Desde la infancia nos imaginamos cómo va a ser nuestra vida a nivel personal, familiar, social y laboral. Nos marcamos unos objetivos y metas que creemos que son realistas y ajustados a lo que la sociedad espera de nosotros y de nosotras. Y anhelamos que se cumplan en cada ámbito, pero la realidad es que en muchas ocasiones no se cumplen en algún área, debido a que surgen imprevistos en la vida que hacen que se retrasen ciertos sueños o que no tengan lugar.
Al principio nos puede traer mucho malestar y sufrimiento, al ser conscientes de que ciertas metas marcadas como vitales no se darán jamás.
Como ejemplos os comentaré el caso de varias pacientes que he tenido en consulta a lo largo de mi vida:
- Caso 1. Mujer de 45 años casada con tres hijos, que cumplió con las metas que la sociedad le exigía (casarse, tener hijos y volcarse con su hogar), pero abandonó sus sueños de ser ejecutiva y avanzar a nivel laboral; se separa de su marido y se da cuenta que ha perdido los sueños que se marcó en la adolescencia.
- Caso 2. Mujer de 42 años, que ha apostado todo por la esfera laboral, alejándose de tener una vida en pareja e hijos, por conseguir el estatus a nivel laboral que sueña, va a una revisión ginecológica y le dicen que las posibilidades de ser mamá son nulas, por lo que se da cuenta que todo por lo que ha estado luchando en estos años para tener un buen empleo para tener bien cuidado en un futuro a un hijo o a una hija se han esfumado.
En los dos casos ambas se sintieron frustradas, con mucha tristeza y mucho enfado porque las decisiones que tomaron en la vida no les han llevado a los sueños que anhelaban. Pero la solución no era machacarse y obsesionarse sobre por qué no tomaron otras decisiones.
Ambas, evidentemente, han tenido que pasar su duelo, pero también han tenido que aprender a valorarse, y a comprender y aceptar que a veces, en la vida, no hay un plan estructurado y marcado.
Quizás algo debían aprender de esta situación; es obvio que ambas tuvieron que aceptar su situación. En el primer caso, la paciente tuvo que empezar a conocerse (no era la misma mujer con 15, 25 o 35 años que en la actualidad), valorar nuevos objetivos y centrarse en su proceso personal, profesional y social de cambio para empoderarse y encontrar un sentido a su vida. A lo largo de las sesiones de terapia se ha conseguido.
En el segundo caso, la paciente tuvo que aceptar que quizás su sentido de vida estaba distorsionado; estaba tan volcada en conseguir dinero para cubrir las necesidades básicas de sus futuros hijos que se olvidó de disfrutar momentos y vivencias nuevas. Por tanto, debía bajar sus exigencias y disfrutar de la vida. También tuvo que hacer un proceso personal de cambio, y a día de hoy acepta la situación. Además, encontró su sentido de vida en ayudar a otras personas aplicando todo lo estudiado a priori.
La vida a veces no viene como queremos, pero quizás hay un plan diferente marcado para nosotros y nosotras; seguramente no es lo que esperamos, pero nos aporta lo que debemos aprender o sanar. Por tanto, si tus sueños no se cumplen márcate otros y, por favor, siempre acepta la situación y reinvéntate, en eso consiste vivir.