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‘The answer is no’, de Kay Sage

‘The answer is no’, de Kay Sage
Foto: wikiart.org
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Kay Sage nació en Nueva York en 1898. Hija de un senador adinerado, tuvo una infancia itinerante y pasó gran parte de su vida adulta en Italia y Francia.

Estudió en la Scuola Libera delle Belle Arti en Roma, donde conocería al príncipe Ranieri di San Faustino, con quien estuvo 10 años casada. Esta etapa de su vida la denomina “un pantano estancado”, una vida ociosa y falta de espíritu artístico.

Un posterior encuentro casual con el escultor alemán Heinz Henghes despertaría, más si cabe, su interés por el arte. En 1937 se muda a París, donde conoce a muchos de los artistas que estaban a la vanguardia del movimiento surrealista, involucrándose sentimentalmente con el exitoso, aunque alcohólico, pintor Yves Tanguy, quien la sometería a maltrato psicológico y físico hasta el final.

Tras el estallido de la Segunda Guerra Mundial regresó a Estados Unidos y se casó con su compañero Tanguy. Al final de la guerra adoptó las imágenes arquitectónicas como tema característico de sus pinturas maduras, que representan paisajes psíquicos imaginarios.

Tras la muerte de su marido en 1955 se volvió cada vez más solitaria. El dolor que sufrió cambiaría su vida para siempre y no es exagerado decir que nunca se recuperaría de la muerte de él. Continuó pintando y escribiendo poemas a pesar de su creciente ceguera. El temor a que no pudiera pintar de nuevo quedó reflejado en ‘The answer is no’ (1958), cuyo tema son numerosos lienzos en blanco y caballetes vacíos.

Contemplar las obras de Sage es recordar las geometrías inclinadas, las proyecciones de sombras, las ausencias de seres humanos. Sus composiciones poseen la elegancia de unos colores fríos que no traicionan, y su contenido se caracteriza por objetos arquitectónicos rígidos y sugerencias de figuras contra paisajes sombríos o terrenos baldíos.

Sus poemas contienen imágenes sombrías como las de su arte visual. En los últimos años de su vida creó ensamblajes hechos de piedras, alambre, vidrio, mimbre y otros objetos. A pesar de ese resurgimiento en la creatividad, se mantuvo deprimida y en 1963 se suicidó. Sus últimas palabras fueron: “He dicho todo lo que tenía que decir. No me queda nada más que gritar”.

Oscurecida por la fama y la obra de Tanguy y hoy casi olvidada, las pinturas de Sage, de marcado tinte metafísico, representan ciudades desoladas, a medio construir. Más que ruinas o ciudades decaídas por el tiempo son urbes en territorios planos que se pierden hasta el horizonte, sin obstáculos, cuya construcción ha quedado detenida, quedando tan solo estructuras, marcos de puertas y de ventanas que, en ocasiones, acogen o encierran a figuras humanas enteramente veladas.

Crédito de la imagen

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