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Peñas sacras de Extremadura. ‘Cancho Tablero’, Ahigal (Cáceres)

Peñas sacras de Extremadura. ‘Cancho Tablero’, Ahigal (Cáceres)
Foto: Cedida
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Siguiendo con nuestro viaje por los berrocales sagrados de Extremadura llegamos a la localidad de Ahigal, que cuenta con hermosos paisajes repletos de historia. Allí, a unos 5 kilómetros del casco urbano, en el paraje conocido como ‘Las Canchorras’, cerca del cauce del arroyo Palomero que desemboca en el Alagón, se encuentra el llamado ‘Cancho Tablero’.

Es una gran roca de granito casi esférica situada al borde del antiguo camino de Coria a Cáparra, pero fue dinamitada hace años porque, según cuenta la leyenda, bajo la peña se escondía un “tesoro de los moros”. La explosión hizo saltar toda la parte superior de la peña, mutilando los restos de un posible altar que había en la plataforma elevada.

Que la roca formaba parte de un espacio sacro parece evidente, pues en una roca contigua se talló un pequeño bolo a modo de silla-trono y en el lateral de otro de estos bolos se grabó la característica cruz que indica la cristianización del lugar de celebración de rituales paganos. La aparición de este tipo de sillas tronos asociadas a altares rupestres son muy frecuentes en la parte occidental de la provincia de Cáceres, al igual que la cristianización mediante una cruz tallada en una de las rocas que componen el lugar sagrado.

Los efectos de la dinamita se dejaron sentir también en una inscripción romana grabada en el ‘Cancho Tablero’, destrozando parte de su texto, inscrito dentro de una cartela tallada en el lado de la peña que da al camino. El texto es incierto y solo se lee con seguridad en la última línea “Malequi”. Pudiera tratarse de una inscripción funeraria que señalaba el enterramiento junto a la peña de un tal ‘Malequi’ que, de ser cierto, sería un nombre propio desconocido hasta ahora en la epigrafía peninsular.

Pero este paraje no es una zona de necrópolis, por lo que lo más probable es que corresponda a un texto votivo relacionado con el posible altar rupestre, de los que tenemos algunos testimonios en el occidente de la Península Ibérica, como el descubierto en la freguesía portuguesa de Cabeço das Fráguas, en Guarda; y el de Lamas de Moledo, en Castro Daire, Viseu. De ser así, ‘Malequi’ podría hacer referencia al teónimo del ‘Numen loci’ (divinidad del lugar), como los de tantas deidades indígenas conocidas por una sola inscripción que abundan en estas tierras del occidente extremeño. No se conserva la altura de la cartela en la que va inscrito el texto, pero quizás, como en Lamas de Moledo, la inscripción contuviera dos partes: una primera referida a las divinidades lusitanas del lugar, y una segunda parte con la típica fórmula romana de los exvotos.

La belleza de los berrocales que afloran por todo el occidente peninsular y los misterios que para el profano encierran estos recónditos parajes siempre han excitado la imaginación de los lugareños y alumbrado leyendas de tesoros enterrados, provocando como en el caso que nos ocupa la destrucción de estos bellos monumentos, testigos de una religiosidad que, a través de estas leyendas, han llegado hasta nuestros días.

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