El año 1958 arrancaban en Cáceres los Festivales Folklóricos Hispanoamericanos-Luso-Filipinos. Un espectáculo sorprendente y bello, con una amplia y muy rica muestra de canciones y danzas típicas de los diferentes países participantes en el certamen, que, desde el principio, gozó de una extraordinaria acogida y arraigo popular por parte de los cacereños.
Se trataba de una original cita folklórica entre cumbias colombianas, corridinhos portugueses, tamboritos panameños, fandangos, merengues dominicanos, muñeiras, pericones uruguayos, tinikling filipinos, joropos venezolanos, jarabes tapatíos mexicanos, jotas, de una belleza sorprendente, a lo largo de los tres días de duración de los Festivales, revestidos de brillantez y relieve, de admiraciones y entusiasmo colectivo, que finalizaba con la entrega de los premios así como una gran serpiente multicolor por el ruedo de la Plaza de Toros, formada por todos los bailarines y el público asistente, a los acordes de la jota más típica cacereña, la danza ochocentista ‘El Redoble’, que se interpreta en la mayoría de las celebraciones populares que tienen lugar en Cáceres.
Unos festivales folklóricos, bajo el auspicio del Instituto de Cultura Hispánica, que nacieron con el marco y el denominador común de la presencia cacereña en el Descubrimiento de América y en el sitial solemne de la Hispanidad.
En esta cita, de una significativa identidad en Cáceres, desde el primero hasta el último de los festivales folklóricos, por los más diversos y variados rincones de la ciudad, a cualquier hora, se podían encontrar alegres grupos con sus instrumentos, con sus canciones, con sus bailes, con sus coloridos trajes populares, convirtiendo a Cáceres, tal como se la declaró durante uno de los primeros certámenes, en Plaza Mayor de la Hispanidad, en justa referencia a la epopeya de los conquistadores cacereños.
Una cita anual de calado y de un impecable relieve tradicional y etnográfico, conformado por muy diversas y bellas estampas, extraídas de las costumbres típicas de los países y regiones hermanas, que quedaron grabadas en el alma de todos los cacereños, que se difundían y expandían por todo el mundo por constituir un hermanamiento de las diferentes naciones, bajo el abrazo de las enseñas nacionales, en la sede de la ciudad de Cáceres. Los cacereños disfrutaban de modo vibrante con aquellos Festivales, como recuerdan los más mayores, porque se convirtió en todo un acontecimiento de identidad específica propia en aquellos últimos días del mes de junio.
Grupos folklóricos de Colombia, Chile, Filipinas, Panamá, Portugal, Argentina, Bolivia, Ecuador, Nicaragua, Paraguay, Perú, Galicia, Zamora, Andalucía, Zaragoza, Canarias, Guipúzcoa, Plasencia, Cieza, Cáceres, y otros, mostraban y representaban en el gigantesco escenario toda una serie de evoluciones, con sus canciones y danzas típicas, dejando constancia de la riqueza, la magia, la esencia y el sabor del folklore tradicional de los pueblos que se daban cita en los festivales.
Un espectáculo que la ciudad de Cáceres vivía y seguía, de año en año, con un gran interés participativo desde el ritual de la belleza de la canción y la danza popular.
Los Festivales Folklóricos Hispanoamericanos-Luso-Filipinos, que nacieron en 1958, hicieron de Cáceres Plaza Mayor de la Hispanidad
Luego, un día, por esas cosas y circunstancias de la política, lo de siempre, los Festivales Folklóricos Hispanoamericanos-Luso-Filipinos, asentados en Cáceres como lo que era, una fiesta propia, muy original y muy bien trabajada, se fueron cruzando con los Festivales de España, patrocinados por el Ministerio de Información y Turismo.
Ahí comenzó su decadencia. Hasta que un día desaparecieron del panorama festivo cacereño, perdiéndose, lamentablemente, toda esa riqueza e impulso que se había generado en medio de esfuerzos, sacrificios y afanes por parte de muchos cacereños.
Por esas fechas, 1964, llegó a Cáceres como gobernador civil Alfonso Izarra Rodríguez, que dejaría la provincia en 1967, al ser nombrado al frente del Gobierno Civil de Murcia. Cercano y entrañable, es de dejar constancia que Alfonso Izarra dejó un grato recuerdo de su paso por la provincia cacereña.
Un año después, en 1968, mientras los Festivales Folklóricos Hispanoamericanos-Luso-Filipinos de Cáceres ya se habían difuminado, con una gran pesar, arrancaba en Murcia el Primer Festival Folklórico Internacional del Mediterráneo, en cuya segunda edición participó el grupo de Coros y Danzas de la Sección Femenina de Cáceres, y que en julio próximo, según se ha anunciado recientemente, va a celebrar ya su 54º edición, habiendo adquirido el rango de Fiesta de Interés Regional en la Comunidad de Murcia.
¿Por qué cuestiones y de qué tipo se decidió suspender los Festivales Folklóricos de Cáceres, cuando ya se habían superado todas las adversidades de sus inicios, y que, además, habían encontrado el mayor respaldo en las embajadas de los diferentes países hispanoamericanos, con sus representaciones en los festivales, y con su colaboración para la presencia de los grupos folklóricos respectivos en el certamen?
¿Cosas veredes? Serán. O no, tal cual subrayan muchos de los que ocupan poltronas políticas, quitándose del medio. Mas alguna mano de esas de tanto poder en los despachos políticos madrileños un mal día dejó a Cáceres sin un referente de una gran consideración y una atalaya divulgativa del nombre y la imagen de Cáceres como la que se desprendía de aquellos extraordinarios y muy hermosos Festivales Folklóricos Hispanoamericanos-Luso-Filipinos, que tuvieron un sello de identidad especial en nuestra ciudad.