La Semana Santa en Extremadura es una manifestación de fe y tradición que se vive con especial intensidad en ciudades como Badajoz, Cáceres, Plasencia y Mérida.
Este periodo de recogimiento y fervor religioso está marcado no solo por las imponentes procesiones y los pasos de imaginería sacra, sino también por la música, que juega un papel fundamental en la atmósfera de las celebraciones.
Las marchas procesionales constituyen el alma sonora de la Semana Santa extremeña. Bandas de música, agrupaciones musicales y cornetas y tambores acompañan a las hermandades en sus recorridos, interpretando piezas que evocan el dramatismo y la pasión de la Pascua. Clásicos como ‘Amarguras’, ‘La Madrugá’ o ‘Nuestro Padre Jesús’ resuenan por las calles empedradas, transportando a los asistentes a un estado de emoción y devoción.
Además de las bandas, los saeteros tienen un papel esencial en la expresión musical de la Semana Santa extremeña. La saeta, cante jondo y desgarrador de origen andalusí, es interpretada con gran sentimiento desde los balcones o en plena calle cuando el paso de una imagen se detiene. Este canto improvisado es un tributo directo a la pasión de Cristo y un momento de gran intensidad emotiva para los fieles.
En algunos municipios, la música polifónica también tiene presencia, con coros que interpretan motetes y piezas sacras en iglesias y plazas, añadiendo solemnidad y belleza a los actos religiosos. El ‘Miserere’ de Eslava o el ‘Stabat Mater’ de Pergolesi son algunas de las composiciones que pueden escucharse en templos y catedrales durante estos días.
La Semana Santa extremeña es, por tanto, un reflejo de la fusión entre tradición, arte y espiritualidad, donde la música desempeña un papel esencial en la transmisión del sentimiento religioso. Un legado que sigue vivo gracias al esfuerzo de bandas, hermandades y artistas que mantienen viva la pasión por la música cofrade.
Pedro Monty