Teodora Sofía Catarineu Guillén, más conocida como Dora Catarineu, nació en Cartagena (Murcia) en 1946, en el seno de una familia de tradición artística. Siendo su madre pintora y su abuelo el poeta y dramaturgo Ricardo Catarineu, perteneciente a la Generación del 98, tenía todas las mimbres para que la creatividad corriera por sus venas.
Estudió en la Escuela de Aparejadores de Sevilla; se casó en la misma ciudad, pero volvió a su ciudad natal.
Sus primeras exposiciones individuales se realizaron en Cartagena, Molina de Segura y en el Ateneo de Madrid, aunque sus obras también estuvieron presentes en varias exposiciones de diversas galerías de Alemania, consiguiendo una amplia repercusión de la crítica germana.
Es en este periodo cuando Catarineu comienza su preocupación por el papel de la mujer en el arte, y es cuando reivindica a las creadoras de la Región de Murcia; así surge el estilo que la propia autora denominó ‘expresionismo de escombreras’, dado que tuvo su estudio en el poblado de la refinería de Escombreras.
Creó un taller de escultura y cerámica donde trabajaba e impartía clases. Sintetizó mejor que ningún artista murciano una serie de preocupaciones tanto estéticas como sociales. Fue profesora de personas adultas con discapacidad intelectual, una mujer comprometida y con grandes valores humanos.
Dora Catarineu ha dejado una huella imborrable. Pintora, ceramista y escultora, arrolladora, rompedora, reivindicadora, fascinadora… todos esos adjetivos la definen como artista y como persona. Su obra y su trayectoria son un ejemplo de perseverancia y dedicación, y su compromiso con la cultura y la educación es un legado a valorar. Trabajadora obsesiva y constante, quienes la conocen la definen como un torbellino que quiso abrirse camino en un mundo, por entonces, predominantemente masculino.
El arte de Catarineu posee un enfoque activista, hay series que constituyen un grito feminista, donde sintetiza sus preocupaciones por el papel de la mujer en el contexto social.
Su obra se entiende dentro de dos parámetros; por un lado, surge de la necesidad de romper con la hegemonía de la generación abstracta de moda en el ámbito internacional; y, por otro, de adoptar un papel activo dentro de la realidad social de Cartagena y de la Región de Murcia. A lo anterior se une su condición de mujer artista en unos años donde trabaja con un discurso a contracorriente de las normas estéticas, circunstancia que ahonda en su carácter rebelde e inconformista ante las normas establecidas.
En sus lienzos abunda la repetición de un elemento con el que narra una situación, una escena o reflexiona de forma crítica sobre la sociedad. Sus composiciones evolucionaron desde un informalismo gestual hasta uno más matérico.
Dora ya no goza de buena salud y el Alzheimer la va alejando del mundo real instalándola en varios mundos a la vez, aunque su emoción permanece intacta.