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Los nombres de nuestros antepasados. Amana. Grada 160. Julio Esteban Ortega

Los nombres de nuestros antepasados. Amana. Grada 160. Julio Esteban Ortega
Foto: Juan Gil Montes
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La riqueza onomástica entre los pueblos indígenas que habitaban la Península Ibérica en la más remota antigüedad es impresionante. Son multitud los nombres conservados en las inscripciones de todo tipo correspondientes a los primeros siglos de nuestra Era por parte de unos pueblos que, como lusitanos y vetones, integrantes de la antigua Lusitania, mantuvieron durante mucho tiempo sus costumbres y tradiciones ancestrales, aun bajo el yugo de Roma.

Uno de estos nombres es Amana, cuya raíz parece hacer referencia a una voz propia del lenguaje infantil, con el sentido de ‘madre’, de la que participan otros muchos nombres que, por cuestiones de espacio no vamos a relacionar aquí.

Algunos de estos nombres se encuentran también fuera de nuestras fronteras, pero el de Amana aparece muy localizado en la parte suroriental de la provincia de Cáceres, pues solo se conocen tres casos documentados en inscripciones procedentes de las localidades de Trujillo, Robledillo de Trujillo y Villamesías.

Un caso muy particular, aunque dudoso, es el que aparece en otro municipio cacereño situado al otro lado del Tajo, Torremenga, donde conocemos la variante Amena. O el más raro todavía, Amona, mencionado en una inscripción de Arroyo de la Luz, localidad situada más a occidente de la provincia de Cáceres. No obstante, no se puede descartar que tanto uno como otro correspondan al nombre de Amoena, mucho más extendido por tierras lusitanas.

La versión romana de todos estos nombres es Maternus, que, tras el proceso de romanización de las regiones occidentales de la Península Ibérica, fue adoptado por gente indígena; de tal modo que tras este cognombre romano puede esconderse alguno de estos antropónimos locales, como Amana, que fueron perdiéndose con el devenir de la historia y que solo la Epigrafía nos ha permitido conocer.

Desgraciadamente todas las inscripciones se han perdido, salvo la que se conserva empotrada en una casa en la finca ‘Los Alijares’ de Robledillo de Trujillo, cuya fotografía, realizada por nuestro amigo Juan Gil Montes, adjuntamos a estas breves líneas. En ella se conmemora al posible matrimonio formado por Equalio, hijo de Pecunio, y a Amana, hija de Cloutio, que fueron enterrados en la fosa que marcaba la estela. Una prueba más de la riqueza onomástica que atesoran estas inscripciones, muchas de las cuales se han perdido o se han utilizado como material de construcción.

Una vez más me atrevo a señalar la imperiosa necesidad de conservar y proteger estos monumentos en piedra por la relevante información que atesoran. Son una fuente inagotable para el conocimiento de nuestro remoto pasado que debemos preservar para las generaciones venideras.

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