Son ya unos cuantos los años que llevo cubriendo actos o eventos diferentes con motivo del 8 de marzo, Día internacional de la mujer, y desde hace unos años a esos actos y eventos de instituciones o asociaciones se han unido las grandes manifestaciones convocadas por distintas plataformas. La primera gran manifestación que recuerdo fue en 2018 y no quise hacer huelga para contarlo.

Como mujer y periodista no puedo evitar recordar los que se creen que son los orígenes de esa triste efeméride, triste porque entre otros se sitúa en una reivindicación, ese día de 1857, de unas mujeres que trabajaban en una industria textil en Nueva York y que pedían salarios y condiciones laborales más justas; las cargas policiales mataron a muchas de ellas.

Años más tarde, el 25 de marzo de 1911, más de un centenar de trabajadoras textiles murieron en un incendio en la fábrica de esta misma ciudad en la que trabajaban; no pudieron escapar porque los responsables de la fábrica habrían cerrado todas las puertas de escaleras y de las salidas (habitual entonces para evitar robos).

Todos los días deberían ser 8M, porque pese a todo lo que se ha avanzado todavía es mucho lo que queda por hacer para alcanzar la igualdad. Todavía en general las mujeres cobramos menos que los hombres, o no alcanzamos puestos de responsabilidad, y tampoco puedo evitar recordar cómo viven actualmente las mujeres ucranianas la guerra o tantas otras mujeres en otros tantos lugares del mundo que viven sometidas, ya sea por sexo o religión.

En el caso del periodismo luchamos contra la brecha salarial, los techos de cristal y el acoso laboral y en redes, y a favor de la conciliación y la corresponsabilidad. En mi humilde opinión, el 8M no va de luchas de géneros, va de la lucha en general para que las mujeres seamos iguales a los hombres; ni más, ni menos.

Lourdes Sangrós Serrano
Colaboradora de Grada y redactora multimedia de Europa Press