Septiembre se despide con su viñera mirada y nos viste con sus azules imposibles y su traje de palabras antiguas. Se barrunta la soledad en esta tarde, en que amanece un otoño de menguante tono.
Se ha querido despedir, digo, rompiendo las horas, suicidándose en cada minuto, con las hojas por los suelos en el Paseo de San Francisco y del parque de Castelar, y con los niños ya sentados en sus pupitres (con sus medidas Covid) con sus lápices de colores, sus libros y sus libretas, que huelen a nuevo. Se ha querido despedir anotando en su agenda nombres de equilibrados sentimientos en la nomina de los afectos.
Seguimos queriendo echarle borrones a esta vida de la nueva normalidad, mientras hay jóvenes, muchos, por miles, algunos de honorable cuna, que con sus risas y voces aguardentosas celebran informales botellones que destruyen nuestra cotidiana realidad.
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