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Ermita del Vaquero, o de Nuestra Señora de Guadalupe, de Cáceres. Grada 164. José Antonio Ramos / Óscar de San Macario

Ermita del Vaquero, o de Nuestra Señora de Guadalupe, de Cáceres. Grada 164. José Antonio Ramos / Óscar de San Macario
Foto: Cedida

La ermita del Vaquero, en Cáceres, está construida en la casa que habitó en vida el pastor Gil Cordero, a quien se apareció Nuestra Señora junto al río Guadalupe.

La devoción más grande que el pueblo extremeño tributa a la Virgen es bajo la advocación de Nuestra Señora de Guadalupe. En Cáceres, se deposita esta devoción en la conocida Virgen del Vaquero, como recuerdo al vaquero cacereño llamado Gil Cordero, a quien, según una venerable leyenda transmitida de generación en generación, se le apareció la Virgen junto al río Guadalupejo o ‘Río de los lobos’, en 13301.

Estudios posteriores, dignos de crédito, han planteado otras versiones más acordes con la realidad, aportando datos científicos sobre el origen y aparición de la imagen de la Virgen de Guadalupe que actualmente preside el retablo mayor del Monasterio2.

Se inició en la Edad Media la construcción de una ermita, según los deseos de la Señora, apoyándola con todos sus medios el rey Alfonso XI, hasta convertirla en una iglesia suntuosa, en la que fueron depositados los restos del vaquero al morir.

Se la dotó de un hospital para enfermos de la calle, que acudían en demanda de curación, igualmente atribuyéndose al patrocinio de la Virgen la victoria del Salado, reconociendo así al rey, que vuelca todas sus donaciones hacia la venerada imagen, como históricamente consta en su visita al monasterio, poco después de la batalla3.

Siglos después, recordando el Concejo cacereño la casa donde había vivido Gil Cordero, decidió levantar una ermita, no siendo posible por la reiterada negativa de su propietario para venderla. Años más tarde, los vecinos se quejaron de la vida que llevaba la mujer a quien había sido arrendada la casa, en vista de lo cual el Corregidor dio cuenta al Ayuntamiento, acordándose el 2 de enero de 1612 adquirir la casa por compra o permuta, acordándose la adquisición en 500 ducados4.

Las obras no comenzaron hasta pasados varios años por la escasez de recursos por parte del municipio. Las obras se efectuaron entre los años 1660 y 1667, gracias a la intervención de don Juan de Carvajal y Sande, presidente del Consejo de Hacienda, interviniendo en las mismas los maestros de obras Sebastián Pérez y Agustín y Sebastián de Acosta, bajo la dirección de Antonio González.

Con la autorización del Concejo realizaron las obras en la fábrica, y mandó tallar el retablo obra del entallador Juan Bravo, dorado y pintado por Francisco Mendo Montejo y costeó la imagen de la Virgen5. Por tanto, la ermita del Vaquero, tal como la conocemos ahora, fue construida en el siglo XVII.

La portada presenta un equilibrado conjunto clasicista, rematado por una hornacina con retropilastras, frontón y venera que alberga una granítica imagen de la Virgen de Guadalupe, muy deteriorada, sin el Niño Jesús en su mano izquierda. Va vestida con jubón con mangas de ala, basquiña adornada con franjón y manto, con ribetes en la vestimenta donde lleva pedrerías engastadas en sus adornos.

Es un edificio de mampostería y sillería de una nave en tres tramos y camarín. Las cubiertas son de bóveda de arista en la nave, cúpula semiesférica en el crucero y de cañón con lunetos en la capilla mayor, decorada con molduras en casetones, todo apoyado en arcos de medio punto sobre pilastras.

Foto: Cedida
Foto: Cedida

A los pies se encuentra el coro alto, sencillo, de moderna construcción. En este mismo frente se abre la puerta, adintelada, como hornacina avenerada y remate en frontón triangular. Es una construcción de estilo barroco clasicista.

En el presbiterio hay una imagen del vaquero Gil Cordero del siglo XVII, donde aparece vestido, aunque se observa claramente que la escultura bascula en diagonal y evita la caída rígida de la misma. De igual manera evita el frontalismo la pierna izquierda apoyada en la peana y la derecha ligeramente levantada en contraposto. El plegado presenta suaves quebraduras en el frente, y la cabeza resulta algo arquetípica, con una forma volumétrica muy marcada, el cabello pegado al cráneo con bucles simétricos. Los rasgos faciales son algo expresivos, con ojos almendrados, nariz recta y fina y labios resueltos con un leve fruncimiento.

También hay un Niño Jesús vestido, pero de talla completa, de pequeño tamaño, del siglo XVII. Pisa el niño sobre un pedestal o peana, que iconográficamente deriva del modelo, endulzado, que se inicia con el Pantocrátor, pasa luego por el del Cristo justiciero en el juicio final, que bendice con la diestra y repele con la otra, para concluir con la del Cristo amoroso, en cuya familia se incluiría el propio Corazón de Jesús.

Es una escultura de bulto del Niño Jesús de madera policromada, que porta en su mano izquierda la bola y bendice con la derecha a la manera pontifical. Estos niños, regalo o patrimonio familiar, solían llegar a los conventos con las monjas y su dote como pieza inseparable y personal, reservado su culto a una devoción privada en celda o capillita, en fechas tan señaladas como la toma de hábitos y votos perpetuos o desposorios espirituales de las monjas.

En este caso la imagen era de devoción comunitaria, dándole una utilidad en los oficios litúrgicos a lo largo del calendario festivo anual, especialmente durante el ciclo de Adviento y de la Natividad.

El retablo mayor fue ejecutado por Juan Bravo, por encargo del licenciado Gómez del Berrocal, en 1665 y asentado en 1667. Artista importante de la época, pintó y doró Francisco Mendo Montejo, siendo sufragados los gastos por Francisco Medrano, ambos vecinos de Cáceres y naturales de Brozas6.

Es un retablo clasicista de sobrias formas, presidido por una imagen de vestir de la Virgen de Guadalupe7. El retablo alberga tablas pictóricas con las representaciones de santos; el conjunto iconográfico nos ofrece, en el banco, de izquierda a derecha, las representaciones de varios santos, y símbolos de la Letanía Lauretana: San Juan Evangelista y Torre de marfil, San Francisco en oración y Puerta del Cielo, San Antonio de Padua y San Pablo, Palmera, San Jerónimo oyendo la trompeta del juicio y El Ciprés, San Juan Bautista y el Pozo de Sabiduría.

En el único cuerpo del retablo destacamos cuatro tablas que se superponen de dos en dos con las representaciones de Santa Eulalia, y encima, San Benito Abad; a la derecha, Santa Lucía con los ojos en la bandeja; y San Jonás, decapitado y con una inscripción que le identifica (santo que fue el introductor del cristianismo en Cáceres, lugar en el que fue martirizado en tiempos de Domiciano). El retablo se remata con un magnífico Crucifijo de marfil.

Del resto de los bienes muebles que conserva la iglesia podemos destacar una imagen de San José con el Niño Jesús, barroca, de finales del siglo XVII; un lienzo de la aparición de la Virgen de Guadalupe a Gil Cordero, del siglo XVIII; y una Cruz de madera del siglo XVIII, con pintura del Crucificado.

1 Acemel y Rubio: ‘Guía ilustrada del Monasterio de Guadalupe’. 2ª Ed. Barcelona, 1927; Álvarez, Arturo: ‘Guadalupe’. Ed. Studium. Madrid, 1964; Álvarez, Arturo: ‘Guía de Guadalupe’. Imprenta San Antonio. Sevilla, 1961; Álvarez, Arturo: ‘Los pilares de la hispanidad se forjaron en Guadalupe’. Cáceres, 1959; Floriano, A.: ‘El monasterio de Santa María de Guadalupe’. Ed. Everest, León, 1984; Fray Diego de Écija: ‘Libro de la invención de Santa imagen de Guadalupe, y de la erección y fundación de este monasterio y de algunas cosas particulares y vidas de algunos religiosos de él’. Cáceres, 1953; García Sebastián, O.F.M.: ‘Guadalupe, cita de Fe y de Arte’. Barcelona, 1985
2 Sánchez Salor, E.: ‘Guadalupe, leyenda e imagen’. Asamblea de Extremadura, Mérida, 1995; García Sebastián, O.F.M.: ‘El monasterio de Guadalupe, centro de fe y de Cultura’. Ed. Guadalupe, 1993; Montes Bardo, J.: ‘Iconografía de Nuestra Señora de Guadalupe, Extremadura’. Sevilla, 1978; González Tojeiro, Carmen: ‘Guadalupe, Monasterio regio’. Núm. 31: ERE. Mérida, 1990; Andrés, P.: ‘Guadalupe, un centro histórico de desarrollo artístico y cultural’. Institución Cultural El Brocense. Cáceres, 2001
3 ‘Guadalupe, su rey fundador Alfonso XI’. Revista de Guadalupe, números 717-718, 1992 (4-5); Arévalo, A.: ‘Nuestro señor Alfonso XI’. Revista de Guadalupe, número 719, 1993; Muñiz, A.: ‘La batalla del Salado’. Revista de Guadalupe, número 629, 1977
4 Libro de Acuerdos del 3 de abril de 1606 al 11 de diciembre de 1615, fol. 452. Archivo Municipal de Cáceres. Cit. Martín Nieto, S.: ‘La ermita cacereña de Nuestra Señora de Guadalupe o del Vaquero’. XXV Coloquios Históricos de Extremadura, 1997, p. 311
5 Protocolos de Juan Antonio de Muesas, caja 4.083, 1.667. Protocolos de Manuel Barrio del Pino, caja 3.537, fols. 102 y vº. Protocolos de Diego Cisneros, caja 3.686. Protocolos de Juan Vega Muriel, caja 4.435, 1.660, fols. 283-284. Archivo Histórico de Protocolos. Estudios de investigación realizados por el profesor Serafín Martín Nieto. Archivo Histórico Provincial de Cáceres. Cit. Martín Nieto, op. cit., p. 312
6 ‘Noticiero de Cáceres del siglo XVII’. Revista de Extremadura, noviembre de 1902; Sanguino y Michel, J.: ‘Notas referentes a Cáceres (1902-1920)’. Cáceres, 1996. Lozano Bartolozzi, M. M., y otros: ‘Plástica Extremeña’. Fundación Caja de Badajoz. Badajoz, 2008, p. 232; Terrón Reynolds, M. T.: ‘Temas e iconografía de la pintura barroca en Extremadura’. Revista Norba-Arte XIV-XV, Cáceres, 1996, pp. 119-144
7 Martín Nieto, op. cit., p. 317

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