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Cansancio de emociones. Plácido Ramírez Carrillo

Cansancio de emociones. Plácido Ramírez Carrillo
Plácido Ramírez, el poeta visual Antonio Gómez y el director de la Editora Regional, Luis Sáez. Foto: Cedida
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Desconsolado y no estando para jaterías y requilorios, se despide abril sin santiguarse ante tanta memez y tanto despropósito. Cambia, sin embargo y a pesar de todo, su jimpleo inicial por un alborozado apretón de manos, o mejor por un leve codazo, que es la moda y lo que se lleva, perdonada sea la manera de señalar.

Siguen aumentando las colas del hambre, y ahora también las de la vacuna, que nos tiene en un continuo diálogo de ascensor. A usted la Astrazeneca, a mi vecina la Pfizer, y a un servidor, ninguna, a pesar de ser de riesgo. No hubo llamada, hasta cuando esto se escribe (que es lo que se acostumbra a decir, en estos casos). No desesperemos, que sobrarán vacunas. Al final las dispensarán en los bares. ¡Al tiempo!

Sus señorías nos siguen dando que hablar, y nos hacen sonreír con sus ocurrencias, como la de, en ocasiones, llevar asesor y hasta una estilista (para los retoques del moño y tal). Es época de debates. Despiporre en Madrid o todos contra Ayuso, con un cartel de seis espadas, cuando con dos, los que tengan más posibilidades, habría de sobra. Unos, unas y unes con vocabulario escaso; otros, otras y otres algo zafios; calificativos cabales, los menos. Guiños cómplices y aplausos, pero soluciones a los problemas de la gente, ninguna. Y mañana, más de lo mismo.

Pero vamos notando ya un cansancio de emociones, por los que se fueron y no pudimos despedir. Hace unos días lloramos a otro ilustre vecino, Enrique García Calderón, histórico redactor de Hoy como lo despedía Julián Leal, compañero suyo durante muchos años, editor en la sección de actualidad y luego en la de deportes. Y jefe de prensa, a finales de los 80, en el ayuntamiento de Badajoz, durante el mandato de Manuel Rojas. Gran aficionado a los toros, fue el encargado de narrar los comienzos de Antonio Ferrera, con quien le unía una estrecha amistad. Descanse en paz. Nuestro pésame a su extensa y querida familia.

Enrique García Calderón. Foto: Cedida
Enrique García Calderón. Foto: Cedida

El Día del Libro llegó, de distinta manera que en años anteriores, y nos acordamos del maratón de lectura que se celebraba todos los años en el museo Luis de Morales, en el que participaban hasta siete u ocho colegios de la ciudad, autoridades y gente de la cultura.

Este año pudimos disfrutar en la Biblioteca de Extremadura, de una magnífica exposición de poesía visual de Antonio Gómez, que organiza el plan de fomento de la lectura, que dirige con buen tino Luis Sáez Delgado. Estará expuesta hasta finales de mayo.

En esta primavera cálida, entrañable, a pesar de este cansancio de emociones, nos comunican que para el verano llegara Álvaro, con su risa nueva, para alegrarnos la mirada triste de mascarilla. Y siguen llegando libros. El mismo día de San Jorge, santo de mi cuñado, desde Mérida, ‘Perder el tiempo’, un libro exquisito de versos cortos, del polifacético Victoriano Granero, que a su vez expone en la sala Arte Joven.

'Perder el tiempo', de Victoriano Granero
‘Perder el tiempo’, de Victoriano Granero

Seguimos sin aguantar dos preguntas, ni dos silencios, ni una broma siquiera.
–Doctor, me voy de la consulta con el trauma de que soy fea.
–Váyase usted tranquila, que no tiene ningún trauma.

Y seguimos en esos caminos del no me acuerdo, vaya usted con Dios, y ¿que traes, hermano? Sigue sonando ese acorde de guitarra, que nos pide que no tengamos prisa, y vayamos con mucha precaución, que siempre habrá tiempo para entrar en los caminos del olvido.

En este tiempo de pandemia todos hemos envejecido, tú, yo, aquel y mi vecina del sexto. Algún kilo de más, algún diente de menos y el pelo encanecido. De modo que apagamos la tele porque nuestras señorías solo tienen una zafia y más bien huera dialéctica y mienten como bellacos hasta para pedir un taxi, y encendemos un libro para conmemorar su día, antes de que entremos en el camino del olvido.

–¡Llena otra vez, Josué, que nos vamos!

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