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El futuro de la lengua extremeña. Grada 167. Assina

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Es un gran honor para nosotros recoger el testigo de Javier Feijoo en la Revista Grada. En primer lugar, queremos dar las gracias en público a la Revista Grada por la confianza depositada y por permitirnos disponer de este magnífico escaparate. Pero, por supuesto, y antes de continuar, queremos agradecer también a Javier Feijoo las palabras que nos dedica en su despedida y, sobre todo, su obra y su labor para mantener viva la llama del sentimiento extremeño.

Como bien explica Javier, lo que nos proponemos desde el Órgano de Seguimiento y Coordinación del Extremeño y su Cultura, Oscec, es devolverle toda su dignidad a las lenguas vernáculas de Extremadura. Dicho en los términos que emplea el Estatuto de Autonomía, trabajamos por la protección de las modalidades lingüísticas propias de Extremadura.

Nuestra labor parte del reconocimiento internacional que tienen estas lenguas por parte de organismos internacionales como Unesco, SIL International o el Consejo de Europa. Sin ir más lejos, Unesco, el mismo organismo de la ONU que reconoce a Cáceres o Mérida como Patrimonio de la Humanidad, nos advierte de que el estremeñu está en peligro de extinción porque su transmisión es solo oral. Esto quiere decir que para garantizar su pervivencia es necesario poder transmitirla por escrito de una forma consensuada. Es decir, poder enseñarla y poder aprenderla. Así que nos pusimos manos a la obra.

Y vienen aquí muy al caso dos de nuestros árboles más singulares: la Encina Terrona, de Zarza de Montánchez, y la Encina Madre, de Valverde de Leganés. Ambas se mantienen en pie y las podemos seguir disfrutando, gracias, eso sí, a unas enormes muletas. Corría el año 2011, y en Oscec tuvimos claro que si nos quedábamos de brazos cruzados, si no le poníamos estas muletas a la lengua extremeña, por muy raras que se vieran, en diez años la encina ya no seguiría en pie. Desde entonces llevamos escuchando, hablando, investigando y documentando la voz de Extremadura.

El primer resultado de este trabajo, la Ortografía, vio la luz en 2018. Y desde entonces estamos cosechando su fruto. Por un lado, son cada vez más las personas que deciden aprender la lengua extremeña. Por otra parte, quienes emplean el estremeñu como lengua literaria comienzan a ver que un estándar de escritura hace que la lengua extremeña tenga la misma dignidad literaria que el castellano, el inglés o el francés.

Son, por tanto, dos momentos en los que se pone de manifiesto. Uno, cuando hablamos. Una lengua está viva si nos atrevemos a emplearla, como por ejemplo sucede desde hace unos días en la megafonía de bienvenida del Auditorio Santa Ana de Plasencia o en los espacios de radio en los que colaboramos (en Canal Extremadura Radio, Cadena SER u Onda Cero).

Es el momento de dejar de imaginar nuestra lengua como parte de nuestro recuerdo y volver a hacerla compañera de nuestro día a día. Tal y como nos recuerda el Consejo de Europa, que reconoce las lenguas vernáculas de Extremadura desde el año 2020, la única manera de que esto suceda es ir retirando los obstáculos que impiden su pleno desarrollo en todos los ámbitos.

Dos, cuando escribimos. Nos alegra saber que cada vez somos más las personas que leemos a Chamizo, Gabriel y Galán, al propio Javier Feijóo o a Luisa Durán, ‘la Cigarra Extremeña’, de cuyo fallecimiento recibimos noticia mientras escribimos estas líneas y a cuya familia enviamos un afectuoso abrazo.

Queremos, desde esta tribuna, dar las gracias a todos los extremeños y extremeñas que han contribuido con su obra a que podamos hablar hoy de Letras Extremeñas, es decir, un enorme patrimonio literario escrito en lengua extremeña. Son tantos que no cabrían enumerados en un solo artículo, pero al igual ocurre con gran parte del patrimonio cultural extremeño, ha sido largamente ignorado y sumido en el olvido.

Pero queremos ir un paso más allá. Porque creemos que la mejor manera de mantener vivo este legado, o el mejor homenaje que podemos hacer a Luisa, o a Elisa Herrero Uceda, fallecida en 2020, es no solo leer su obra, sino también ser referente e inspiración para quienes se animan cada día a escribir poesía, prosa o música en lengua vernácula. Dicho de otro modo, queremos que Javier Feijóo no sea el último rapsoda extremeño, sino un referente para todos y todas las rapsodas que están por venir.

Y así es como queremos empezar esta colaboración en la Revista Grada, mirando al futuro. Conscientes y orgullosos de nuestro pasado, pero con la mirada puesta en el futuro. De lo que se trata ahora, dicho de una forma clara y sencilla, es de que dentro de cien años nuestra encina siga en pie, y sin muletas.

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