Siempre viene a mi memoria (junto a una fotografía de mi esposa en el estribo interior de la barrera del callejón del coso de su tierra) los versos de una copla:
Toros en la Malagueta
Plaza de la Malagueta…
¡las cinco en punto!…
Y agosto sube por la Alameda…,
que baja por la Coracha
en un bullicio de feria
que a la mujer dice: ¡Guapa!
¡Qué bien llevas la mantilla,
qué gracia y qué maravilla!…
¡Ole la gracia sencilla
de la mujer malagueña!
No es necesario ser torero para contar la historia de la fiesta. No es condición indispensable saber cantar para hablar de la copla. Esa es mi situación. Mis aptitudes físicas me hacen, o mejor me hacían, más proclive, eso sí, al natural que a la canción, pero ni al ruedo ni al escenario he bajado o subido nunca. No me ocurre lo que al protagonista de la canción ‘Toros y copla’, a pesar del título hago una excepción con él, que decía: “Soy cantante, soy torero/soy torero, soy cantante/soy de España, que más quiero/con eso, con eso tengo bastante”. De España sí soy, eso sí.
Esta historia, con más espacio del que dispongo, hablaría de toros y de canciones españolas, de toreros y coplas, de fiesta al fin. En los ruedos y en los cafés. En el campo y en los teatros. Historias que pueden contarse y cantarse. Historias al fin de nuestra tierra que inundan de emoción a los que somos capaces de sentir lo nuestro muy dentro del alma.
Dijo Marco Tulio Cicerón: “si cerca de tu biblioteca tienes un jardín, no te faltará nada”. Yo echaría en falta dos cosas materiales: pinceles, colores y un lienzo y, leyendo o pintando, de fondo, la música de una copla en la voz de una mujer. Se acuerdan de “…Julio Romero de Torres, pintó a la mujer morena…”. Seguro que lo hizo con acordes de una copla. No pudo ser de otra manera. Lo digo por experiencia.
No puedo unir en el espacio de esta página la historia de nuestra fiesta, en todos su aspectos, con la copla. Tengamos en cuenta que la memoria de la copla se alarga probablemente hasta épocas anteriores a las que comenzó la transformación de la fiesta hasta llegar a la que hoy conocemos. Recordemos la canción ‘Viva el pasodoble’ que interpretó tantas veces Rocío Jurado y que tiene recuerdos machadianos.
Oro y plata, sombra y sol
el gentío y el clamor
tres monteras, tres capotes en el redondel
y un clarín que rompe el viento
anunciando un toro negro que da miedo ver.
Y que al final reivindica nuestra fiesta:
Viva el pasodoble que hace alegre
la tragedia, viva lo español
la bravura sin medida, el valor
y el temple de esta vieja fiesta.
Solo tengo espacio para un diminuto apunte y se lo voy a dedicar al toro, al rey de la fiesta. Amanece en las parideras de los campos charros, extremeños y andaluces. También en otras de la piel de toro. Unas horas antes, en cualquiera de ellos, o de ellas, una vaca, en un silencio especial, ha parido un becerro sin más ayuda que la naturaleza. En ese momento, ha nacido una vez más la fiesta de los toros. Ese animal endeble, que ya embestirá a quien se acerque, hará posible, con la contribución de un hombre que soñaba años antes ser torero, hará posible, como digo, la corrida de toros.
Y la copla no fue ajena al toro, en el campo y en el ruedo. Ni al ganadero. Ni a las ganaderas. Ni a las ganaderías. En un repaso, superficial recuerdo títulos de coplas en las que el animal es el protagonista. ‘Torito bravo’ o ‘Torito de canela’, de Antoñita Colomé. Años más tarde se lo oímos a Conchita Bautista. ‘Con divisa verde y oro’, ‘El toro negro’, ‘Tus cinco toritos negros’ y ‘Noche de toritos negros’. La capa predominante se repite también en la copla. ‘Eh! Toro’, ‘La luna y el toro’ y aquel toro que se enamoró de aquella; y ‘El toro azul de Picasso’. Y, cómo no, ‘El toro bravo’ y el ‘Toro manso’. El toro, siempre el toro. Y también recordaremos a sus criadores. Varias coplas cantaron los toros de Miura y en otras, por la muerte de ‘Manolete’, también se acordaron de la legendaria divisa. Recuerden ‘Silencio cariño mío’ que interpretó magistralmente Antoñita Moreno. También las “chuflillas” del toreo, que cantó Paquita Rico, y Lola Flores que canta al duque de Veragua en ‘Ole mi torero’. Y quién no recuerda a la ganadera salmantina, dicen que era Pilar Coquilla, en la celebérrima ‘Con divisa verde y oro’.