vez menores tertulias vecinales, carentes de ganado callejero, con las calles y plazuelas cada día con menos gentes, con corrales abandonados, campos resecos, con abundancia de letreros con ese anuncio demoledor de ‘Se vende’, mientras su patrimonio histórico-costumbrista y regional va desapareciendo…

Unos municipios, entre la inmensidad de sus paisajes, que van perdiendo construcciones típicas, rebaños, tinados, guisos, remedios, de la sabiduría y aguante heroico de sus habitantes por la supervivencia en ese mundo que late, si bien cada día con menor aliento, en la pasión de la tierra parda. El gran y desconocido pecado de Extremadura. Pueblos agonizantes en un latido de angustia irremediable, entre las más severas desatenciones y desprecios.

Se escucha el llanto en silencio de los mayores, que sobrecoge el alma del viajero. Pueblos empequeñeciendo a pasos agigantados, marcados por el paso pesado de sus gentes, que malamente pueden con su alma. Apenas se escuchan ruidos y voces, apenas se escucha un rebuzno o un mugido, apenas se escuchan las campanillas de las ovejas, apenas respira el pueblo.

¿Quién defiende a Extremadura de la emigración?
¿Quién y cómo defiende a las gentes de Extremadura en esos virulentos despachos estatales?

¡Cuánto silencio, mientras se sigue consintiendo la emigración en unos lugares presididos por una cada día más estremecedora soledad, como la que se sostiene en el misterio de esa otra Extremadura tan olvidada!

Municipios que sienten en sus carnes desde hace décadas el dolor de las carencias, ausencias, olvidos, por las necedades de quienes pudieron evitarlo, mientras, sin el menor signo de apuntalamiento, se destartalan cada vez más en esos lugares resecos de ayudas.

Pueblos que van cayendo en picado en el censo poblacional, tambaleándose y desangrándose por la falta asistencial de quienes tienen la responsabilidad moral de auxiliarles.

De cuando en vez se escucha una campanada de un solo y seco golpe, que se repite con alguna frecuencia. Tocan a muerto. ¿Cómo no se van a morir el campo y los pueblos con tanta ruindad y desprecio contra ellos?

Líbrelos a esos pueblos y a sus gentes, quien pueda, de los que, ahora, en sus ruinas y declives, aún quieren rentabilizar sus últimos suspiros.

¿Qué se ha hecho por los emigrantes desde las esferas oficiales de Extremadura? No nos engañemos. Poco. Una tierra con nuestros déficits y problemáticas, con nuestras carencias, con tantos desaires, con el conformismo habitual, disponía de pocas salidas. Pero, sobre todo se tejió una estructura que no fue capaz de hilvanar, apenas, unas escasas vías que no representaban las problemáticas de los emigrantes.

Se hizo, si no el silencio político total, cuasi. El maldito mutismo, indiferencia o pasotismo político que todo lo engulle vergonzosa, vertiginosamente, ante un proceso migratorio tan cruel.

A ver si un día el árbol de la siembra, entre tantas desesperanzas, crece de modo generoso entre encinares, olivares, alcornocales extremeños, por cuyos senderos se pierden muchos esquemas de futuro, muchas generaciones y muchos anhelos, mientras nuestros pueblos continúan desangrándose.

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