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Abrazos de canela. Plácido Ramírez Carrillo

Abrazos de canela. Plácido Ramírez Carrillo
Foto: Cedida
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Agosto se despidió apadrinando lágrimas por los pasillos del tiempo. Y en su fogarera seguimos escuchando la voz de los caminos que nos llama con algún desacorde y mucha querencia, mientras la siesta llega sobre paisajes dormidos.

No hablaré de Messi; a muchos nos da igual que se vaya al Manchester, al Sanvicenteño o al Badajoz, porque seguramente muchos de los jugadores de estos equipos tienen más coraje y dignidad que estas figuras de elite, empalagosas y multimillonarias, que solo tienen dinero. Ni del rey emérito, que ni está ni se le espera. No hablaré de la caja B de cierto partido que venía a regenerar la sociedad y de paso a terminar con la casta, pero no le gusta saborear su jarabe democrático. Ni de la familia Pujol, que todavía no ha pagado lo suyo. No hablaremos de tanta desolación que nos emberrenchina y nos hace dar algún golpe en el tablero de las injusticias.

Podríamos hablar, permanentemente, de nuestra tierra Extremadura que sigue abandonada a su suerte, sin tren digno, ni autovía que una las dos capitales de provincia, o la otra, tantas veces prometida, la que nos una con el Mediterráneo. Pero los dineros se van a Cataluña o al País Vasco. ¿Dónde está la igualdad entre regiones o comunidades? ¡Vergonzoso mirar el horizonte de esta Extremadura del desamparo! Una mirada a nuestro río Guadiana, poético, tan lírico, que parece que cada día se nos muere un poco más si nadie lo remedia, asfixiado por el camalote.

Llegará la hora del voto positivo, y vendrán todos con su verborrea, su manida dialéctica y su vocabulario brillante, y se les llenará la boca de promesas edulcoradas que hipnotizan al hombre sencillo. Y no tendrá más remedio que decirle: súbete aquí, que te llevo. ¡Nació tan pobre que, por no tener, no tenía ni fecha de nacimiento!, que dice el dicho. Y es que a Extremadura, como a los pobres, siempre le pisan lo fregao.

Los emigrantes hacen la maleta, repleta de melancolía, para volver a sus ciudades de sombra y frio, donde hablan con otro acento, y hay otros silencios y otras miradas. Y sigue adelante el concurso ‘Badajoz capital del desayuno’. ¡Y es verdad! ¡Como aquí en ninguna parte! Tostadas de mil variedades, colores y sabores; y hasta las migas, que son más de invierno (“Llegando octubre, las migas a la lumbre”) se sirven en la mayoría de los bares.

Mientras tanto, llegan los amaneceres con lamento de septiembre metálico, y casi siempre mágico, con sus entaramadas y sus remurmuros provincianos, oyendo las ‘brillantes ideas’ y ‘mágicas soluciones’ de la ministra con respecto a la vuelta al cole, que dice que llevemos a los niños en bicicleta y ventilados (ya veremos cuando lleguen los carámbanos) y que si vamos con cuidado volverá la risa y la alegría, los abrazos de canela. Asistencia presencial, pero en aulas seguras.

Y a la vuelta de la esquina la Feria del Libro de Badajoz, que sigue adelante, y nos alegramos. San Francisco espera, aunque sea en estas fechas de casi otoño, y no en primavera como es habitual.

No bajemos la guardia, que el virus sigue agazapado, y póngase la mascarilla, joven amochuelado, o estralijado mozalbete, que queremos volver pronto a los besos, a las caricias sobre la piel, y a los abrazos de canela, como me repite mi amigo el pintor Antonio Vázquez.

– ¡Llena otra vez, Josué, que nos vamos!

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