Pintor francés de origen ruso, Nicolas de Staël no deja de sorprender a los especialistas en arte. A lo largo de su carrera pintó nada menos que 1.120 cuadros de estilos e influencias muy diversas. Abstracción, expresionismo, impresionismo, naturalismo, fauvismo, cubismo, pintura de género… El artista probó suerte en todos los movimientos artísticos de su época, demostrando la constante evolución de su arte y sus habilidades.
El joven Staël había llegado a París tras un periplo vital complicado: vinculado a la aristocracia rusa, toda su familia se ve obligada a emigrar a Polonia, donde pronto se quedaría huérfano. Tras estudiar en Bruselas, se instala definitivamente en Francia a finales de los años 30. Fue un artista marcado por el exilio, una tragedia latente en su trayectoria.
Solo se dedicó de lleno a las artes plásticas una docena de años, antes de suicidarse en 1955 aquejado de depresión y agotamiento. Pero en periodos a veces inferiores a 12 meses le daba tiempo a elegir nuevos caminos, que a veces eran prácticamente contrarios a la manera de pintar inmediatamente anterior. Intentó todo el tiempo cambiar de dirección, lograr cosas nuevas, ya fuese en los motivos, en los colores o en las técnicas. Y ese coraje para cuestionarse constantemente forma parte de su personalidad artística.
Staël fue tanto la densidad de las capas de pintura acumuladas del principio de su carrera como las escenas con algo de ligero y aéreo del final. Fue un pintor viajero, atraído por las escenas siempre cambiantes del mundo exterior. Paisajes marinos, partidos de fútbol, retratos, bodegones, fiestas populares, desnudos, paisajes… el artista se inspiraba en su entorno.
Pero lo que le distingue por encima de todo es su uso del color y la luz. Lienzos oscuros o muy luminosos, colores intensos, acumulaciones de pintura, paletas de colores… El artista experimenta con todo tipo de técnicas y las hace suyas. Para él, es una forma de preservar su libertad.
Su producción final anticipa lo que estaba por venir. Nicolas de Staël se encierra en su taller, al que dedica una serie de cuadros nocturnos con una composición fantasmagórica e inquietante. “Si sigo aquí es porque, desprovisto de esperanza, quiero llegar hasta el final de mis desgarros, hasta su ternura. Estoy solo y lloro delante de mis cuadros, que se humanizan despacio, muy despacio y hacia atrás”.
En sus últimos años de vida intensificaría el ritmo de producción de obras; tanto, que las presiones pudieron tener que ver con su muerte cuando vivía su mejor momento en lo creativo. Nicolas comienza a agobiarse, sufre agotamiento, insomnio y depresión, y decide irse al sur de Francia, para poder centrarse en su pintura. Después de un decepcionante encuentro con un despectivo crítico de arte, Staël se suicida. Se tiró desde la terraza de su estudio, en la planta decimoprimera. Tenía 41 años.