El conjunto arqueológico de la Ermita del Cancho, recientemente descubierto por nuestro equipo de investigación, está situado en la dehesa de Peñagorda, en el extremo septentrional del término municipal de Navas del Madroño, en el centro de la penillanura cacereña, entre el río Tajo, que corre unos 15 kilómetros al norte, y la Sierra de San Pedro, a unos 25 kilómetros al sur.
El espacio sacro se compone de un altar de sacrificio de los denominados ‘tipo Ulaca’, un trono rupestre y un posible ‘mitraeum’, localizado todo ello en la ladera de una elevación de mediana altura que desciende en suave pendiente hacia el fondo del valle, en un bello paraje conocido como ‘los Canchales de la Marina’.
El altar rupestre, ubicado en la parte alta de la ladera, corresponde a un cancho de granito de un metro y medio de altura en el que se han tallado seis escalones de forma algo irregular que discurren hacia el este. En época posterior se adosó una pequeña ermita, que da el nombre al lugar: ‘Casa Cancho’, ‘Casa del Cancho’ o ‘Ermita del Cancho’.
El conjunto formado por el altar rupestre y la ermita permite distinguir en su estado actual tres fases constructivas diferentes. A la primera corresponde el altar rupestre que data del I milenio antes de nuestra Era, en la Edad del Hierro. La segunda fase constructiva, claramente posterior, es una pequeña habitación rectangular, con una puerta abierta al sur; esta construcción hecha con mampostería se adosó al altar rupestre en fecha indeterminada, pero anterior a la destrucción de su lado septentrional al construirse y adosarle la ermita propiamente dicha; no es fácil interpretar la función de esta pequeña construcción, que evidentemente es posterior al altar de la Edad del Hierro y anterior a la ermita de inicios del siglo XVI, aunque la hipótesis más probable es que pudo haber sido un eremitorio de fecha altomedieval. La última fase constructiva corresponde a la ermita propiamente dicha.
La planta de la ermita es rectangular, con un ábside ligeramente poligonal y cubierta por una bóveda de ladrillo con pechinas en forma de veneras muy lignarias. Se accede a la ermita por una pequeña puerta en arco ligeramente peraltado situada en el lienzo septentrional, que aún conserva los extremos fasciculados y el remate en su base con un original motivo decorativo vegetal, propio del paso del Gótico final al Renacimiento; características que permiten suponer que la ermita debió de construirse en el primer decenio del siglo XVI.
La sala semihipogea, ubicada a unos 45 metros del altar rupestre, es una extraña construcción excavada en la roca con escalones en su extremo meridional y cubierta por una bóveda de casquete de sillarejo y jurgamento de ladrillo antiguo colocado en espiga, cuya antigüedad es difícil de precisar. La estructura plantea no pocos problemas de interpretación, pero creemos que corresponde a un mitreo rural, en el que se rendía culto al dios de origen indoiranio ‘Mithra’. Se fecharía a partir de la segunda mitad del siglo II en el III d. C.
Completa el conjunto una roca pequeña a modo de silla, que puede interpretarse como un ‘trono ritual’, que suelen aparecer asociados a estos altares rupestres. Entre los celtas, la investidura se celebraba en una asamblea pública, y el rito se efectuaba sobre determinadas piedras que se consideraban dotadas de fuerza sobrenatural, pues probablemente eran el símbolo tangible del ancestro divinizado. Esta costumbre ancestral se relaciona con las creencias y ritos en ‘peñas sacras’ extendidos por las áreas occidentales de Europa que ocuparon los celtas en la Antigüedad, por lo que también se documentan en la ‘Hispana Celtica’.
Este conjunto arqueológico es la prueba evidente de la pervivencia en un mismo espacio sacro de determinadas creencias religiosas evolucionadas a lo largo de un amplio periodo de tiempo que va desde el I milenio a. C. hasta la época moderna. Desde una religión animista como la celta, pasando por el auge de las religiones mistéricas organizadas en torno a sociedades secretas de carácter esotérico e iniciático que se imponen en época romana, hasta la definitiva cristianización de estos espacios sacros.