En mi pueblo, La Huetre (La Güetri), y el resto de la comarca de Las Hurdes, ‘llegorin’ era la forma vernácula equivalente a la castellana ‘llegaron’. Decir “llegorin tardi” era para ellos lo correcto, hablar bien. Entonces, aterrizaron allí foráneos revestidos de autoridad y les dijeron: “Sois pobres, culturalmente atrasados y habláis mal”. Y como lo primero era cierto (y el hambre va antes), lo segundo caló hasta la médula: estaban atrasados y hablaban mal.
El extranjero, con la credibilidad que le confería pertenecer a la élite político-cultural, metió en el mismo paquete el bienestar material y los elementos culturales. Dejar atrás la miseria implicaba abandonar la cultura. Cabe preguntarse cómo podían defenderse del atropello personas sin formación académica que se sabían pobres y que observaban cómo a su alrededor se establecía un consenso sobre su atraso.
Lo lacerante del asunto es que, muchos años después, vinieran algunos opinadores afirmando que cambiaron el ‘llegorin’ por el ‘llegaron’ porque, revelación divina mediante, los hurdanos habían comprendido que esta última forma era la correcta. Otros opinadores directamente negaron su existencia. Así se fragua la desmemoria lingüística.