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Cicatrices en la tierra. Plácido Ramírez Carrillo

Cicatrices en la tierra. Plácido Ramírez Carrillo
Imagen de 1995 en casa de Francisco Lebrato, donde se celebraban sus célebres tertulias, en la que acompañan al anfitrión y a su mujer Plácido Ramírez, Pedro Monty y su madre, Antonia Cerrato, Trinidad Ródenas y Paqui Quintana. Foto: Cedida
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El mes de julio avanza imparable, y se despide con su olor a café de frontera, lamiendo las heridas de un ayer que se suicida en cada golpe de reloj. Siguen llegando los emigrantes con su hambre de vida, sus ocurrencias, y sus mascarillas, que hacen diferente el paisaje de nuestros pueblos inmaculadamente blancos, cuando las tardes bordan de melancolía los besos y las risas con un manojo de nubes granates y deshilachadas. Con paso calmo, unos y otros, con gran presteza por abrazar los recuerdos.

Llegará también mi madre, con sus enhebrados, entusiastas 90 años, y los sentimientos encendidos. Llega para lavar, con sus manos de paciencia, en la panera del corral donde hubo macetas en latas de conserva, colgadas en las tapias de adobe, apadrinando la pobreza. Y hablará con los fantasmas del tejar de Machaco, donde tendió ladrillos y tejas cuando era niña. Mientras, relatará algún refrán.

– Quien duerme mucho, poco aprende.

Cipriana Carrillo
Cipriana Carrillo

Se nos fue el escritor Juan Marsé, novelista de raza, grande entre los grandes, en silencio, sin hacer ruido. Triste que los independentistas no reconocieran su valía, que le despreciaran, que lo ningunearan por no escribir en catalán. Qué sabrán algunos de estos estralijados, semejantes intelectos, de la valía de este grandísimo escritor. En su recuerdo, leeré de nuevo las dos novelas que me dedicó aquella tarde, de aquel lunes 6 de septiembre de 2004, cuando se entregaron en el Meiac los premios Extremadura a la creación, junto a Enrique Morente, Félix Grande y Gecko Turner (el único que vive).

Información sobre los premios Extremadura a la creación de 2004
Información sobre los premios Extremadura a la creación de 2004

Despedimos también al ilustre olivero Francisco Lebrato, que se habrá ido derechito al cielo, al lado de su Virgen de Gracia. Francisco era tan entrañable, tan cabal, tan humano, que fue admirado por unos y por otros. Nos enseñó mucho, fue generoso, siempre con la mano tendida, siempre tierno; con él supimos, que sin los demás no somos nada. Habrá que tributarle el homenaje, el reconocimiento que le corresponde. Una gran pérdida para la cultura extremeña. Descansa en paz, maestro.

Seguimos con el camalote en el Guadiana, a su paso por Badajoz, y todos silban y miran para otro lado. Habrá que exigir a las instituciones que correspondan, rapidez y eficacia en este asunto, que parece que no tiene solución. El nenúfar ocupa ya más de 400 hectáreas de río. ¿Puede interesar a alguien que este problema no se solucione? El que no llora no mama.

Recientemente, en la Plaza Alta, tuvo lugar el concierto de la banda municipal de música de Badajoz, respetando las normas establecidas, como debe ser, organizado por la Concejalía de Cultura. El acto estuvo presentado por Emilio González Barroso, y pudimos disfrutar de todos los detalles gracias a las fotos y magnífico vídeo de Javier González Lena.

Ojalá pase pronto esta pandemia, y los amantes de la música puedan disfrutar de más conciertos de la banda que dirige Vicente Soler Solano.

Algunos irresponsables, muchos gazaparullos, siguen sin respetar normas ni leyes y vienen haciendo lo que les sale de las metáforas. Lo pude comprobar por mí mismo en una visita reciente, por un accidente parcelero, al Hospital Universitario, antes infanta Cristina (magníficos profesionales) en donde entré por mi pie y salí con diez puntos, pero con el carné en el bolsillo.

Que no le presten una escalera para subir a la higuera. Porque si la escalera trastabillea puede acabar en el suelo, y mentón y costillas, con la noche se fundieran… cicatrices en la tierra, que se dice ahora. El tiempo todo lo cura, menos la vejez y la locura.

Ya sabe, joven amochuelado, póngase la mascarilla que no cuesta tanto.

– ¡Llena otra vez, Josué, que nos vamos!

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