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Joco-serio estimulante (Extremadura). José Luis Rodríguez Plasencia

Joco-serio estimulante (Extremadura). José Luis Rodríguez Plasencia
Foto: Pixabay. Rafael Publio
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Aunque parezca extraño a ciertas personas, los bares han sido y serán, si es que se acaba la pandemia que nos invade, lugares donde mediante ‘el vino hablao’, ajeno al ‘vino solitario’ propio de borrachines, tomado con amigos u otros parroquianos próximos, tanto en la misma barra como en las mesas, se conocen hechos, dichos y anécdotas que bien pueden pasar a formar parte de la etnografía o el folklore popular.

Y Extremadura no podía ser una excepción. Fruto de estas ‘hablaurías’ tabernarias recopiladas aquí y allá, dentro de nuestra comunidad es este repertorio que ofrezco a los lectores de Grada, en concreto de la zona de Mérida.

Yo siempre llevo encima un bolígrafo y una libretita y anoto cuando escucho cuanto me llama la atención, por si no lo tengo ya recogido.

Dichos generales extremeños
‘Por San Miguel, se caga bien; por los Santos, no tanto y por Navidad, un poquito… ¡casi na!’. Se decía porque en septiembre había abundancia de verduras; en noviembre, de frutos secos, pero en diciembre apenas había qué comer, hasta la matanza.

‘Santo que caga, no vale nada’. El dicho se basa en un cuentecillo popular donde se dice que en un pueblo, al parecer extremeño, por falta de la imagen de un santo pusieron en su lugar al sacristán. En un momento determinado, este no pudo aguantar la necesidad de ventosear y un devoto, al percibir el ‘perfume’, pronunció el dicho de marras.

‘Fallas más que una escopeta de feria’. Esta expresión se originó en las ferias populares, donde no solía faltar alguna caseta o barraca cuya atracción principal era hacer blanco en algún objeto con una escopeta de aire comprimido que la mar de veces, de puro viejas o porque el feriante había apañado el punto de mira, resultaba difícil dar en el blanco. Ello dio lugar al dicho, como referencia a quien tiene mala puntería. O, como oí decir en cierta ocasión, “ese no es capaz de pegarle ni a un cerro” con la escopeta. El dicho derivó en otra variante con igual sentido: ‘Fallas más que una escopeta de cañas’, escopeta que algunos habilidosos muchachos, o no tan muchachos, fabricaban con las cañas que recogían en las proximidades de los arroyos. Menos conocido es el dicho ‘Fallas más que la escopeta de Motriz’, que recoge Fernando Romero Díez en ‘Fiestas y quintos en Herguijuela (Cáceres)’ [Saber Popular, número 23, pp. 48-49, año 2006]. Según Romero Díez, el tal Motriz era un feriante que nadie sabía con certeza de dónde procedía, aunque se creía que su lugar de origen era la también cacereña Madroñera. Este personaje colgaba en la pared del salón de baile una especie de repisa sobre la que ponía un muñeco. Quien quería probar suerte pagaba la tirada y si daba al muñeco tenía premio: caramelos, cigarros, dinero… “Pero las tiradas tenían poco éxito. El proyectil, un tapón de corcho, rara vez acertaba al objeto. Por eso se decía: ‘Fallas más que la escopeta de Motriz’”.

Un cuento para jugar con la paciencia de los niños
El más conocido es aquel que tiene lugar entre una persona mayor y un niño, llamado ‘¿Quieres que te cuente el cuento de las Medias Azules, que nunca se acaba y ya se acabó?’. El niño o niña responde que sí o que no. Y la persona mayor insiste:
– No te digo ni que sí ni que no; solo te digo que si quieres que te cuente el cuento de las Medias Azules, que nunca se acaba y ya se acabó.
El niño o niña contesta de nuevo sí o no, y el cuentista:
– Que no te digo ni que sí ni que no…
Y así hasta que el infante se aburre o se enfada.

En Mérida ‘El cuento de las Medias Azules’ se sustituía por ‘El cuento de la Buena Pepita’; en otras localidades extremeñas por ‘El cuento del Pipiripaya, que nunca se acaba…’, ‘El cuento de nunca acabar, que nunca se acaba…’, o ‘El cuento de María Sarmiento, que fue a cagar y se la llevó el viento. O al revés: ¿Quieres que te lo cuente otra vez?’. En Asturias es ‘El cuento de la media pipa’.

Foto: Cedida
Foto: Cedida

Motes
Ya se sabe que hablar de motes o apodos es como hacer referencia a un segundo nombre que en los pueblos, más que en las ciudades, solía aplicarse a una persona, tomado de sus defectos corporales o de alguna otra circunstancia particular de la misma y teniéndose como un chiste o dicho gracioso con que se calificaba a alguien, sir-viéndose ordinariamente de una comparación ingeniosa.

Hasta tal punto estuvo extendida esta costumbre que a los vecinos de cualquier lugar se les conocía mejor por el remoquete o alias que por su nombre de pila, hasta el punto de que pasaban de padres a hijos o incluso nietos. He aquí algunos ejemplos toma-dos de localidades de la comarca. Ya se sabe que en cada pueblo perduran en cantidad, y para poner todos se necesitaría un abultado volumen. Por eso únicamente pongo algunos ejemplos más o menos curiosos.

Dicho en Acehúche: ‘Él, Juan Grillo, su mujer, Isabel Coguta. Los informantes: Antonia Polla y Concepción Chicharra. ¡Cuántos bichos!’

‘Aceitero’. El mote se le aplicó por goloso.
‘Acho’. En vez de decir muchacho decía ‘acho’. Y cuando se dirigía a alguien, también.
‘Achochao’. Se le dijo por tonto, memo, que no estaba bien de la cabeza.
‘Aguamansa’. Era una persona tranquila, que las mata callando.
‘Ajiguerao’. Se lo aplicaron por tonto, soso, de poco carácter.
‘Albóndiga, El’. Le aplicaron el mote por lo bajo y regordete que era.
‘Bocachancla’. Hablaba demasiado, hacía preguntas y promesas que a pesar de que luego trataba de esquivarlas o incumplirlas no le quedaba más remedio que consumar.
‘Boquirrucio’. Era muy escrupulosa a la hora de comer.
‘Cachito’. Como su familia no era muy pudiente, cuando por las tardes se acercaba a un vecino de mejor posición cuando merendaba cualquier cosa siempre le decía: “¡Anda, Manuel, dame un cachito”!’.
‘Cagajón’. Era una persona de poca estatura.
‘Cagarrucio’. Estaba poco desarrollada para su edad.
‘Chicopulga’. Era muy pequeño de estatura.
‘Chirri’. Este apodo le vino por un jugador del Athletic de Bilbao.
‘Chobo, El’. Se le apodó así porque era zurdo.
‘Cholo’. Le aplicaron el apodo porque era hijo de padre negro y madre blanca.
‘Choto’. Era zurdo.
‘Chupamedias’. Porque le hacía la pelota al jefe.
‘Clacero’. De uno se decía por holgazán. A otro por goloso y glotón.
‘Doña, La’. Era recepcionista en una empresa y trataba a los clientes como si fuera la dueña.
‘Entierramuertos’. Era el sepulturero.
‘Franciscarro’. Era de poco juicio, y poco hablador.
‘Fory, El’. Se llamaba Sinforoso.
‘Fosforito’. Tenía una tez muy amarillenta.
‘Ganso, El’. Se le aplicó por lento, torpe o desmañado en sus reacciones o movimientos.
‘Gata, La’. Uno de los apellidos de su marido era Gata.
‘Gato’. Tenía los ojos claros.
‘Gorri, El’. A su padre le habían llamado ‘El Gorriato’, porque a pesar de ser pequeño de estatura era muy listo e inteligente.
‘Indio, El’. Se llamaba Gerónimo.
‘Lamebotas’ o ‘Lambón’. Ambos apodos se le aplicaban porque siempre estaba haciéndole la pelota al jefe.
‘María Jirafa’. Por lo alta que era.
‘Matacabra’. El apodo vino porque un día que se distrajo una cabra se le escapó, y para que volviera al redil le tiró con la cayada, con tan mala suerte que le dio en mal sitio y la pobre cabra murió.
‘Moñica’. Era muy pequeño.
‘Mosca, El’. Por las moscas, o sea borracheras, que se cogía.
‘Moy, El’. Se llamaba Moisés.
‘Orejas, El’. Por lo grande que las tenía.
‘Pacotorre’. Era el más alto del pueblo.
‘Pacotuercas’. Era mecánico.
‘Panchita, La’. Era bajita y regordeta.
‘Papasuno’. Era muy aprensivo y por cualquier motivo se inventaba alguna enferme-dad, que luego no tenía, por supuesto.
‘Pavo, El’. Era una persona que tenía poca gracia o desenvoltura.
‘Pelau’. Era torpe, basto y de poca estima.
‘Pepa La Cantaora’. Se llamaba Josefa y hacía los solos en el coro de la iglesia.
‘Pepe Gallo’. Presumía de su fuerza y valentía.
‘Percalero’. Se le aplicó por su mal temple.
‘Perrete’. Perezoso, holgazán, remolón, indolente… Cualquiera de estos calificativos podía aplicársele. De ahí el mote.
‘Perra, La’. Porque a todas partes iba detrás de su ama.
‘Perroguto’. Se le aplicó porque era una persona muy golosa y poco amiga de trabajar.
‘Pía’. Su nombre era Elpidia.
‘Pipa, El’. Cuando se ponía a comer no se saciaba, por más que engullera.
‘Pitogordo’. En Montánchez existe un bar-mesón con ese nombre. Según se cuenta, el apodo proviene del bisabuelo del actual propietario, al que sus padres le regalaron un pito o silbato poco acorde con su estatura. Y cuando lo mostraba a la gente solía decir “Mira que pito más gordo tengo”. A otro, que no tenía nada que ver ni con el bar ni con Montánchez, le motejaron así porque tuvo muchos hijos.
‘Potro, El’. Cuando andaba parecía que iba dando pequeños saltos.
‘Regadera, La’. Su marido se apodaba ‘Regadera’. Pero decían en el pueblo que a ella la motejaban así porque estaba un poco ida, no por el apellido del marido.
‘Reina, La’. Era la más guapa del pueblo.
‘Rostro, El’. Se le dijo porque era muy guapo.
‘Sapo Listo’. Era muy curioso y el acusica de la clase.
‘Talandango’. Este apodo le provino por lo desordenado que era.
‘Tararila, El’. Se le motejó de este modo por lo juerguista que era.
‘Tardío, El’. Llegaba tarde a todas partes.
‘Tío Templado’. Era muy tranquilo en su forma de relatar cualquier suceso.
‘Tío Chengo, El’. Era conocido con este apodo porque era zurdo.
‘Tío Patú’. Era un persona pesada y molesta.
‘Tío Tortuga’. Por lento.
‘Zarangote’. Se le aplicó porque se ponía hecho un basilisco por cualquier motivo.

Curiosidades
La Triguera es un puentecillo sobre el arroyo del Aceite, en la carretera de Montánchez a la autovía de Cáceres a Mérida, que dio lugar a un cántico irónico que dice:

Ni en Sevilla, ni en Triana,
ni en Jerez de la Frontera
no hay un puente más seguro
que el que tiene la Triguera.

En Zarza la Mayor, localidad situada en el noroeste de la provincia de Cáceres, en la misma frontera con Portugal, el cuatro de oros, naipe de la baraja española, era conocido por los zarceños como ‘El Alcalde de Cilleros’, tal vez como referencia a un edil cillerano como una persona enérgica y resistente, con vigor físico y estabilidad emocional para conseguir cuando deseaba, así como para enfrentarse a los obstáculos y contratiempos que se le presentaban en la vida o en el desempeño de su cargo.

Mientras tomaban unas copas, uno de los contertulios contó que Pío Baroja, en uno de sus libros de anécdotas, recogió lo que le pasó a don Alejandro Groizard y Gómez de la Serna, senador por la provincia de Badajoz en 1871 y 1872, cuando fue a pre-sentar las cartas credenciales como embajador en el Vaticano. León XIII le recibió acompañado de su secretario, el cardenal Rampolla. Este le preguntó a Groizard en qué idioma hablaba. Resultó que el embajador no hablaba ni italiano, ni alemán, ni inglés, ni francés. El papa preguntó:
– Y, entonces, ¿qué idioma habla el embajador?
Rampolla sabía que Groizard había sido elegido senador por Badajoz. Y le dijo al Santo Padre:
– El embajador habla el dialecto extremeño.

Pamplinas. Según el diccionario de la Real Academia, pamplina, en singular femenino aunque usado más frecuentemente en plural, es, familiarmente, “cosa banal, in-significante o sin importancia”. De ahí que el vocablo en cuestión haya dado lugar a expresiones como “Déjate o déjese de pamplinas” o “Yo no estoy para pamplinas”; y más común en Extremadura, “Eso son pamplinas”, como referencia a una planta herbácea, la pamplina de agua, de hojas pequeñas y flores blancas en panoja, propia de lugares húmedos, que se utiliza en medicina como alimento de pájaros y que en algunos pueblos de Extremadura servían para hacer una agradable ensalada, aliñándolas con aceite, sal, vinagre y agua.

También se conoce en nuestra Comunidad como ‘regajos’, por encontrarse en arroyuelos o en aguas paradas y someras en cuyo fondo hay mucho cieno; ‘emborujos’ en Acehúche, ‘marujas’ o ‘amarujas’ en Cilleros y Guijo de Coria, ‘sapinas’ en Torremocha, y ‘pamplinas’ en Hinojal. Y en otras Comunidades se las conoce como ‘zadorijas’ o ‘zapatillas de la reina’.

Rezaba este viejo cantar extremeño, cuyo origen parece que estuvo en una mucha que pedía marido a su madre:

Prometió mi madre
no darme marido
hasta que el perejil
estuviera nacido.

Ello dio lugar al refrán ‘Plega (ruega) a Dios que nazca el perejil en el arca’. Que cada cual saque su consecuencia.

En alusión al modo de tomar el agua de la fuente que hay en el centro de la plaza de Esparragosa de Lares, había una vieja copla que decía:

Las mozas de Esparragosa
tienen todas tanta maña
que hasta el agua de la fuente
la toman con una caña…

Hace algún tiempo me mandó Félix Barroso la siguiente copla, que había recogido al tamborilero de La Fragosa, en Las Hurdes, a Jesús Crespo Crespo, nativo de ese lugar:

Vielnih de Pasión,
el de ayunu y ahtinencia,
peru solo pal oh próbih
que no pagan la licencia.
Los ricus pagan lah búlah
y engordan sus eminenciah.

Foto: Cedida
Foto: Cedida

Vocabulario extremeño curioso
‘Aborrrangá’. Estado de ánimo, decaimiento, de una persona que le impide realizar sus tareas con normalidad.
‘Aceitereo’. Salir de casa innecesariamente para chismorrear o ver a alguien.
‘Acojormo’. Persona excesivamente mimada.
‘Acuqueo’. Acción de burlarse públicamente de una persona.
‘Acurría’. Persona que tiene buenas ideas. También alude a aquello que tiene muchas alternativas.
‘Aparranblá’. Se dice de quien se sienta de manera descuidada.
‘Aparranao’. Persona que al sentarse ocupa más espacio del normal. Sentarse en el suelo con las piernas estiradas y generalmente abiertas.
‘Apropingarse’. Apropiarse de algo de forma ilícita.
‘Aquetón’. En forma interrogativa: Negación, como justificación. ¿Y por qué? En Cilleros se dice ‘A qué ton’.
‘Arranchá’. Persona que al sentarse o tumbarse ocupa un espacio mayor del que le corresponde.
‘Arrequicio’. Demostración de cariño mediante mimos.
‘Bola’. Descansos que hacían los segadores para recuperar fuerzas bebiendo agua y fumando un cigarro.
‘Cagajones’ o ‘cagajonis’. Más conocidos como repápalos o arrepápalos. Buñuelos de patatas con migas de bacalao en escabeche, en Ceclavín.
‘Caicuando’. De vez en cuando.
‘Calentiteras’. Nombre que en Ceclavín se daba a las churrerías. De calentitos, churros.
‘Carabear’. De caraba. Descuidarse, holgar, distraerse hablando con otros de asuntos sin importancia.
‘Chachupín’. Pájaro carbonero. El nombre le viene por su canto: ‘cha cha pin’, ‘chachapin’…
‘Chupanos’. Chozos temporales que durante la siega construían los segadores en el campo, en Ceclavín.
‘Churrearremeneto’. Negación a la petición de otra persona, generalmente un amigo, en Ceclavín.
‘Culipollo’. Hierba que se utilizaba como purgante.
‘Despolvorerar’. Aventar las mieses.
‘Fogarero’. Vasija de cerámica con varios agujeros donde se echaban las brasas para calentar los pucheros de comida que se les colocaban encima, en Ceclavín.
‘Jaranquear’. Dedicarse a perder el tiempo y no atender como es debido al trabajo que está realizando.
‘Jeringas’. Churros. En Ceclavín ‘jeringosos’.
‘Mesturajo’. Mezcla, brebajo. En Ceclavín se llama ‘masturajo’ al queso hecho con le-che de oveja y de cabra.
‘Pita-pita’. Dicho para llamar a las gallinas.
‘Retortuño’. Desorden, barullo entre la gente.
‘Robulejas’. Especie de espantapájaros hecho con cañivanas que se ponían sobre las hacinas.
‘Sacapringue’. Con este nombre se hacía referencia al ser imaginario que se usaba para asustar a los niños diciéndoles que los raptaba para abrirles el cuerpo y sacarles las entrañas. En Extremadura se le conocía también como el ‘coco’, el ‘sacamantecas’ o ‘sacasangre’.
‘Tirantillo’. Es otro de los nombres con que se conoce en Extremadura al tirachinas, que también es conocido como tirador, tirabique, tirabeque o manchón.
‘Toba-Toba’. Expresión para llamar la atención de los perros.
‘¡Undallá!’. Expresión utilizada para mandar a la porra.
‘Valiente’. Insulto. Forma de dar énfasis al insulto que viene después: “¡Valiente ton-to!”, “¡Valiente memo!”.
‘Zangaburra’. Se trata de una palanca o pértiga que se usaba para sacar agua de los pozos. Además de ‘zangagurra’ o ‘dangaburra’ en Cilleros, en otras localidades extremeñas tenían diferentes nombres: ‘Cigüeño’ o ‘cigüeña’ en Quintana de la Serena, ‘grulla’ en Alburquerque y San Vicente de Alcántara, ‘zaque’ en Casar de Palomero, ‘cigüeñal’ en Llera y ‘tarangallo’ en Baños de Montemayor.

Sortilegio contra las verrugas
Verrugas traigo,
verrugas tengo,
aquí las dejo;
que se queden con Dios,
que yo no las quiero.

Y, como conclusión, esta ‘sentencia’ que solía decir un buen amigo, ya muerto, cuan-do estábamos en la taberna y oía algo que no le parecía apropiado o alguien actuaba de manera improcedente: “Hay mujeres y mujerinas, engarañás y engarañinas. Y hay hombres, hombrinos, macacos y macaquinos”. Y concluía diciendo: “¡Vaya tropa!”.

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