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La astilla clavada. Grada 170. Amparo García Iglesias

La astilla clavada. Amparo García Iglesias
Foto: Amparo García Iglesias

En numerosas ocasiones nos cuesta salir del letargo en el que estamos inmersos, hasta que un día despertamos, cambiamos nuestra dirección y el hecho de superar la situación con éxito nos lleva a descubrir la fuerza que todos llevamos dentro.

Cierto día un banastero adquirió un perro, sin pararse a pensar que, con la cantidad de horas que duraba su jornada, apenas tendría tiempo para sacarlo al campo. El banastero disponía de un pequeño jardín donde el perro podía esparcirse; sin embargo, el animal prefería tumbarse a la puerta del taller, encima de un montón de astillas que el banastero desechaba.

Con el paso del tiempo, el perro terminó por no moverse ni para comer. El banastero, cuando pasaba por su lado, le llevaba algún trozo de pan o un recipiente con agua.

Una mañana, el perro empezó a quejarse y a llorar, al día siguiente siguió así, y al otro… Un vecino que pasaba por allí se acercó al animal y le pareció ver que tenía una pequeña astilla clavada en una pata.

El banastero, al ver a su vecino preocupado, le dijo: “Pensé lo mismo que tú, pero se ha vuelto tan perezoso que la astilla le molesta lo suficiente para quejarse, pero no lo necesario para cambiar de lugar”.

A las personas muchas veces nos sucede algo similar; nos pasamos la vida quejándonos sobre nuestra situación, bien sea laboral, económica, física, sentimental… y nos mantenemos en la queja, aguantando el sufrimiento. Sería conveniente preguntarnos cuánto tiempo estamos dispuestos a aguantar el dolor antes de intentar cambiar la situación y dar solución al problema.

Si reflexionáramos unos segundos sobre nosotros mismos seríamos capaces de saber cuántas astillas nos hemos clavado en nuestra vida y no hemos hecho nada por remediarlo, cuántas veces nos hemos lamentado y no nos hemos movido de la situación para terminar con la molestia.

La no acción lleva aparejada miedos, creencias y prejuicios. Una reprogramación interior nos lleva a una visualización diferente y ayuda a quitar el freno que nos impide llegar a ese cambio que tanto deseamos.


Deseo dedicar este artículo a los banasteros y a mi pueblo, donde siempre se ha trabajado la cestería con madera de castaño. Un oficio tradicional que ha ido pasando de generación en generación. También a mi amiga Sonia, quien me permitió fotografiar a su precioso perro Bruno.

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