¡Lo que hay que ver!
Veo que muchos medios de comunicación fortalecen su audiencia y basan su prestigio en las opiniones que ofrece la gente famosa o ‘celebritys’, como se dice ahora.

Estas personas, varones o mujeres, se presentan como individuos que saben de todo y opinan de todo con rotundidad y sin dudarlo. Están envueltos en una aureola mágica y muchas corrientes sociales les conceden autoridad indiscutible sobre lo que dicen y critican. Su validez está automáticamente aceptada por el hecho de ser, en gran número, personajes de fama, ya sea en el mundo del deporte, de la música o del espectáculo, la moda o por su particular idiosincrasia personal.

En épocas no muy lejanas, hablar en las tertulias de pensamiento, participar en debates de programas de televisión o radio, era considerado un gran prestigio, dado que las personas participantes eran ilustradas y expertas en el asunto que se trataba.

Actualmente, veo que hay una masa social de todas las edades que da mayor respaldo a las ideas y formas de vida que se anuncian por ‘vedettes’, famosos o ‘celebritys’, que a las que ofrecen personas cultas y experimentadas. ¿Serán cosas del momento?

Perfiles y síntomas
Da la impresión de que el ‘perfil del celebrity’ es el de una persona que tiene como objetivo ensalzar el individualismo por encima de cualquier institución social. Esto esconde que nadie tiene sobre el individuo la autoridad máxima, ya que se acepta sin fisuras que la libertad de cada persona debe ser la única regla por la que debe regirse su conducta.

Los síntomas están a la vista: ciertas masas sociales siguen necesitando que los famosos se mantengan en ese perfil y cuenten su vida en las cadenas de televisión, redes sociales y revistas especializadas de todo tipo, pues su acreditación sirve para presentarse como modelos de pensamiento y de vida para sus incondicionales seguidores, que se refugian y delegan en el ‘celebrity’ sus decisiones y libertades.

Mi diagnóstico
Con ese cuadro de síntomas se detecta que hay un galopante abandono del prestigio intelectual que se daba a escritores, a pensadores, a personas con razonamiento intelectual contrastado, a investigadores con sabias conclusiones.

Esa dejadez está dando paso a poner al mismo nivel, de igual a igual, la misma validez de las opiniones de personajes ‘celebritys’ con las de aquellas personas que han pasado toda su vida dedicados al estudio, a la investigación y a constantes trabajos por conseguir los logros más dignos de la humanidad.

Hay que constatar que, actualmente, el prestigio de ser ‘celebrity’ o famoso’ se está poniendo por encima de ser sabio, y que su capacidad para influir en la vida social tiende a estar por encima de quien tiene una moral o una ética basadas en principios sólidos, con todas sus consecuencias.

Alarmas
La alarma está sonando ya. ¿Cómo es posible que se esté arrinconando a instituciones de solera y a personajes pensadores ilustres?

Otra alarma está en que las personas ‘celebritys’ extienden un ideal de virtud basado en el prestigio del individuo por el mero hecho de haber llegado a ser una persona famosa. Por eso son referentes morales y referentes de vida para los ideales de triunfo de las generaciones futuras.

Solución pedagógica
¿Son los famosos de hoy los que han tomado el lugar de los antiguos dioses, héroes y filósofos? ¿Qué consecuencias está teniendo en la educación de los nuevos ciudadanos?

No encuentro soluciones si se impone que la alta cultura se asocia a los culebrones o a los concursos de famosos disfrazados que sientan cátedra, no por estar en las ventanas de los inteligentes sino simplemente en la de los famosos.

No encuentro soluciones si muchos estudios intelectuales con ensayos de alta cultura y con investigaciones importantes no tienen el relieve ni el seguimiento que tienen las ventanas de los ‘celebritys’ con sus audiencias tan exitosas.

No encuentro soluciones si a la cultura del pensamiento racional basada en los principios éticos no se le da prestigio en las ventanas de nuestro sistema educativo y en la vida social; y, sin embargo, la inercia de los famosos dirige las decisiones, aunque sean decadentes.

No encuentro soluciones si la proliferación de pantallas digitales contribuye al debilitamiento de las ventanas del espíritu crítico, al excesivo individualismo, al halago de lo fácil, al borreguismo de masas dirigidas por la fuerza del dinero.

La historia del pensamiento filosófico mundial está llena de personas célebres que, por sus pensamientos y sus modos de vida, son proclamados intelectuales. Son muchas personas las que se han sentido dignificadas por el pensamiento de los grandes filósofos.

En nuestra sociedad tenemos el reto de innovar la pedagogía para aprender a comunicar el gran valor de las ventanas del pensamiento, de la sabiduría y de la moral, sin la necesidad de ser ‘celebritys’.

Reflexiona y habla con tus colegas a ver si esto es un perfil virtual o real. Como ciudadano de la calle, ¿qué otras soluciones puedes dar para equilibrar la profundidad del pensamiento con la capacidad para comunicarlo y extenderlo?