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‘Retrato en grises’, de Manolo Valdés. Grada 172. Inmaculada González

‘Retrato en grises’, de Manolo Valdés. Grada 172. Inmaculada González
Foto: Fundación Bancaja
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Manuel Valdés Blanco, artista valenciano, comenzó sus estudios en 1957 en la Escuela de Bellas Artes de San Carlos de Valencia. La formación excesivamente académica que allí se impartía no debió satisfacerle demasiado puesto que, solo dos años más tarde, abandonó esta institución para dedicarse por completo a la pintura. En los primeros trabajos realizados en esta etapa, el joven Valdés ya demostró una capacidad creadora y una habilidad técnico-formal fuera de lo habitual.

A principios de los años 60, Valdés y otros artistas constituyeron el grupo Estampa Popular de Valencia, con el fin de redefinir el papel del arte y del artista en el marco de una España en proceso de transformación y como crítica al individualismo. Durante 17 años introdujeron en España un nuevo lenguaje artístico cercano al pop y supieron combinar el compromiso social y político de sus autores con ironía y humor.

A partir de entonces, Valdés comienza a emprender su camino en solitario, recreando su universo personal tanto en pintura como escultura, reinterpretando a los pintores clásicos y las grandes obras de la historia del arte; destacan la textura, la materia, la luz, el color, la representación del cuerpo humano y la fuerza contenida de los rostros, y la narratividad o el gusto por la ironía y lo anecdótico fueron desapareciendo en pro de una pintura cada vez más densa y esencial.

A través de ese reencuentro con la textura y la materia, y aun sin apartarse nunca de la figuración, sus trabajos se acercaron técnicamente a los de pintores informalistas como Millares, Tàpies o Dubuffet.

También en esos mismos años, la escultura fue ocupando un papel cada vez más relevante dentro de su producción. Aunque la madera sería el material que con más profusión trabajaría, no rehusó explorar las calidades táctiles y formales del plomo, el zinc, el granito o el alabastro.

En 1989, buscando nuevos estímulos creativos, se trasladó junto con su familia a Nueva York, ciudad en la que ha seguido viviendo y trabajando desde entonces. En lo sustancial, a lo largo de la década de los 90 continuó con esa línea de trabajo basada en la asimilación y reelaboración de objetos y de obras de arte.

Como a buena parte de la población mundial, el coronavirus le forzó a aislarse, pero lejos de dejarse llevar por la pasividad y el aburrimiento, pasó hasta 18 horas diarias dedicado a su trabajo, y los frutos de ese esfuerzo los mostró en la Opera Gallery de Nueva York: 17 esculturas, entre ellas varias de sus populares meninas, pero estas hechas de madera y de cristal; y 10 cuadros, en los que utiliza distintas texturas y vivos colores, algunos de los cuales recuerdan al cubismo de Picasso.

Pocos artistas gozan del reconocimiento de Manolo Valdés, uno de los autores contemporáneos más respetados, y cuya obra también es un auténtico reclamo para el arte al aire libre. Sus esculturas monumentales son piezas casi de culto, que visten cada espacio en el que se instalan.

Crédito de la imagen

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