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El púlpito de la iglesia de Santa Cruz de la Sierra

El púlpito de la iglesia de Santa Cruz de la Sierra
Foto: Cedida
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La iglesia parroquial de la Vera Cruz es un edificio de mampostería y sillería granítica utilizada esencialmente en la fachada de occidente, donde se abre una interesante portada con marcado abocinamiento y una serie de archivoltas apuntadas, que descansan sobre jambas acodilladas, con finas columnillas rematadas en capiteles con decoración vegetal; en las esquinas destacan baquetones con sirenas y centauros en los capiteles. Sobre la puerta aparece un alfil enmarcándola, y una ventana geminada con tracería gótica. El interior consta de una profunda capilla mayor ochavada cubierta en dos tramos con bóveda de terceletes.

En el lado de la Epístola se encuentra un púlpito de granito, con sencilla pilastra sustentándole, base con leones afrontados encuadrando escudos, y motivos vegetales y geométricos. Los paños de cerramiento presentan una tracería gótica y rematan en una cornisa de pequeñas rosetas; es una pieza importante del siglo XV.

La mesa de altar, desde las disposiciones del Concilio Vaticano II, que ordenaron celebrar las misas de cara a los fieles para volver a las primitivas costumbres cristianas, está separada del retablo.1 Actualmente es un poliedro rectangular granítico sostenido por dos pilastras del mismo material, entre las cuales se ha colocado una columnita o pilastra visigoda. Otro de los grandes tesoros que guarda la iglesia. Una pieza monolítica de mármol blanco de 0,96 metros de alto, dividida en tres cuerpos. La basa tiene proporciones cúbicas de 0,20 metros en cada una de las tres dimensiones, y está compuesto por un podio achaflanado en las aristas y unas molduras superpuestas. A continuación está el fuste, un octógono irregular también achaflanado con dos caras opuestas, las más anchas igualmente ornamentadas. Las otras son lisas; en una aparece el añadido de realización moderna J.H.S. (Jesús Hombre Salvador), rematado con una cruz. La decoración en bajorrelieve está formada por una especie de fuste de forma helicoidal o por superposiciones de rodajas biseladas que sostiene una cruz ensanchada o patada de brazos desiguales, por donde recorre una bordura paralela a los mismos. Por encima hay una paloma, símbolo paleocristiano, separada de la cruz por una moldura. Culmina con un capitel de estilo corintio con volutas enlazadas. Cuando esta pieza se podía contemplar en su totalidad se apreciaba en la parte superior una oquedad circular de 9 centímetros, el ‘luculus’ de las aras o ‘cipos’ romanos, que aceptó el sistema litúrgico cristiano para colocar las reliquias de los mártires o de los santos, y encima de las cuales se celebraba la Santa Misa.

Cerrillo considera que esta pieza pertenece a mediados del siglo VII, y es obra de un artesano local con influencia emeritense.2 Su función primera fue servir de soporte o tenante único de mesa de altar, según las costumbres visigodas. Pero después ocupó lugares muy diferentes, siempre en el interior de este templo: mainel o parteluz de ventana, o pila del agua bendita. Durante un largo tiempo y hasta mediados del siglo XX fue apoyo del púlpito, hasta que quedó suelta como elemento de decoración en el presbiterio. Actualmente es soporte decorativo de la gran mole granítica que forma el altar.3

La presencia de dicha columna nos hace coligar la existencia de una basílica visigoda en la actual localidad o en sus alrededores,4 si no ocupaba el espacio en el que está actualmente la parroquia, en torno a la cual habría una población, según asegura el sacerdote y escritor trujillano don Clodoaldo, con el nombre de Santa Cruz o Santa Cruz de Jerusalén.5

Foto: Cedida
Foto: Cedida

Saliendo de este recinto hay un hermoso púlpito de excelente hechura gótica de finales del siglo XV o principios del XVI, adosado a la pared y labrado en piedra poligonal. Su primer enclave estuvo en el lado opuesto del templo, pero cuando se hizo la última reforma general de la iglesia se trasladó al sitio actual porque había mayor espacio, ocasionando cicatrices en las uniones de las piedras que aún hoy se pueden contemplar. Es un conjunto ampliamente decorado. El remate está formado por una cornisilla de pequeñas rosetas; los paños del cerramiento tienen labrado en relieve una arquería ciega de medio punto, apoyados sobre columnillas, ornamentados con tracería gótica, y quedan cerrados por otras dos filas de rosetas encadenadas de diferentes tamaños, con otros adornos intercalados en la hilera inferior. La base contiene un escudo con la cruz y a los lados dos leones afrontados y varios adornos con motivos geométricos y florales.6 Hoy se sustenta sobre una sencilla pilastra, igualmente de cantería. Las escaleras, que han quedado sin unión con el resto del conjunto, no contienen la baranda de hierro forjado que en años anteriores tenían. Todo ello indica que actualmente es una figura testimonial más que un lugar de oratoria sacra, como fue en otros tiempos.

1 El altar cristiano tiene forma de mesa porque en él se celebra un banquete ritual, mientras que los altares paganos estaban destinados a la ejecución de la víctima. En un principio el sacerdote realizaba el ritual vuelto hacia el pueblo, pero esta costumbre se fue perdiendo y las misas se celebraron de espaldas a la comunidad cristiana. Romano Guardini tomó la iniciativa en sus celebraciones litúrgicas para los jóvenes alemanes al intentar que participaran los fieles del sacrificio de la misa, como sucedía entre las primeras comunidades cristianas. El Concilio Vaticano II difundió esta costumbre. Asimismo, hoy se prefiere que las especies sacramentales se reserven en altar diferente donde se celebra la misa, como sucedía en los primeros tiempos. Colocar una piedra con reliquias de santos incrustadas (el ara) es una costumbre muy antigua que se generalizó en el siglo X. Los primitivos cristianos realizaban sus plegarias ‘ad corpus’, junto al cuerpo de los mártires o los que habían muerto en olor de santidad; hábito que se asoció al altar, por ser miembros del Cuerpo Glorioso de Jesucristo, y de esta forma se subraya el carácter que el sacrificio de la misa tiene de comunión con Cristo
2 Clodoaldo Naranjo cree que la columna es del siglo VI (Naranjo Alonso, C.: ‘Trujillo y su tierra’, 1929, página 41 y siguientes), pero es probable que estas tierras ni siquiera fuesen plenamente habitadas por los visigodos en esa época. Sí estuvo ocupado el castillo de la sierra. Enrique Cerrillo y Martín de Cáceres considera que esta pieza pertenece a mediados del siglo VII, y es obra de un artesano local con influencia emeritense (Cerrillo y Martín de Cáceres, E.: ‘El tenante de altar de época visigoda de Santa Cruz de la Sierra’. Revista Alcántara, número 177, Cáceres, 1995, página 23)
3 Cillán Cillán, F.: ‘La iglesia parroquial de Santa Cruz de la Sierra’. Revista Alcántara, número 71, julio-diciembre, 2009, páginas 29-31
4 Próximo a Ibahernando se ha localizado otra basílica visigoda. Cerrillo y Martín de Cáceres, E.: ‘La basílica de época visigoda de Ibahernando’. Institución Cultural El Brocense. Cáceres, 1983
5 Naranjo Alonso, op. cit., página 42. Cit. Cillán Cillán, F.: ‘La iglesia parroquial de Santa Cruz de la Sierra’. Revista Alcántara, número 71, julio-diciembre, 2009, páginas 29-31
6 Cillán Cillán, F.: ‘La iglesia parroquial de Santa Cruz de la Sierra’, op. cit., página 31

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